9/20/2016

UN VERANO EN EL RECUERDO


Cabo de Gata
Venecia

Ahora, que el verano se desliza, perezoso, por su recta final, siento el latido de las vacaciones envuelto en un aura de nostalgia.
La tranquilidad, que tan bien fluía en el Cabo de Gata, con sus mañanas de mar y sol y sus tardes a la fresca, ha dejado paso a las prisas y obligaciones cotidianas. El placer de poseer el tiempo, olvidado el reloj y los horarios, quedó atrás, al igual que la sensación de libertad y el discurrir de las tertulias familiares.
Fueron unos días de desconecsión total, al abrigo de las olas, la intensa luz mediterránea, el susurro de la brisa y una luna de otoño convocando mareas.

Después de una inolvidable semana, cambié la tranquilidad por la magia de lo inverosímil, volando hacia Venecia. La ciudad me recibió, como tantos otros veranos, con el sol bailando en el mirifico reflejo de los palazzi y el denso transitar de barcas, góndolas y vaporetti, deslizándose por un aparente y controlado cáos acuático. Navegando por el Gran Canal, en plena noche, escuché el silencio majestuoso de sus muros, reposando bajo la mirada de la luna. crucé puentes y pequeñas plazas en penumbra, compasando mis sentidos la rítmica cadencia de las góndolas, meciéndose al compás de la laguna.
Alejada del circuito turístico me perdí por el laberinto de las estrechas calles, dejando que mis pasos vagaran al azar de la improvisación. Regresé a rincones, ya aprendidos, con la mirada de quien no deja nunca de buscar nuevos colores.
Y sobre todo, recuperé el encanto de la noche veneciana. El embrujo de esa especial atmósfera, que flota en el ambiente, cuando la gran masa turista ya se ha retirado y sólo prevalecen los sonidos de la laguna flotando bajo la tenue luz de las farolas, junto con las notas de alguna melodía errante que envuelve con su acento sonoro el misterio y la magia que emanan de la ciudad.
El día de mi partida, camino de Piazzale Roma, me prometí a mi misma regresar en primavera. Dos buenas razones conjugan mi atracción por Venecia: una, familiar y afectiva y la otra, la llamada hipnótica de l'Isola.