Me despierto con las primeras luces. Es verano, uno de esos días de sol infinito y noches para compartir entre noctámbulos. Algo despunta en el ambiente y de repente todo es música, es ritmo en mi cuerpo. Por fin puedo desprenderme de las pieles del invierno y ponerme los siete velos para irlos desnudando. Salgo a bailar al alba, justo cuando la luz es de miel y canela y un sol de jengibre y ámbar se despereza en el horizonte. Me pongo a bailar sobre la piel del asfalto, aún dormido. Mis pies son rojas zapatillas perfilando pentagramas por las esquinas. Suena música urbana en mi alma, todavía aletargada. Bailo, en ruta hacia la playa, ansiosa de azul, enredada a las farolas y los gatos callejeros, a los que madrugan y a los barrenderos.
Compongo coreografías urbanas en mi éxodo matutino, hasta llegar a la pista marina de dunas y palmeras donde se difuminan los sonidos de la ciudad. Justo allí, al filo del mundo acuático, abandono mis zapatillas rojas para calzarme de arena. Bailo, con la libertad, tatuando efímeras huellas, que luego borra la pulsación del mar. Bailo con la brisa, las gaviotas y el trazo de unas nubes volanderas que van de camino a otros cielos. Me abraza el sol y nos marcamos un tórrido tango. Me enlaza una ola y ejecutamos un lento vals entre vaivenes de espuma y caricias de madréporas. Bailo descalza, desnuda y sedienta de ritmo de vida. Liberada de corsés y tabúes, de normas e hipocresías. Con los sentidos en plena fiesta, me uno al mar y sus mareas para seguir bailando bajo la luna de Junio. En la pista azabache del firmamento planetas y estrellas se montan un sarao. Vibran las constelaciones unidas en una danza noctambula, misteriosa y secreta. Todo el universo es una rítmica orgía de cuerpos celestes, de dioses, faunos y sirenas, vistiendo la noche de luz.
Pienso bailar, desde el alba hasta el crepúsculo de la vida y también seguir bailando las noches, calzada o descalza, vestida o desnuda. Mi cuerpo se expresa resuelto en música, en los sonidos urbanos y en la melodía de la naturaleza que respiro. Soy parte del cosmos y bailaré en sus lunas y soles hasta llegar al ocaso de mi destino.
Y si tras ese ocaso hay otra vida, espero que sea una gran pista de baile, llena de luz y colores, donde bailar eternamente enlazada a una sombra azul.