1/30/2014

MUCHAS LUNAS DE CANELA


Tuvieron que pasar muchas lunas de canela, muchos amaneceres de azafrán, muchos soles de jengibre y muchos crepúsculos de manzana para desteñir su infinita paciencia. Durante todo ese tiempo subió y bajó del guindo y se dispersó entre volutas azules para volverse a concretar. Escaló cimas muy altas y tuvo algunas caídas felinas, aunque sin graves consecuencias, pues había aprendido a caer de pie, como los gatos. Caminó por suaves arenales, entre dunas de colores y se perdió en algún que otro pedregal que le dejó diversas raspaduras de perennes cicatrices. Sintió el vértigo de vivir atrapada en un laberinto de emociones y el placer de habitar el paraíso. Fue sugerente presencia e invisible olvido, oráculo, pasión, necesidad, kleenex, cómplice, estorbo, luz, sombra, brisa, topo, vaivén, amiga, amante, enamorada, deseo, nada…

Un buen día ella desapareció sin dejar rastro. Nunca supe el motivo, aunque supuse que, al final, se había cansado de vivir en aquella especie de montaña rusa emocional. Hubo también rumores de que había buscado refugio en otras pieles y otros brazos, con el fin de olvidarle, pero ninguno pudo ser confirmado. Lo único seguro fue su huida hacia Nunca Jamás.

Así hasta aquel día, de eso hace un par de meses en que, tras muchas más lunas de canela y desérticos silencios, me la encontré sentada en un banco del paseo marítimo. La envolvía una especial atmosfera. El azul se enredaba a su cuerpo, se trenzaba en sus cabellos y se fundía en su mirada. Estaba sumida en una especie de idílica contemplación. Temerosa de romper el hechizo, la observé durante un rato, antes de decidirme a abordarla y justo entonces, ella se levantó. Con paso armonioso se acercó a la arena, hasta rozar la orilla. Un vaivén de olas traviesas se arremolinó entre sus pies desnudos y la mar pareció sonreírle entre luciérnagas de soles. Poco a poco se fue sumergiendo, envuelta en el líquido abrazo. Parecía feliz, habitante de otra dimensión, libre de ataduras, sin lastre emocional, virgen de amor y pasiones. Lo último que vi fue su roja cabellera, antes de que una ola la cubriese con su velo azul. Desapareció de mi vista, como un espejismo licuándose entre las aguas.

Dicen que su amante, el causante de su desvarío, aún la recuerda y en noches soledad y canela añora su destello. Dicen que, en su deambular sin rumbo, se ha fundido en otros cuerpos, en otras caricias, pero no consigue borrar las huellas que, con sus colores, ella le tatuó en el alma.

 

1/27/2014

EN CLAVE DE TI


Pensarte


Sentir como el crepúsculo

ha pintado de pasiones

las nubes y el silencio.

 
Escucharte


Embriagarme los sentidos

con la suave cadencia

de tu cálido susurro.

.
Juntos

 
Zarpar en la barca

navegando el horizonte

de las sensaciones.

 
Mirándote
 

A través de un firmamento

salpicado de estrellas

y eternos planetas.

 
Desearte

 
Descubrir de tu mano

los infinitos placeres

del juego sensual.

 
Adormecerme

 
En el calor de tu abrazo

bajo la eterna magia

de las mil y una noches

1/26/2014

HUMANOS O DIOSES


Aquel verano en la Toscana fue como una terapia para poder seguir con mí día a día y afrontar nuevos proyectos. Mis hijas se divertían con los más jóvenes del pueblo y yo me llenaba las pupilas de luz, de aquella luz tan nítida que bañaba las viñas y era una inyección de adrenalina para el espíritu.
Las noches eran preciosas y cuando las niñas ya dormían, me sentaba en el alfeizar de la ventana de mi habitación a contemplar las estrellas. Allí la soledad parecía esfumarse en la cálida brisa y el tiempo se adormecía en las horas, casi sin pasar.
Aquella noche había luna llena y esta derramaba su lluvia plateada sobre las uvas maduras. Desde mi privilegiada posición las veía brillar en el cercano viñedo y el aire me traía un aroma especial que no recordaba haber aspirado jamás. Era un paisaje fascinante, hecho de sombras y blancas pinceladas.

