6/30/2014

EL DESVÁN DEL CORAZÓN



Una vez se hubo auto enviado la carta de reclamaciones, decidió que lo más prudente, para poder empezar de cero, era hacer una buena limpieza interior como esa que a veces nos da por hacer en casa, poniéndolo todo patas para arriba.

No resulta nada fácil subir al desván del corazón y ponerse a hurgar por donde hemos acumulado las huellas de todo aquello que ha configurado nuestra vida. Allí acaba habiendo de todo: restos de buenas vivencias, amores perdidos, sueños destrozados, feos tatuajes de épocas para olvidar y el polvillo neutro de todo aquello que  se limitó a ser amorfo.

Como estaba muy concienciada con el medio ambiente, decidió que había que reciclar, echando cada cosa en su debido lugar. Se pasó toda la tarde decidiendo lo que iba a tirar y reencontrándose con sus viejos fantasmas y una vez pasado este tiempo, bajó a los contenedores de basura cargada de bolsas.

Echó al contenedor del cristal todos aquellos recuerdos punzantes que se le habían clavado en el alma, al del papel todas aquellas notas y cartas que en un tiempo fueron algo y se quedaron en nada, al de los envases y bien cerrados en recipientes herméticos, aquellos amores que dolieron tanto y por fin al de los residuos, cada brizna de tristeza, cada partícula de sueños perdidos y cada resto de lastre que le dificultaba el paso.
Subió de nuevo a su desván, esta vez más liberada y ligera que nunca, para barrer a fondo, librándose así incluso de cualquier resto de polvo, por amorfo que fuese.

Aquel día, al rozar la noche, muchos aseguran que vieron un estallido de fuegos artificiales. Otros que el cielo se pobló de mariposas de colores. Parecían no ponerse de acuerdo en cuanto al origen de tal eclosión lumínica, pero todos coincidieron en una cosa: sea lo que fuese que iluminó el firmamento, salía del desván de aquella casa, donde vivía la mujer del vestido rojo.




6/28/2014

CARTA DE RECLAMACIONES



Escribir era para ella un ejercicio de reflexión, una especie de diálogo consigo misma. Nunca había pretendido que fuese nada más, la gracia estaba en que no era nada obligado y no le generaba presión.
Hasta el momento las ideas habían fluido de modo espontáneo, pero hacía unos días que estaba en blanco, huérfana de palabras.

Hoy, mientras miraba el cielo moteado de nubes, tan parecido a los que ilustran las pinturas de Monet, sintió esa especie de revelación que hace que sepas que han de teclear los dedos. Sí, lo que le apetecía escribir era una carta de reclamaciones. El problema era no saber muy bien a quién dirigirla… Porque ¿a quién se deben reclamar los errores de vida? ¿Al destino, la fatalidad, la mala suerte? No, lo correcto sería dirigirla a uno mismo, a la inconsciencia y la falta de experiencia. Aunque, bien mirado, por mucha experiencia adquirida se siguen cometiendo errores que a veces son recurrentes y te hacen sentir estúpido.
Regresemos pues a ese instante de observación celestial, bajo un rebaño de nubes, en que la idea de la carta de reclamaciones tomó cuerpo. El instante era idóneo para escribirla, pues tras tres días de meditación transcendental, tenía una larga lista de autoreproches.

Con celeridad felina, bajó corriendo las escaleras y se sentó frente al ordenador. La pantalla en blanco era una invitación a dar forma a todo tipo de quejas y se puso dedos a la obra. Las palabras surgían con facilidad, a borbotones, como si se hubiese abierto un dique de contención por largo tiempo cerrado.
Llenó un folio y otro y otro más, para luego recrearse en su lectura. Se permitió añadir comas, puntos suspensivos, acentos y algún que otro signo de interrogación. Cuando lo tuvo todo revisado sonrió para sus adentros sintiéndose más ancha que larga (a pesar de no ser menudita)

Su carta de reclamaciones estaba terminada, llena equivocaciones de vida, de quejas por los sueños perdidos, de desaprobaciones y criticas, de amonestaciones hacia ella misma, porque si algo había aprendido, es que no puedes culpar a nadie de tus errores. No le iba a servir de mucho, lo hecho, hecho estaba, pero reconocerlo fue una especie de catarsis, de liberación, un buen punto y final antes de comenzar de nuevo.

Puso el fin a su carta de reclamaciones tal y como le habían enseñado, con corrección y buenos modales y la envió a su propio correo. No tardó mucho en oír el tintineo que anunciaba que lo había recibido.

