12/25/2015

ESENCIA NAVIDEÑA





Ya llevo muchas navidades vividas, primero como niña, luego como madre y ahora con hijos mayores que, como “El Almendro” vuelven a casa por Navidad. Las he visto de todos los colores, llenas de sonrisas e ilusiones y tristes, colmadas de ausencias, así que confieso que, a estas alturas,  ya no son muy trascendentales para mí.

Recuerdo Las de mi niñez, no tan abundantes en todo, pero si con más esencia navideña. Desde entonces se han convertido en un periodo realmente estresante. Mucha gente empieza a detestar estas fiestas y he escuchado más de un comentario del tipo: me gustaría irme a dormir y despertarme ya en inicio de año. La verdad es que convertir unos días como estos en una carrera contra reloj termina por agotar. La fiebre por consumir se convierte en el principal objetivo… amigo invisible, Papa Noel, fin de año, se anticipan a los típicos Reyes Magos y esto es un no parar.

La economía se resiente y los nervios también. Encontrar el regalo perfecto y ajustado a nuestro bolsillo es la meta. Lo peor es que, en muchos casos, dicho regalo acaba olvidado, porque cada uno tiene sus gustos y resulta muy difícil acertar. 

Entre tanta edulcorada filosofía de paz y amor, muchos sería importante detenerse a reflexionar en todos aquellos que viven en la miseria o están inmersos en una guerra que los despoja de todo. Realmente el pertenecer a un lugar o a otro determina nuestra vida y si tenemos la gran suerte de estar en el lado de la luz, no debemos olvidar a los que pasan estos días sumidos en las sombras.

¿Navidad, dulce Navidad, o maratón consumista? Cada uno que lo enfoque según sus perspectivas, pero no dejemos que las normas que propone la sociedad distorsionen la esencia navideña. Después de diciembre están enero, febrero y muchos meses más en los que cada día puede ser un regalo, todo depende de nosotros y de cómo queramos vivir estas fiestas. Lo ideal sería que fuesen el plácido preludio de un nuevo año, vivido en armonía con el corazón y los sentidos. Lo importante son las personas y el compartir cada minuto, regalando lo mejor de nosotros mismos.


12/14/2015

A VISTA DE GATO


Es casi medianoche, justo la hora en que me gusta darme un garbeo por el barrio para encontrarme con mis colegas. Me he pasado buena parte del día sesteando al sol otoñal y ahora me siento en plena forma, así que inicio un paseo vertical a través de los balcones de la fachada. Me detengo en el del 3º 2ª y través de la iluminada ventana veo a la anciana que vive allí, sentada frente al televisor. Lo tiene puesto a toda potencia, debido a su sordera. Se abriga las piernas con una manta y sus manos, deformadas por la artrosis, sostienen una taza de té. En verano, cuando tiene las puertas del balcón abiertas, a veces me cuelo en la casa y me regala unos mimos y un cuenco de leche. La mujer está muy sola, sus hijos pocas veces vienen a visitarla y cuando lo hacen resulta una visita exprés, alegando lo muy ocupados que están. Durante unos instantes y, en precario equilibrio sobre la barandilla, observo su mirada triste. Cuatro pisos más abajo, las farolas perfilan la calle y me recreo en el vértigo de la adrenalina que genera este funámbulo paseo. No os vayáis a pensar que soy un gato inconsciente, pero confieso que me atrae el peligro. Además ¿no dice la leyenda urbana que siempre caemos de pie? Desde luego desde esta altura no pienso comprobarlo, no sea yo la excepción que confirma la regla, pero a lo que íbamos.... o sea mi nocturna exploración por el vecindario. 

Bajo por una especie de canalón que recoge las aguas y me planto frente al 3º 2ª. Allí reina el caos más absoluto. La inquilina, una joven estudiante de 2º de bellas artes, trabaja en la elaboración de una tela. A su alrededor se extienden diversos materiales, tubos de pintura al oleo, botes de médium, esencia de trementina y pinceles de diversas formas y tamaños. Sobre el caballete la tela  vibra envuelta en una amalgama de colores. La chica los extiende con un pincel plano y de vez en cuando, se aleja para ver la obra en perspectiva. Me encanta esa locura creativa y me imagino de improvisado pintor, mojando mis cuatro patas en pintura y creando sobre el lienzo una impresionante obra maestra gatuna. 

Sumido en artísticas cavilaciones, salto de repisa en repisa y me planto ante el 2º 2ª. Un pisito de soltero, donde vive un atractivo cuarentón. Esta noche observo que tiene ligue en perspectiva. Una morenita de curvas exuberantes y chispeante sonrisa se lo mira embobada. Están muy juntitos en el sofá con una copa de cava rosado en la mano. Una bandeja de trufas reposa sobre la mesita y él coge una y se la ofrece con un gesto de estudiada sensualidad… se me hace la boca agua y no por el toque sensual, sino más bien por las trufas. Humm, en este momento ella se le acerca más, se quedan mirándose y juntan sus labios en un beso interminable. A partir de ahí no cuento nada más, pues la censura no me lo permite, pero os aseguro que ha sido para tirar cohetes y más. 

Me deslizo hasta el piso de abajo, con un punto de calentura gatuna vibrando en mi piel. El 1º 2ª es la vivienda de una familia con cinco hijos. Ahora mismo todos los niños duermen, pues mañana deben madrugar para ir al cole. En el salón la mamá está dándole a la plancha. Sobre una de las sillas hay un gran montón de ropa para doblar y, un ruidito procedente de la terracita de la cocina, me indica que la lavadora está en pleno funcionamiento. Calculo que a la buena mujer le quedan aún un par de horitas de trabajo casero y lanzo una mirada de reproche al marido, que permanece cómodamente sentado frente al televisor, con una cerveza en la mano ¡viva la igualdad de sexos¡

En fin, con unos ágiles saltitos aquí y allá me encuentro en plena acera. Mi calentamiento gatuno aún me cosquillea el cuerpo y entonces la veo. Sí, es una gata de pelo suave y dorado que se pasea a escasos metros, meneando su trasero con una gracia inigualable. Respiro hondo y, con un maullido seductor, acorto distancias, moviéndome con felina elegancia. Sus ojos verdes se cruzan con los míos, hay una descarga de eróticos decibelios entre ambas miradas y nos adentramos en la oscuridad del parque cercano. 

Aquí pongo punto final a mi relato con un cartelito de cinco rombo.