Fue entonces cuando la vi, una etérea figura de larga cabellera que se movía entre las viñas. Bailaba al son de una música que yo no podía oír, pero que se ceñía a su cuerpo y lo agitaba como un junco. A su alrededor flotaba el aura de su vestido, una nube de seda rosada que dibujaba transparencias sobre su piel morena. El instante era mágico, un espejismo o una realidad concretándome el magnífico espectáculo de aquella ninfa surgida de la nada. Después de unos instantes de danza en solitario, apareció otro personaje, era un hombre. Se acercó a ella hasta rozarla, moviéndose a su ritmo. Cada gesto de sus manos se volvía caricia la brisa del contacto y entre ellos se inició un mudo dialogo de mutua seducción. El ritmo, primero suave, de puro cortejo, se fue volviendo más vibrante, una provocación cuerpo a cuerpo que caldeaba aún más la noche de verano. Fundidos el uno en el otro, las miradas enlazadas, el deseo flotando a su alrededor, creando una magnética atmósfera azul. Parecían los únicos habitantes de un mundo de ensueño. La escena era de una sensualidad increíble y yo estaba hipnotizada por su harmoniosa belleza. Él se inclinó para coger un racimo de uvas maduras y muy despacio se las fue brindando, rozándole los labios con cada perla dorada, mientras ella se deleitaba con su jugo para luego ofrecérselo a él con un beso.
Luego se abrazaron, deslizándose así unidos, hasta tumbarse en la tierra, entre las cepas. Estas les ocultaron a mí mirada, la luna se escondió tras una nube y el viñedo se quedo a oscuridad, como si una mano invisible hubiese apagado las luces de aquel escenario nocturno para proteger la intimidad de la pareja.

Silencio, penumbra y en algún lugar dos amantes conjugando la pasión.

Días más tarde me enteré de que corría una leyenda sobre Dionisos, afirmando que este regresaba las noches de plenilunio para hacer el amor con una de sus bacantes, aquella que le había robado el corazón.

No sé si lo que vi fue el espejismo de un sueño o el encuentro real de dos amantes que se habían citado en las viñas. Tampoco importa, dioses o mortales todos perseguimos lo mismo: El goce de los sentidos a través de las sensaciones y el cortejo sensual es una de las más maravillosas que podemos experimentar.

 

 

1/23/2014

PISADO, HERIDO DE MUERTE Y ENAMORADO.


Alex me creó hace siete años y desde entonces, gracias al trazo de su lápiz, he vivido las más increíbles aventuras. Sin embargo, nunca había experimentado lo que he sentido hoy. Creo que, desde la placidez que ahora envuelve mi espacio, ese instante perfecto bien se merece un homenaje hecho palabras.
Todo empezó esta mañana, cuando Teresa -la asistenta- abrió de par en par las ventanas para airear la estancia. Yo reposaba sobre la mesa del estudio, sumergido en un quieto ensueño que pronto se vio truncado por una imprevisible racha de viento que revoloteó por toda la habitación, llevándome con ella. Ingrávido y asustado, me elevé sobre los tejados hasta que la juguetona ráfaga se cansó de soplar y yo fui planeando, en una sutil caída libre, hasta aterrizar en la acera. No quiero ni pensar la de pisotones que habría recibido si aquel niño no me hubiera recogido a tiempo. Me mostró satisfecho a su madre, mientras bajaban las escaleras del metro y con ellos me adentré en un mundo para mí desconocido donde Alex nunca me había dibujado.

Observé que, en aquel espacio de luces y sombras, sus fugaces habitantes parecían tener mucha prisa. Sumergidos en el apresurado ritmo, recorrimos los pasillos llenos de seres anónimos que se me perfilaban pálidos e inconcretos. Así llegamos al atiborrado andén donde esperamos unos minutos hasta que, al llegar el metro, aquella ola humana se movió al unísono inundando el vagón. El niño quedó rodeado de adultos y yo, colgando de su mano, me encontré atrapado entre un bosque de piernas. Piernas de ambos sexos cubiertas con tejanos, peludas piernas masculinas surgiendo de pantalones pirata, otras elegantemente vestidas de ejecutivo, piernas femeninas luciendo ajustados leggins o enfundadas en finas medias, algunas desnudas bajo una sugerente minifalda… ¡Uauu! Sí, ésas eran las que más me gustaban, no podía apartar mis ojos de ellas. Pronto dejé de prestar atención a las masculinas para centrarme en las femeninas. Sobre todo en aquellas cuya sensual desnudez, resultaba tan excitante, despertando en mí todo tipo de libidinosos pensamientos. Se movían a mí alrededor y su efímero paso me envolvía en un fascinante hechizo. Su continuo desfile era un nirvana de sensaciones nunca antes conocidas. La visión de aquel paraíso de piernas era toda una invitación a dejar volar la imaginación sobre como serían sus propietarias.
Pero el trayecto había terminado. El pequeño y su madre se apresuraron a bajar y me vi llevado, una vez más, por aquel intrincado laberinto de túneles, hasta remontar a la superficie. El cálido beso del sol corrió a recibirnos y fue entonces cuando, sin saber de dónde salía, regresó aquella traviesa ráfaga que aprovechándose de mi liviana esencia, me arrancó de los dedos del chiquillo, arrastrándome de nuevo a las profundidades.