No sé qué habrá hecho con ese correo, si lo habrá guardado, desechado o eliminado del todo. Se lo preguntaré la próxima vez que la vea bajo un cielo tachonado de nubes de esas que fluyen como un rebaño, en busca del horizonte perdido.

6/24/2014

RESCATAR LOS SUEÑOS


La he visto de lejos, una solitaria pincelada roja al borde del mar, bajo un cielo vestido de nubes. Ha ocurrido esta mañana, cuando la brisa aún olía a hogueras y pólvora y la música de la fiesta era un eco lejano flotando sobre las olas. La he reconocido al instante, a pesar del tiempo transcurrido. Me ha maravillado que todavía siga deambulando por los parajes marinos, pero a la vez sé que es tan parte de ellos, como yo misma. Mujer de agua y sensaciones, buscando los perfiles ocultos de sus sueños entre las susurrantes voces de la mar.

No se ha dado la vuelta, ni siquiera ha parecido percatarse de mi presencia, pero ella sabía que yo estaba allí, a pocos pasos de distancia, como lo he estado siempre. Sí, porque a pesar de todos los años que hace que se ha desglosado de mi esencia, seguimos siendo una pues, aunque se pierdan los sueños, estos nunca se borran del todo y siguen latentes en el subconsciente.

Ella ha regresado a mí como la constatación de que los míos no han muerto y sólo han hibernado en el tiempo a la espera de un fuego que los descongele. A veces he creído sentir el calor de ese fuego y el retorno de las ilusiones, pero luego esa calidez se aleja, como un espejismo sobre la arena. Sin embargo, no me rindo, porque aún creo en la magia. Mientras esta no llegue, seguiré siendo esa pincelada de rojo junto a la orilla del mar, intemporal en los sueños, congelada en la simbiosis de espacio y tiempo hasta que surja esa chispa que prenda el fuego.


Creo que el habernos reencontrado hoy lleva un mensaje implícito, porque cada hecho de esta vida tiene una razón de ser. Quizás sea obra de los duendes del destino que me envían señales para que me decida de una vez a romper con todo y buscar mi autentico camino.

6/18/2014

LOS SIETE VELOS


La conocí hace años, era soñadora, confiada y lo daba todo por amor. Metafóricamente hablando se diría que iba con el lirio en la mano. Eso la llevó a vivir, durante bastante tiempo, prisionera de un ritual sentimental. No era ella misma, su cerebro andaba perdido y su voluntad era volátil, hecha de humo. Aquel impredecible enamoramiento la cegaba del todo, hasta rozar lo absurdo. Era como conjugar una especie de danza de los siete velos, donde cada uno al desprenderse le mostraba un nuevo color, una nueva sensación que le acariciaba la piel hasta robarle el alma. Así, convertida en gelatina entre los brazos de su amante, fueron pasando los meses, pero como bien se sabe todo tiene un final y por fin cayó el último velo. Para ella fue como curarse de golpe de una miopía, de una temporal ceguera agravada por un coma idílico.

Quizás fue el plenilunio que todo lo agita o que por fin venció la fecha de caducidad. Tal vez su hada madrina, compadecida de ella, le devolvió el don de la cordura o era el inevitable final de las vacas flacas de la estupidez o bien, y esta era la hipótesis más acertada, todo radicaba en que él era un hombre totalmente gris y vulgar, poco merecedor de un espíritu sensible.

Fuese el que fuese la sacó de su esclavitud sentimental. Ahora se la ve libre y feliz. La otra noche la encontré en un chiringuito playero, brindaba bajo las estrellas con una copa de rosado. Se la veía muy contenta, aligerada de toda carga y tristeza. A su lado un rostro anónimo la miraba con admiración, como si fuese única y especial. Ella se dejaba mimar, pero sin involucrarse. Se divertía con el juego de la seducción y sabía muy bien cómo jugarlo para no quemarse las alas y salir indemne. Esta vez pisaba terreno seguro, ella marcaría las pautas, no quería depender animicamente de nadie, ni ser nunca más, esclava de los sentimientos.

Sí, por suerte había aprendido la lección, justo al desprenderse aquel último velo.

