4/27/2015

A MI MANERA



La vida es un tango, a veces apasionado, otras melancólico y de olvido. Es un hola, un adiós, una sonrisa y una lágrima. Es a veces sol, neutro cielo gris o tormenta. Es fugaz e inestable, somos frágiles y a la vez emocionales. No siempre el corazón sabe cómo dialogar con el cerebro y ambos se enzarzan en un duelo de cordura contra locura de imposible conjugación. La vida no es fácil y a menudo se nos pierden sus instantes, como el agua entre los dedos, sin sentir y sin vivir. Es un claroscuro, donde la luz y las sombras juegan a perseguirse, formando un todo, pues no existirían las unas sin las otras. La vida es un laberinto que discurre a través de trayectos cíclicos, entre amores y desamores, afectos y artificios edénicos. El trayecto está plagado de vaivenes, hay espacios de soledad, ausentes de sonidos y encuentros llenos de música y armonía.

En ese deambular caótico de los sentidos hay que aprender a crear prioridades y sobre todo a ser uno mismo. Personalmente me ha costado unos cuantos años de luces y sombras pero hoy, por fin, puedo afirmar que vivo a mi manera. Ya no siento el prejuicio de vivir como los otros, sino como yo pienso y siento. El día a día me regala complejos instantes, pulsaciones de mis sentidos y encrucijadas que debo resolver. En ese universo de vida me invento y reinvento, aprendiendo a crear mis propios espacios. Sedienta de sensaciones avanzo, buscando la clave de la felicidad escondida en las pequeñas cosas. A veces, me apeo en una estación, entre suspiros y pausas, sumida en un necesario reposo, a la espera que una estrella me lance un guiño, para sumergirme de nuevo en la vorágine de las emociones. 

Sé que lo más importante es hallar conexiones, ritmos, razones de ser, mucho amor y sonrisas, pero todo ha de ser siempre resuelto en la esencia de uno mismo, sin copias ni prejuicios, ni falsas hipocresías. Del ayer al hoy aprendí a conocerme a través de la energía celular que genera la danza de la vida, a ser lo que soy y a disfrutar de ello, pero siempre viviendo a mi manera.

4/20/2015

SILENCIO DE SAL



Me gusta escuchar el silencio que me lleva a la meditación y al reencuentro conmigo misma. Ese que invita a tumbarse leyendo un libro o simplemente dejando pasar el tiempo, sin sentir. El compañero de los efímeros instantes, de la quietud y el sosiego, que preceden a un nuevo despertar en otro instante de vida.

Me gusta este silencio de sal que flota en la atmósfera de esta mañana de primavera y que me permite disfrutar de las voces de la naturaleza. Hoy es el mar quien me canta  y me detengo a oír su liquida voz hecha susurro. Cegada por el sol que, en su destello, ilumina un pensamiento vagabundo, permanezco atenta al ronroneo de las olas. Más allá palpitan los recuerdos, golpeando los muros de la memoria. Los recuerdos que son caricia y los que aprendí a ignorar, los que agitan un arco iris y los que se convirtieron en una acuarela en gris, los sepia, deslucidos por la distancia y los que nunca fueron más que sueños. 

Me bebo el silencio, como quien bebe de un pequeño oasis, tras andar perdido por un inmenso desierto. Su calma me impregna la piel y me adormezco entre las dunas del aire. Él me presta sus alas de palabras calladas para poder volar, una vez más, dejando que mi creatividad se eleve, como una cometa errante.

Sentada en la arena, me rebozo en este silencio, vacío de ruidos, lleno de armonía. En él flotan las voces calladas que se ahogan en rutinas. En su sordo fluir la brisa es un suspiro y el mar un oráculo de olas y peces, de arenas y conchas donde se expanden mis pensamientos.