Fui   zarandeado de un lado a otro hasta quedar tirado a escasos metros de las escaleras mecánicas, en medio de un incesante ir y venir de apresuradas piernas. Fue inevitable que me pisotearan todo tipo de zapatos, algunos muy elegantes de fina suela de cuero y otros más deportivos, que iban dejando en mi frágil cuerpo el tatuaje de sus huellas. De repente, sentí un agudo dolor al tiempo que un punzante tacón de aguja me atravesaba el corazón y supe que era el final de mi aventura. Justo antes de perder la noción de todo aún pude ver las portentosas piernas que marcaban el ritmo de aquellos tacones. Parecían danzar con cada movimiento, eran seductoras, excitantes, las más bonitas que había visto nunca. En pleno éxtasis sensorial, di mentalmente las gracias por haber gozado de aquel maravilloso instante de deleite visual y perdidamente enamorado, me elevé feliz hacia el paraíso de los dibujos perdidos, desde donde ahora os escribo.

1/22/2014

¡CARPE DIEM!


Tuvo que pasar mucho tiempo de su vida, pero un día se dio cuenta. Por suerte todavía no rozaba la caducidad y entonces se dijo a sí misma: ¡Carpe Diem!
El cambio de chip le vino como consecuencia de un periodo de ansiedad, sin razón aparente. El motivo fue un derrame por saturación. Su vaso estaba demasiado lleno, por un exceso de sentido de responsabilidad. Fue entonces cuando detuvo el ritmo y se paró a meditar. Se dio cuenta de que la vida era un inmenso generador de estrés. Siempre corriendo para llegar a tiempo y justo al instante, darse cuenta de que habían trasladado la meta. Fue consciente de tantas mascaras de sonrisas para ocultar lágrimas. De muchas batallas ganadas como simple preludio de otras nuevas. De la protectora necesidad de no mostrar debilidades para no ser objeto de los buitres. Recordó tantas horas dedicadas a querer para luego ser olvidada y del estúpido empeño en perseguir utopías que se crean para desteñir el presente. De tanta pamplina para agradar y ser políticamente correcta. De tanto de nada, pues al final el balance siempre había sido en beneficio de otros.
Así que detuvo el interruptor, e hizo un profundo reciclaje. Guardó en cajas, bien precintadas, todos los tópicos aprendidos, hizo limpieza a fondo y bajo muchas capas de pintura impuesta, empezó a sacar sus verdaderos colores. No fue tarea fácil y menos cuando ya llevas años de conformista rutina, pero lo consiguió.
Ahora vive al día, ha hecho un pacto de conciliación con el pasado y no se plantea el mañana. Ha cedido algunas cosas, pero ha recibido muchas recompensas y atesora más espacios de felicidad.
A veces la veo paseando por la playa, se la ve en armonía consigo misma. Sabe que disponemos de un tiempo frágil e incierto y vive cada minuto como un homenaje de vida.
 

1/21/2014

VOLARE, UO, UOOO...


Recuerdo que de niña, a veces me invadía el tedio en medio de alguna clase. Era ese tedio producto de la lección ya aprendida y repetida hasta la saciedad, en beneficio de los alumnos menos receptivos. Entonces buscaba las ventanas para huir con la mirada, la mente saltaba a través de los cristales, me convertía en ave, volaba a ras de nubes y me posaba en ellas para curiosear lo que pasaba por allí abajo. Era la espectadora privilegiada que, desde aquel insólito palco, devoraba la mejor obra de teatro, la que se desarrollaba en el escenario del mundo.

Todo me seducía y desde mi nube viajera, me llenaba la mirada de sueños, veía cosas invisibles a otros ojos y así pasaba la clase sin darme cuenta, hasta que la maestra me sacaba de la hipnótica anestesia soñadora, para reclamar mi presencia. Ahora pienso que ese reclamo era un perverso deseo de pillarme in fraganti, en mi aparente abstracción... cosa que no conseguía.

Todavía me parece escuchar su voz de tono seco y autoritario…

_Màbel, sal a la pizarra y me solucionas el problema nº 8 de la página 15…

Entonces, durante un instante, envuelta en cálculos y reglas de tres, aterrizaba de mi nube, regresando a la realidad, Pero sólo era una pausa, un obligado intermezzo. Luego, camino de mi mesa, mientras la maestra, a regañadientes, me felicitaba por mi trabajo, yo regresaba a mi mullido observatorio, para sentir la brisa en el rostro y deleitarme con los colores que perfilaban la diversa acuarela de un mundo, que justo empezaba a descubrir.

Hoy, muchos años después, aún sigo huyendo por la ventana cuando me invade el tedio que me producen las cosas y las personas vanas. Todavía vuelo en mi nube, como una alada amazona, con la ilusión de mi infancia. He aprendido el valor de dejarse seducir por lo que es aparentemente invisible y a través de esa seducción he cultivado instantes imborrables. Es increíble la cantidad de pequeñas cosas que se pueden apreciar, con sólo tomarse la molestia de traspasar las rutilantes fachadas, os lo recomiendo.

Supongo que esa característica mía me sitúa entre el grupo que se denomina “diferentes” un modo más sutil de catalogar como "raros" pero nunca he pretendido alinearme con lo puramente establecido. Por otra parte, es una maravilla esta medida terapéutica contra la bacteria de la rutina ya que me libra de esa enfermedad tan común en nuestro tiempo cuyo nombre es: Aburrimiento.