6/17/2014

DESIERTO DE ASFALTO


Rozando el crepúsculo un quieto silencio, casi espectral, envuelve el pueblo. Da la sensación de que la vida se ha congelado tras las fachadas sembrando de soledad el asfalto. Camino, sin prisas, por las calles desiertas, bajo un cielo moteado de rojos y naranjas. El sonido de  mis pasos son la rítmica percusión que acompaña el desnudo trayecto. Una bandada de pájaros cruza rauda, bajo el cambiante mosaico de nubes que desfilan hacia el horizonte. Su vuelo rasga el espacio como mil flechas veloces, dejando tras de sí la algarabía de sus trinos.

Este lento declinar del día acompaña la vorágine de mis pensamientos. Ellos también se desplazan como pájaros desordenados por los circuitos de la mente. Algunos imponiendo la cordura, otros agitando el deseo de romper con todo. Es una invisible lucha, ausente de perspectivas, que sólo pretende recordarme que estoy sumida en el caos.

Agoniza el crepúsculo sobre los tejados y, poco a poco, se va licuando por los muros hasta convertirse en un difumino de sí mismo. Pronto resurgirá el reino de las sombras y sólo espero que estas me adormezcan la mente. Necesito anestesiarme, embriagarme de olvido e reiniciarme, como aquel ordenador que se queda colgado. Ojalá fuese tan fácil como apretar un botón, pero eso no funciona con el ser humano.

No sé qué pasará mañana, ni qué colores tendrá el horizonte, de momento poco puedo hacer, salvo sumergirme en la noche que se acerca de puntillas y dejar que me abrace Morfeo con sus brazos de sueños, poblados de lunas e insomnios.


Camino a tientas, sin rumbo, como una solitaria figura de Hopper. Lentamente me voy borrando y ya no sé si soy yo o es mi alma quien deambula por la noche, buscando un pequeño latido de vida.

6/15/2014

CUADERNO DE BITÁCORA



Había vivido, sí, no se había limitado a existir. Se creía valiente porque había superado muchos miedos y conocía tan bien la nostalgia de la ausencia que pensaba que ya poseía todos los antídotos posibles frente a ese mal. Respecto a los sentimientos, y tras un exhaustivo estudio de vivencias propias y ajenas, había decidido cerrar el corazón a cal y canto, tirando después la llave, bien lejos. Querer a alguien era subirse a una montaña rusa, con todo el vértigo y la inestabilidad que eso suponía y ella no estaba dispuesta a someterse de nuevo a esa experiencia. Sólo deseaba fluir en paz y libre. 

En plena madurez y con todo ese bagaje filosófico, emprendió nuevos caminos por rutas de agua y asfalto, con la certeza de estar suficientemente protegida, tras sus bien cimentadas defensas. La libertad le daba alas y el horizonte era infinito.
Sin embargo no contaba con un inesperado huésped: la soledad.

Si bien podía con todo, ese huésped era demasiado punzante y muy persistente. Creaba lagunas de tristeza y desamparo en la ruta de su vida y llenaba sus noches de eterno insomnio.
Con el fin de combatirla, se lanzó a la búsqueda de rostros anónimos, con quienes llenar sus espacios vacíos. Era un juego peligroso, pero su creencia de que era inmune a los sentimientos la llevaba a pensar que podía dominar la situación, sintiéndose poderosa y fuerte.

¡Pobre ilusa! No tuvo en cuenta que lo ilógico de los sentimientos convierte en absurdo los propósitos más bien asentados y le bastó cruzarse con el destello de una mirada, el color de una sonrisa y el susurro de una voz, para sentir como sus cimientos se resquebrajaban, hasta desmoronarse. 

Desde esa jugarreta del impredecible destino hace ya muchas lunas y desde entonces, pasea la soledad por el laberinto de la incertidumbre. Ahora, es una frágil figura, que ha perdido de nuevo su libertad, haciendo equilibrios sobre la cuerda floja de las pasiones.


A pesar de todo, no ha perdido el sentido del humor y muchos días se ríe de si misma y de su falsa sabiduría de vida, pues ahora es bien consciente de que poco sabe. El que sí ha aprendido es algo nuevo y lo ha anotado cuidadosamente en su cuaderno de bitácora: que el amor es capaz de convertir lo corriente en extraordinario.

6/12/2014

MÁS QUE MÚSICA


Esa música que se agita como un pájaro de fuego, reverbera por las estancias de la canícula estival, arañando la tarde que se alarga, infinita y cálida. Esa música no es sólo ritmo, es recuerdo, sensaciones, vida y me envuelve el alma. Penetra por cada poro de mi piel, poseyendo mis sentidos. Los excita, baila en mí con su cadencia azul, sumergiéndome en un infinito universo, más allá de este instante.

