Me paseo por tu silencio
de puntillas, tímidamente.
Saboreando la quietud
que envuelve la estancia.
Miro tu perfil concentrado
en el vaivén de las palabras
que laten en tu horizonte
de lunas y soles.
Te mueves entre ellas
con la gracia de un malabarista.
Las elevas y luego desaparecen,
se arremolinan entre tus dedos
sobre el perfil del teclado.
Dibujan realidades y sueños.
Pueden ser cálidas y ligeras
o afiladas y densas.
La estancia se llena
de mudos sonidos
que danzan entre las líneas
de tus pensamientos.
Con destreza los modelas
los transformas en poemas,
creándoles un mundo
de ensoñaciones y vida.
Brillando en tu mirada
veo la fiebre del poeta
que esculpe sensaciones.
Permanezco allí largo rato,
atrapada en tu locura literaria.
Luego, muy despacio me acerco,
alzo la mano, como en un suspiro,
hasta rozar tu tu mejilla…
Por un momento tus dedos se detienen
y te ilumina una sonrisa,
como si mi onírico gesto
hubiera traspasado la distancia.
Pero ha sido sólo un instante
y de nuevo te encierras en tu universo
haciendo el amor con las palabras
sobre la blanca virginidad del folio.