 

 

1/20/2014

¡QUE EL JUEGO NO PARE!


Ella, había puesto un anuncio en diversos medios de comunicación que decía así: Necesito con urgencia un entrenador, porque últimamente no doy una. Cuando intento meter un gol, el esférico se me sale del área, me pitan penaltis, cometo faltas, tengo un montón de tarjetas amarillas y estoy al borde de la expulsión. Interesados, con buenas piernas, cuerpo cinco jotas y sonrisa azul, pónganse en contacto conmigo. Les espero sentada en el banquillo -soy la última de la derecha- Abstenerse simples imitaciones.

Así le conoció y casi sin darse cuenta un buen día pasó de ser entrenador a contrario.  Desde entonces, él se le ha definido como un contrario difícil. A veces, para pillarle el ritmo e intentar regatearle el balón de las sensaciones, debe darse una buena galopada por todo el terreno de juego. Con admirable tenacidad, busca sus lagunas defensivas y se atreve a lanzar alguno que otro chut, con mayor o menor fortuna. A veces sólo lamiendo el poste, otras rozando el larguero y algunas casi metiendo un gol. Él la ve más cercana al tacón de aguja que a las zapatillas de deporte y eso le otorga cierta ventaja, por despiste del adversario. Deportista nata no lo es, pero tiene otras habilidades que compensan y  vulneran al contrario.

Sin embargo, no vamos a quitarle merito pues, pese a ser una pardilla en ese terreno, ha ido mejorando mucho, e incluso ha conseguido algún gol memorable, de esos que levantan a la afición de las gradas, desatando futbolísticas pasiones. Entonces su ego femenino saca los pompones y los agita en un improvisado auto homenaje… ¡que una ya no tiene abuela!

En ocasiones ve premiado su esfuerzo y lo induce a compartir algún pase corto que conlleva un cierto roce de cuerpos. En ese instante de química corporal, ni la temida tarjeta amarilla les impide revolcarse por el césped, conjugando un sensual retozo. Entonces el partido se detiene, como suspendido en una erótica fantasía y todo el campo les hace la ola.

Ambos son cómplices a la hora de poner en juego el esférico de las sensaciones. Han librado partidos  pasionales, han experimentado nuevas jugadas y están abiertos a formar parte de la alineación de los sentidos.

Mientras el tándem progrese ¡que no pare el juego!

 

1/19/2014

EMBRIAGUEZ EMOCIONAL


Ella, la mujer del albornoz rojo, es parte de la lluvia que moja la tarde. Se desintegra en su líquido abrazo hasta caer en el asfalto convertida en río. Precipitarse hasta el mar la puede llevar, envuelta en olas, hasta tierras lejanas.
No sabe si la sal puede cicatrizar las emociones, sellando sus sentidos a cal y canto.
Pero si sus emociones se castran ¿seguirá siendo ella misma? ¿o acaso sólo será una nueva versión menos autentica, aunque más fuerte y reciclada?


El caso es que, de repente, se le han descontrolado las dichosas emociones y la lluvia de esta tarde la licúa y reblandece, la hace frágil y le moja el rostro. Con esta panorámica puede acabar hecha un desastre. A no ser que cambie el Adagio por música latina y se marque un meneo de caderas por toda la cocina, mientras está en plena intendencia.


Al pasar por el salón, en busca de un plato, ve unas huellas azules repartidas aquí y allá. Las sigue, acoplando el ritmo a sus perfiles y sonriendo a lo bobo, como corresponde a una embriaguez emocional. Una borrachera de esas de órdago, que luego desencadenan una buena resaca sensorial.
Se desplaza por toda la casa, tras las huellas que están por todas partes, suben las escaleras, marcan húmedos charcos en el baño y se intuyen entre las revueltas sabanas.


Se reboza en ellas y siente un cosquilleo que vibra bajo sus dedos -azul, por supuesto- mientras intenta atraparla una a una, para guardarlas en un frasquito de cristal, como a un preciado perfume. Tal vez en algún momento le vengan bien unas gotitas sobre su piel, huérfana de caricias.
Abrazada a la almohada se siente como una minúscula isla en el inmenso océano de la vida. A veces bañada por un sol radiante y azul, de irresistible mirada. Otras, apagada y vestida de lluvia, con un chubasquero de vivos colores, para disimular esa aguada en gris que la decolora.
El caso es que no domina las inclemencias del tiempo, ni sus nocivos efectos sobre los cultivos de sensaciones. Así que dejará pasar el chaparrón, bien parapetada tras su chubasquero, hasta que un rayo de sol la cosquillee de nuevo.


Sigue lloviendo y la lluvia le moja el rostro, pero por grande que sea el aguacero no logra borrar ni una partícula de sus emociones, arrastrándolas al océano del olvido, ni siquiera destiñe esas traviesas huellas azules, que aún juguetean entre las frías sabanas.
 

