2/27/2014

EL MAR ENTRE MADRÉPORAS


Al filo del alba, en ese instante de canela en que el sol deshoja sus pétalos de luz sobre las olas, tu recuerdo se hace piel sobre la mía. A veinticuatro horas de distancia de nuestro próximo abrazo, el deseo perfila su sombra, en las estancias de mis sentidos. Sumida en este dulce traqueteo del despertar marino me siento en la orilla y me pregunto, cómo calcinar el tiempo sin tus besos para que no te añore mi yo enamorado.
 
Quisiera saltar al otro lado del espejo y venir a tu encuentro, salvando esta existencia clandestina, urdida en el crisol de las pasiones. Escucho el latido del mar retozando entre madréporas y su eco se pierde más allá, por los caminos de cemento de la soledad urbana. No sé muy bien que prodigiosa mecánica me lleva a añorarte tanto, ni que viento tuyo agita la veleta de mis sentidos en una dichosa algarabía de delirios, pero todo, en esta hora canela, me lleva a recordarte.
Me sumerjo en la euritmia de este mar que clama su salmodia en oleajes, para quemar estas horas de carencia. Él viene y va entre corales, travieso como un fauno, en su inmortal cortejo. Con cada líquida pulsión, del lecho de madréporas se agita un revuelo de peces de colores. Su alboroto es un gesto primitivo, una súbita ascensión desordenada que me lleva en su vorágine y en un instante cárdeno y azul, exento de lógica terrestre,  estás conmigo.

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