Esa música es mucho más que la concreción de una partitura, es una melodía cárdena y sensual que me transporta a una noche mágica.

Aquella noche ella estaba allí, conmigo, contigo. Éramos un trío conjugando un juego de seducción que iba de tu cuerpo al mío. Cada nota, en su percusión aérea, era el hilo conductor por donde fluía el torrente de las pasiones. Miradas, silencios y su cómplice armonía gestando el preludio del deseo.

Esa música, tuya, mía, suena de nuevo ahora. Estoy a solas con ella y sigue siendo erótica melodía, agua azul que me empapa, agitación cósmica de las estrellas, gotas de luna en este crepúsculo que se desploma. Su vorágine me atrapa y me enamora de nuevo, siento su sutil aliento sobre la piel mientras desnuda mi soledad, rasgando los velos de la nostalgia.

Desde aquella noche dejó de ser sólo música, para ser por siempre sueño hecho vida, beso errante, caricia sin tacto, esencia de ti, azul y vibrante. Basta que suene y estás conmigo.


6/09/2014

DROGADA DE SOLEDAD



Drogada de pensamientos y soledad, asustada y perdida, vaga por las rutas del insomnio sin saber qué destino le espera. Vive sumida en el coma emocional de la incertidumbre que hace de sus días eternas noches y de las noches eternas sombras.

Sentada en la orilla de sus reflexiones dialoga, bajo un manto de estrellas, con su propia lógica. Ella ya la había avisado de lo absurdo de sus sueños, pero la locura de su inconsciente yo fue más potente, hasta convertirse en un antídoto contra toda cordura.

Drogada de él y de ausencia, araña los confines de las sombras, buscando una salida, una pequeña grieta por donde pueda pasar el sol para poder restaurar sus colores. No sabe como liberarse de su adicción, pues ni siquiera sabe cómo surgió. De lo único que tiene certeza, es que todavía siente la textura de su piel bajo los dedos y el aroma aquel que le embriagaba el alma. Sabe que la música la lleva a recaer en el recuerdo y que hay momentos en que la brisa le devuelve su intimo susurro. Sabe que no hay más horizonte que el que encontró tras aquellos ojos y que ningún otro cuerpo la rebozará en caricias, bajo las sábanas.

La noche está poblada de fantasmas. Fantasmas del pensamiento, seres implacables y directos que no saben de la compasión. No los ha invitado, pero ellos entran y salen a su antojo. Se sientan a su lado y agitan las olas de su insomnio, son mordaces y no le conceden tregua ni descanso.

Drogada de nostalgia se deja flagelar por la constatación de su irrevocable soledad. Se acurruca entre recuerdos, se refugia tras su muro y deja pasar las horas y los días, sin pasar y sin sentir, sin vivir.

Hará falta mucho sol para colorearle de nuevo el alma.

6/01/2014

POR SI SUENA LA FLAUTA


Hay días en que las lunas son soles
y la mar es un espejo de soledades.
Días en que la brisa huele a olvido.
y la música es una partitura de nostalgias.
Hay días que son eternas noches
y noches que sólo dibujan sombras
acechando tras recodos de esperanza.
Son espacios huérfanos de luz y colores,
instantes de vida que pasan sin ser,
fluyendo de un reloj de arena, sin arena.
Vivencias desafinadas de metal y cuerda
percutiendo sin sonido, ni cadencia.
Ausencia de locuras ahogadas en cordura.
Soplos huracanados de rutina y realidades
arrasando los cultivos del sistema emocional
hasta la declaración de zona catastrófica.
Hay días de enamoramiento pasional
que fluye por los circuitos de lo absurdo
y amores de alto riesgo, nocivos para el alma,
que la azotan hasta dejarla exhausta.
Hay erupciones volcánicas de sentimientos
e inundaciones de lágrimas azules.
Hay vida que es sólo una caricatura de vida
perfilada en la arena de los sueños perdidos.
Con todo este bagaje debo hilvanar mi ruta.
Cosiendo retales para ocultar desengaños.
Poniendo colores sobre fondo negro
y haciendo un inventario de sonrisas
para verificar la rentabilidad de la existencia.
Ante esta acuarela de incertidumbres,
nadie daría un duro por el resultado final.
Ni yo misma tengo claros los beneficios,
pero mientras sea parte del latido de la vida,
amasaré rosquillas con nubes de esperanza,
por si amanece el día en que suena la flauta.