1/17/2014

DIALOGO CON MI SOMBRA


Vamos por la ancha avenida mi sombra y yo. Ella no sé dónde va, yo voy al centro, por gestiones varias. Anda pegada a mí, en ángulo oblicuo, algo avanzada, aunque sin prisas, como yo. Una sombra solitaria perfilada por un sol que se ha despertado vestido de verano. Su trazo, color humo, juguetea entre las siluetas de los árboles, escondiéndose en ellas, dejándolas atrás en su inmovilidad forzada y borrándose al abrigo de los edificios, para luego resurgir de nuevo, como un travieso espejismo que viene y va.

Me pondría a dialogar con ella, pero ¿qué le voy a contar que no sepa? El estar siempre pegada a mi le otorga el privilegio de saber todos mis secretos. Me pregunto si ella tendrá alguno, es tan silenciosa y sutil que a veces se me escapa y me olvido de su presencia. Doy la vuelta a la esquina y desaparece, aunque sé que va pegada a mis talones, siguiéndome impertérrita. No se puede decir que no sea una fiel compañera. Un centinela sin materia, al que nada destruye, salvo la oscuridad y el fin de mi propia existencia.

Se mueve en una oscilación mirifica a capricho de la luz y su reflejo. Avanza segura ¿o soy yo la que avanzo? Ahora mismo no sabría decir quién lleva a quién. Ojalá pudiera preguntarle qué trayecto seguir, que rumbo dar a mi vida, pero su fidelidad no sabe de palabras, sólo de presencia. Unidas por el sol y su mirada, me pregunto si tendrá sentimientos o tal y como parece es un sólo mi yo en blanco y negro.
Estaría bien el poder hablar con ella y contarle aquellas cosas que no expreso, pero dudo que me satisfaga un monólogo sin respuestas, aunque bien mirado podría responder yo misma, pues somos una ¿Acaso me dan miedo mis respuestas?

_ ¿Tú qué crees, sombra?

Silencio…

_ Sí, ya lo sé que andar todo el día pegada a mi es un coñazo, pero por lo menos dame una señal..

Silencio…

_ Vale, mensaje captado. Debo de estar más loca de lo que pensaba para liarme a hablar con una sombra.

_ Eii, Màbel ¿cómo estás?

(Yo, saliendo de mi encantamiento)

_ Hola ZZZZZ, no te había visto, perdona iba distraída (y hablando con mi sombra)

A este saludo le sigue un típico dialogo de convencionales preguntas y banales respuestas, que carecen de todo interés.

 _ Adiós Màbel

_ Adiós ZZZZZ

(Suspiro de alivio)

_ Y bien sombra ¿por dónde íbamos antes de la interrupción? ¿Si prometo sacarte a pasear cada día de sol, me das un susurrito?

Silencio con un leve pestañeo ¿O será el polvillo de la acera?


Soy muy tenaz, así que mañana le hablaré de nuevo, aunque me responda en clave de silencio.

MI PROPIA ACUARELA


A veces me comparo con el mar
que desde niña me fascina,
embriagándome la piel de azules y sal.
Anhelo ser como la furtiva ola
que juega y coquetea con el viento,
fundiéndose en la arena de la playa
para renacer al instante de ella misma,
regresando al misterioso océano,
buscando entre las fluctuantes mareas
la íntima cala donde reposar.

Otras me siento como una gaviota
que ansía abrazar las nubes,
oteando infatigable el horizonte
desde su exclusiva atalaya de rocas.
Gozando de la salada brisa,
volando libre, los ojos llenos de sueños,
las alas abiertas a la luz,
siempre intentando atraparla
siempre…

Pero luego desciendo a la tierra,
y no soy ola, ni gaviota.
Tal vez no soy ni de aquí, ni de allá.
Sólo espectadora de un mundo ajeno
en el que se imponen las reglas,
intentando alinear nuestros caminos
y cada día se estrena una mascara
a fin de ocultarse, para no ver.

Es por esa razón que, a veces,
me atrapa el deseo de romper con todo
dibujando locuras e imposibles,
perfilando quimeras que ahora están y luego no.
Persiguiendo secretos y huidizos sueños
llenos de irisadas transparencias
como vistosas pompas de jabón
que se pierden en el tacto de la brisa.
Levantando efímeros castillos de arena,
aunque sé que morirán con el soplo
del viento cambiante y fugaz.

Sí, bajo el azul plenilunio ansío ser estrella
y navegar entre los astros errantes
bailando desnuda bajo su luz.
Bañarme en un crepúsculo magenta
o en el ambarino esplendor de la aurora
enredada a sus metamorfosis.

Pero sé que la sensación más sublime
es amar intensamente la vida,
entre los misteriosos velos de la noche
o bajo la caricia del lujurioso sol.
No importa el lugar ni el momento
sólo amar, amar intensamente.

Éste es el resumen de mi acuarela
siempre versátil y en movimiento
igual que la luz y las sombras
la tempestad y la calma
o las frágiles dunas del arenal.

Después de todo, como buena Piscis,
no soporto la rutina ni el aburrimiento,
pero en mis eternas contradicciones
necesito una íntima y escondida cala,
donde fondear mi barca, oír el mar
y gozar con el murmullo del silencio.

