Ya llevo muchas navidades vividas, primero
como niña, luego como madre y ahora con hijos mayores que, como “El Almendro” vuelven
a casa por Navidad. Las he visto de todos los colores, llenas de sonrisas e
ilusiones y tristes, colmadas de ausencias, así que confieso que, a estas
alturas, ya no son muy trascendentales
para mí.
Recuerdo Las de mi niñez, no tan abundantes
en todo, pero si con más esencia navideña. Desde entonces se han convertido en
un periodo realmente estresante. Mucha gente empieza a detestar estas fiestas y
he escuchado más de un comentario del tipo: me gustaría irme a dormir y despertarme
ya en inicio de año. La verdad es que convertir unos días como estos en una
carrera contra reloj termina por agotar. La fiebre por consumir se convierte en
el principal objetivo… amigo invisible, Papa Noel, fin de año, se anticipan a
los típicos Reyes Magos y esto es un no parar.
La economía se resiente y los nervios
también. Encontrar el regalo perfecto y ajustado a nuestro bolsillo es la meta.
Lo peor es que, en muchos casos, dicho regalo acaba olvidado, porque cada uno
tiene sus gustos y resulta muy difícil acertar.
Entre tanta edulcorada filosofía de paz y amor, muchos sería importante detenerse a
reflexionar en todos aquellos que viven en la miseria o están inmersos en una
guerra que los despoja de todo. Realmente el pertenecer a un lugar o a otro
determina nuestra vida y si tenemos la gran suerte de estar en el lado de la
luz, no debemos olvidar a los que pasan estos días sumidos en las sombras.
¿Navidad, dulce Navidad, o maratón
consumista? Cada uno que lo enfoque según sus perspectivas, pero no dejemos que
las normas que propone la sociedad distorsionen la esencia navideña. Después
de diciembre están enero, febrero y muchos meses más en los que cada día puede ser un regalo,
todo depende de nosotros y de cómo queramos vivir estas fiestas. Lo ideal sería
que fuesen el plácido preludio de un nuevo año, vivido en armonía con el
corazón y los sentidos. Lo importante son las personas y el compartir cada minuto, regalando lo mejor de nosotros mismos.