Todo lo invisible se me muestra en el callado aliento de esta mañana de primavera y me dejo acunar por su latido. Sumergida en mi yo, me paseo por mis ilusiones, mis locuras, mis dudas y todo aquello que traza mi esencia. Le sonrío al sol y equilibro mi balanza en la línea del horizonte

4/13/2015

BARMAN-ORÁCULO



Desde mi gran curiosidad por todo lo referente a la diversidad del ser humano, siempre me había llamado la atención el rol del barman-oráculo y hoy, la vida que da muchas vueltas, me ha llevado a desempeñar ese rol.

Por circunstancias que no vienen al caso, me he visto inmersa en un nuevo proyecto que me lleva a estar tras de una barra y justo ahí es donde empieza una fascinante exploración. Resulta enriquecedor darse cada día un paseo por el yo más íntimo de las personas, ese que una o más copas de vino hace aflorar a la superficie, saltándose los cánones de la prudencia, sin perder del todo la lucidez. Es alcanzar ese estadio que nos desinhibe y nos da alas para protestar por todo aquello que nos anuda a las rutinas, privándonos del preciado bien de la libertad, alejándonos de nuestros sueños.

El cliente que, en lugar de sentarse a una mesa, se sitúa en la barra, necesita comunicar algo. Entonces sólo dejo fluir a conversación y, como buena oyente, no tardo demasiado en descubrir lo que está colmando su vaso. Alrededor de esa copa de vino deja aflorar sus problemas. Me hace partícipe de sus logros, de sus alegrías y también de todo aquello que le está tocando lo que no suena. Yo, como un neutro oráculo, le escucho y de vez en cuando lo incito a seguir a través de la frase adecuada. No busca que le de soluciones ni consejos, para él es una liberación, una especie de acto de protesta en voz alta y para mí una lección de vida. Todo queda en tablas, yo gano en sabiduría y fidelizo un cliente y él sabe que no voy a juzgarle y que mañana le recibiré con la misma cordial sonrisa, olvidadas todas sus confesiones.

El intercambio es positivo, yo aporto la calidez del barman-oráculo y el cliente me ilustra un poco más sobre la mágica complejidad del ser humano.

Seguiré explorando, tarde tras tarde, noche tras noche, apurando mi copa del conocimiento, mientras el vino suelta las lenguas, derrumba barreras, saca a flote mil realidades y desnuda almas.

4/07/2015

MIL LUCIÉRNAGAS




Hay un ronroneo de siesta en el ambiente. Cierro los ojos y todo es invisible, percibido sólo por el deambular del tacto en lúbrica exploración. Mis dedos son nómadas viajeros recorriendo tus playas de azúcar moreno. Entre sus dunas hay silencios escondidos acallando el deseo. La brisa de un suspiro se enreda al cimbrear de las palmeras y los folios de mis versos, convertidos en barcos de papel, naufragan en el rompiente. La palabra escrita se deshace entre espumas y te acaricia por dentro.

Hay un ronroneo de siesta en al ambiente. Un ronroneo que se alarga, perezoso, hasta la hora cárdena del crepúsculo. En ese lento paso de luces a sombras, palpitan cantos de sirenas, convocando el juego erótico. Te miro, me sientes y convertidos en amantes, avanzamos al unísono por el filo de la sensualidad. Tu piel en mi piel, conjugando el vuelo sutil de mil luciérnagas, mi piel en la tuya, rebozadas en polvo de estrellas. Me zambullo en el mar de tu cuerpo y nado entre los peces de colores del deseo, hambrienta de sensaciones.

La estancia es un oasis y el mundo externo se pierde en un declive de luz y sonidos que se van apagando. En algún punto del universo los astros traman complicidades y la luz lunar dibuja una mágica elipse, enlazando los sueños. El silencio se derrite entre murmullos, atrás va quedando la hora perezosa de la siesta, Fluyes por mis venas como un torrente de lava y fuego y de repente me apeteces. Me apetece estar contigo, en tu hoy, sin crear las coordenadas del mañana, porque la vida es sólo presente. Dejo de ser y me fundo en tus pupilas unida a ti, a tus vaivenes, como una isla flotante a merced de tus mareas.

Eres el planeta errante donde habitan los anhelos de mi esencia. En ti vivo y reposo, cuando se cruzan nuestras lunas.