Un lugar especial y único
en el que hallar una mirada cómplice
un beso, una mano, un latido,
un abrazo, un gesto de ternura
y una pincelada de sensualidad
trazando el punto de fuga del deseo.

1/15/2014

DESDE NUNCA JAMÁS


Sigo abducida por el poder afrodisíaco de este plenilunio y me sumerjo en una noche de peces voladores y sueños destilados en el alambique del deseo. Ahora mismo, volaría contigo al país de Nunca Jamás donde el tiempo se duerme en los relojes de la nada, hasta oxidarse en el vacío y caer hecho añicos. En la pequeña isla, te dejaré un camino marcado con pétalos de luna, para que me sigas y tu sombra le meta mano a la mía. Eres como una droga de placeres infinitos y cada una de mis células clama por tu cuerpo y añoran el vértigo de tu abrazo. Ellas saben de ese vuelo azul de mariposas que eclosiona en mis sentidos, cuando mi mano se enreda en tus cabellos, demorándose en el gesto por tu espalda, sin querer regresar a mi.

Si pudiese desandar la noche, para que no se terminase nunca, modelaría este sueño hasta sentir tu piel bajo mis dedos. Te daría forma, aroma y sabor para luego perderme en tus puntos cardinales y sembrarte en cada uno manojo de libélulas que nos anudaran el éxtasis, con sus alas.

Como ves, no tengo remedio, o quizás mi locura sea el efecto secundario de este afrodisiaco plenilunio que me bebo a sorbos en la copa del insomnio. Lo dejaré hechizarme, hasta los tuétanos y te aviso que, ahora que todo es silencio, voy a salir a buscarte, con la luna por linterna y las estrellas titilando en lúbricos anhelos. Te llevaré a Nunca Jamás y nos meteremos mano, bocas y lenguas, hasta licuarnos enteros. Seremos charco de pasiones, remolino cósmico, vórtice de placeres. Alados, desbocados, anudados, desnudos satélites de Venus en una isla sin tiempo.

No te preocupes por el cocodrilo, me ha asegurado Campanilla que está persiguiendo a Garfio.

1/14/2014

HOY, ME REBOZARÍA EN LUNAS CONTIGO

Hoy, si pudiera, me rebozaría en lunas contigo. Ya sabes, el plenilunio desvela locuras y disipa la realidad del momento. Así que permíteme crear un mirífico oasis y reclinarme sobre tu silencio de cristal a contemplar el mundo. Préstame tu hombro desnudo para que, apoyada en él, me disuelva en tus aromas, hasta que se me fundan los cables. Este anochecer, bajo la luna llena, cantan las caracolas y las olas desvisten la orilla besando sueños de arena. Déjame recorrerte, amasarte entero con el tacto del deseo y ver como se arremolina la sonrisa en tus pupilas. Fuera, la brisa se ha detenido para no despertar a las hojas del tamarindo que reposa sobre un lecho de algas. Ahora mismo me bebería sus frutos en tus labios, hasta saciar mi sed de ti.

Suena una música azul, un espejismo sonoro que hace que todo el universo se agite en clave de azul. Te desnudo y me desnudas y nos bañamos con agua de luna entre las dunas. Tú me frotas con esponjas de pasión, hasta acunarme en pompas de jabón y yo te tiento con mi cuerpo, dibujándote lujurias con el pincel de mis pechos. Resbalamos, entre una orgía de planetas errantes que retozan con las estrellas y el éxtasis cabalga en tus cimas más ocultas. Cabalgo con él, anudada a tu piel, desprovista de toda cordura, hasta devorarnos enteros y relamernos las almas. Te sumerges en mí y deshecha en virutas de fuego me dejo ir, sin lastre, sin miedo, convertida en una diosa del deseo.


Hoy, si pudiera, me rebozaría en lunas contigo, pero de momento me limito a desteñir las horas de este plenilunio sin ti escribiendo locuras en papiros de sueños.

1/12/2014

AMO, AMAS, AMA...


Le gustaba jugar con las palabras, modelando sus trazos para crear un mundo colorido y diverso sobre folios de papel. Un mundo donde todo era posible y en el que dominaba cada rol, cada emoción. Buscaba, en el diccionario de la vida, nuevos matices para conjugar el vocabulario. Los mezclaba, esculpía y ordenaba en literaria armonía, para luego tenderlos al sol de la vida. Vocales y consonantes, mezcladas en plena orgía, eran las fieles compañeras, que nunca la defraudaban y el poema o la prosa, la opera prima de sus fantasías.

Un día, de eso hace ya bastantes meses, una palabra, ya conocida, la sorprendió con nuevos matices. Era sencilla y universal, parte vital del ser humano. La palabra era: amar. La había utilizado muchas veces en sus versos y en el tapiz de sus textos, pero nunca, hasta entonces, se le había manifestado con la intensidad de esos colores. Le llegó un día de Febrero, cabalgando sobre una estela de rico cromatismo que recomponía exóticos mosaicos de sueños e ilusiones casi olvidadas. Era como si de repente, mirase a través de un calidoscopio, por mucho tiempo guardado en el desván de los sentidos. Cada vez que lo agitaba, bajo la mágica luz de las sensaciones, se recomponía un nuevo mosaico, ofreciéndole una visión tan sugerente e intensa que la hechizaba hasta hacerla volar con alas de pasiones, deseos, ternura, alegrías, sentimientos, locura, miedo.

En algún punto inconcreto de su cerebro, se encendía una luz de alarma cada vez que conjugaba la palabra amar. La lógica no entiende de sensaciones y pone acento de cordura, pero ella ignoraba una y otra vez aquel aviso. lo desteñía de la mente creando metáforas y versos con la palabra prohibida. Atrapada en su extraña alquimia seguía experimentando con ella, forjando utopías, dibujando emociones, jugando con fuego y alimentándose de su sonoro latido.
Era una magia incontrolada, algo inesperado y perfecto que la elevó a cimas desconocidas. De hecho me han dicho que por alguna de esas cimas, sigue. Sola, en su mundo de palabras. Revolcándose en ellas, esparciéndolas al viento, dejándolas caer en cascada, cosiéndolas a su alma, germinando poemas, conjugando despropósitos.

Tal vez la veáis al alba, sentada en su cima, trazando con un pincel de letras, mariposas azules de sentimientos en el inmenso folio del universo.


1/10/2014

COREOGRAFÍA URBANA


Reptan sobre el asfalto las últimas sombras de la noche y en el cielo una luna cansada se desfibrila en brazos del naciente amanecer. En un diáfano vuelo su pálido destello se derrama entre volutas de neblina, hasta arremolinarse en la agonizante luz de las farolas, para luego flotar a ras de suelo. Salgo a la calle y me uno al éxodo de seres que desfilan perezosos, hacia destinos diversos. Caminan sincronizando sus pasos al ritmo urbano de una ciudad que bosteza, mientras suena el despertador de anónimos sonidos y rugir de motores. Fantasmas de cemento y ladrillo se alinean a cada lado. Son fruto de la metáfora visual que esculpe la niebla. Vigilantes centinelas en perfecta formación custodiando el paso de los viandantes que parecen ignorarlos.

Camino, sintiéndome flotar en esa atmosfera irreal, casi de ensueño e intento acoplarme a la coreografía que ejecutan rodillas y pies. Intento ser parte del cuerpo de baile que circula a mí alrededor. Doy pasos inciertos, con mi mal estilo de imitadora, me equivoco, tropiezo, me observan como a un bicho raro. Los espectros de la guardia van apagando sus miradas de luz tras las ventanas. Parecen cerrar los ojos a mi torpeza en seguir el compás del grupo. Soy consciente de que no me gusta bailar al ritmo de todos y una vez más me niego a hacerlo. Dejo fluir mis aires de rebeldía e inicio mi propia coreografía. Cada paso es una liberación. Los invento, los ensayo, les pongo mi acento y mi alma y me muevo cada vez más segura. Ando a contracorriente, rasgando mi propia niebla, saludando a los fantasmas de ladrillo y cemento y marcando diferencias. Camino, bailo, salto, corro libre como el viento. Me siento bien y elevo el tono a un crescendo vivace.


Como robots programados, los transeúntes siguen su desfilar coordinado, rodillas y pies, todos bailando la misma melodía ya aprendida, lenta, con sordina, escrita en pentagramas de rutinas.

1/07/2014

EL ESPEJO DEL DESEO


Era un hombre exento de colores que ni siquiera se identificaba con el blanco o el negro. Era gris, vivía una vida gris, tenía un trabajo gris, una relación de pareja gris, un carácter gris y para redondear vestía siempre de gris. Así de neutro evolucionó durante su primer medio siglo de vida, día tras día, año tras año, hasta que apareció ella y revolucionó su universo.

Nunca podría olvidar la primera vez que se le manifestó. Fue una mañana de mediados de Marzo. Él estaba ante el espejo, entregado a su higiene matutina, cuando ella salió de la ducha. La vio reflejada en el espejo, desnuda, con aquel cuerpo de diosa perlado de diminutas gotas y la húmeda cabellera de fuego cayendo sobre sus pechos. Se quedó boquiabierto, con la cuchilla de afeitar suspendida en el aire y las sensaciones galopando desbocadas. Ella sonreía y su mirada era una invitación al pecado y a mil placeres intuidos. Se movía con andares felinos y suaves a la vez, acercándose, hasta casi rozarle. Él seguía inmóvil, fascinado por aquella sublime aparición, hasta que, en un deseo de rozarla se dio la vuelta y alargó la mano. En ese momento casi se da de bruces con su mujer que, tras dar un respingo, le lanzó con aire exabrupto un “¡Pareces atontado, esta mañana!”

Si, esa fue su primera vez, pero desde entonces la pelirroja de mirada seductora y sinuosas curvas se le aparece en todos los espejos, no importa el lugar, aunque cada vez que ansia tocarla, haciendo de ella una realidad tangible, al mirar hacia atrás, ella no está y sólo encuentra una imagen femenina cualquiera, que casualmente cruza por allí.
Coqueta y traviesa lo seduce sin palabras y le pinta colores en el mapa del aire. Desde que ella está ha dejado de vestir de gris y en su armario incluso cuelga una despampanante camisa roja. Sus sentidos son ahora como un calidoscopio inmerso en un juego de formas y matices cambiantes, capaces de fluir en las más diversas fantasías. 

Todos a su alrededor han notado el cambio, incluso su mujer. Él que nunca había sido apasionado, desde hace unos meses, practica el juego sensual con una intensidad sorprendente. Lo que no sabe es que, mientras la caricia en la penumbra, se imagina bajo sus manos a la mujer del espejo y es con ella con quien hace el amor y sacia el deseo.
En momentos de cordura él mismo se cuestiona si estará enloqueciendo, pero enseguida borra toda preocupación, pues nunca se había sentido mejor. Así que busca con delirio en cada espejo a la mujer de su sueño y se deleita con esa visión fugaz e intemporal, atrapado en una especie de alocado Carpe Diem.


Ahora incluso canta en la ducha y se permite algunos pasos de baile, aunque no con demasiada fortuna. Por primera vez en su vida se siente vivo y feliz y es que la mente humana tiene sus propios recursos para no morir en la rutina.

1/06/2014

INSOMNIO FELINO Y AZUL

Sentada frente a la chimenea contempla las llamas abrazándose entre si, devorándose, como amantes entregadas a una desenfrenada orgía. Crepitan, elevando un canto de lujurioso fuego, mientras la tarde pasa en un fluir de horas tranquilas y oceánicas.

Aún perdura en su piel el latido de aquel insomnio azul que desbocó la pasión de los cuerpos. Fue un encuentro en el reino de Morfeo, tumbados sobre las dunas de la noche, hilando una telaraña de caricias, anudando brazos y piernas, compartiendo besos con labios sedientos de agua de luna.

La oscuridad no le permitía ver sus ojos, aquellos donde brillan todos los colores del mundo. Sólo veía su cuerpo desnudo a contraluz, inclinado sobre el suyo, acoplado al suyo, navegando el deseo en la misma barca, hacia el mismo puerto.

El insomnio se despeñaba por precipicios de pasión, entre susurros y silencios, rodeado de una atmósfera felina y azul. La melodía era el placer, un puente entre ellos, pura química fluyendo en la hipnótica polifonía de la hora bruja.

El fuego sigue crepitando en la chimenea, ella sonríe a la nada, o tal vez al todo de sus días, va cayendo el telón de la luz para dar paso al escenario de las sombras.

Se levanta perezosa, pone música, su música, la que lleva su acento y le devuelve a su amante con cada nota. Lady in red se expande por la estancia y ella, vestida de rojo, se traslada a otro espacio, no muy lejano. Aquel en que el ritmo fue juego erótico, seducción, delirio, vida.



1/03/2014

ELEVANDO ANCLAS

“Al final de la última campanada, con el sabor a uvas en sus labios, ella mentalizó un deseo. De eso hace ya muchos años, la vida se le escurrió de entre las manos, como el agua clara y el deseo nunca se cumplió”

Acabo de leer ese último párrafo del libro que me ha atrapado durante estos días. Lo cierro y me quedo con él, sobre las rodillas, mientras pienso en todas las veces que se piden deseos que generalmente son utópicos, pues de no ser así los tendríamos al alcance de la mano y dejarían de ser deseos. Estos se pierden tras las estrellas fugaces, el humo de las velas de cumpleaños o el eco de la última campanada. Sin embargo seguimos pidiéndolos, convocando imposibles y soñando.

Yo misma pedí mi deseo hace poco, al iniciarse en año. Como la protagonista del libro lo dibujé mentalmente, con el sabor a uvas en los labios y el silencio de las campanas flotando en el jolgorio. Un deseo azul, que se deshace en espirales de humo, sin concretarse, pero que la traviesa brisa me trae de nuevo. Azules volutas que van y vienen a caballo de sonrisas, gestos, miradas, tal vez de la magia de un beso o del calor de un abrazo.
Eso sí, si algo he aprendido con la lectura es que la inercia de las ensoñaciones no es buena para los deseos, los acota, los encalla. Hay que moverse, perseguirlos, luchar por ellos, ser perseverante y pasar a la acción. Ser espectadora no lleva a ninguna parte. Es cómodo, si, pero nada gratificante. Así que voy a por mi deseo, con todas mis armas, con todos mis sentidos, desnuda de prejuicios.


Elevo el ancla y navego tras esa liquida fantasía, tras el universo marino de su cuerpo celeste bajo mis sábanas, tras la luz de nuestra pasional alquimia. No importan los escollos, ni el mañana, aún con peligro de naufragio merece la pena. El final siempre es incierto, lo mejor sé que lo encontraré en los puertos en que se crucen nuestras naves.