12/22/2014

SÍNDROME DE KLEENEX



¡Aah, aaah, aaaachiiis! Uff, perdón. Aquí, sentada en medio del caos, me siento como un kleenex usado y abandonado en un rincón de este frío local.
La verdad es que hoy los kleenex son parte de mi equipaje. Un equipaje cargado de estornudos, tos y congestión nasal que me esta convirtiendo en lo más parecido a una mujer piltrafa. Entre eso y que voy embutida en mil jerseys puedo afirmar que soy la viva imagen de la anti lujuria. Pero confieso que en estas circunstancias en lo que menos piensas es en comerte un rosco.

La humedad se me cala hasta los huesos y necesito con urgencia un chute de paracetamol. No he comido, excepto un magro y apresurado desayuno, del que mi desfallecido organismo ya ni se acuerda. Aunque debo añadir que un amable y desconocido operario de la construcción, me ha traído un café... que, por el peculiar sabor, no tengo claro que fuese realmente café sino algún tipo de sucedáneo, pero por lo menos estaba calentito y me ha reanimado, tanto como un boca a boca por un socorrista cachas. El mismo chico, más tarde, me ha ofrecido unas mandarinas, que he declinado por ser parte de su propia comida, a pesar de que se las he agradecido tanto como si hubiesen ido a para a mi quejumbroso estómago que protestaba indignado. Es curioso como gente que no te conoce de nada tienen un bonito detalle y para otros, por los que te desvives, eres invisible.

Me reconforta pensar que en medio de este gripazo y la obligada abstinencia, voy a convertirme en una sílfide y voy a poder embutirme en una XXS, lo que demuestra que no hay mal que por bien no venga.

Entre estornudo y estornudo, fluyendo por la corriente de aire, voy pasando la tarde, tecleando esta paranoia en la tablet y soñando con mi casa calentita y mi cómodo sillón, con aquella pequeña manta con estampado de tigre incorporada, bajo la que me arrebujo tan a gusto.
Ya lo decía mi abuela: si no te cuidas tú, nadie más lo hace por ti. Así que voy a revestirme del más puro egoísmo y en cuanto me releven me piro y corro a mi refugio para mimarme un poco, que ya me toca.

Mientras espero, soñare con que un mítico príncipe azul me trae una tisana calentita y un tenteempie rico, rico. Soñare que me da un masaje en las entumecidas cervicales y me prepara un baño caliente con sales perfumadas de eucalipto. Soñaré... en fin. eso: simplemente soñaré. Porque es bien sabido que los príncipes azules no existen sino en la mente de las soñadoras como un raro especimen, casi utópico, creado por las féminas, para sobrellevar la pura realidad.

  

12/14/2014

DULCE NAVIDAD




Pasea, por el filo de una noche sin luna, entre luces de Navidad y villancicos. Los escaparates brillan en intermitentes sucesiones luminosas y un éxodo de transeúntes se mueve de una tienda a otra cargados de bolsas. Se respira una atmósfera festiva y los niños sonríen embobados ante un Papa Noel de voluminosa barriga que reparte caramelos en medio de la calle.

Los observa, con una mirada de nostalgia, mientras cruza por entre los tenderetes que exhiben todo tipo de adornos navideños, musgo, abetos ramas de acebo y figuritas de pesebre. Todo ello la lleva a pensar en las cajas almacenadas en el sótano de su casa, repletas de bolas de colores, lazos, guirnaldas y pequeños personajes de un Belén, que hace tiempo reposan en el olvido. 

Por un instante, recuerda aquellas tardes de fin de semana, previas a la Navidad, en que el universo de su hogar se convertía en un alegre caos, en un torbellino de niñas revolucionadas ante la perspectiva de las fiestas. Eran jornadas especiales en que la casa vibraba al ritmo de ese espíritu dulzón que aúna las familias alrededor de los típicos rituales y ella disfrutaba creando esos espacios para sus hijas.
Eran tiempos felices, de hogar, de mesa llena de familia, de risas y también de compras clandestinas, celosamente guardadas en lo alto de los armarios, para ver la luz la mañana de Navidad.

Ahora, con el paso de los años, todo es diferente. Pasea sola por entre la gente, para matar el tiempo, ajena al espíritu festivo pues, para ella, esas fiestas han dejado de tener trascendencia. Son demasiadas las ausencias y lo único que desea es que los días fluyan rápidos y todo vuelva a la normalidad.
Al final de la calle otro Papa Noel toca una campanita para atraer a los niños. Bajo el disfraz se adivina un chico joven. La prominente barriga de atrezo no conjuga con las notas juveniles de su voz. Al pasar a su lado le sonríe y ella le devuelve la sonrisa.

La mujer, sigue su camino, a paso lento, como intentando ralentizar la llegada a la casa que la recibe entre silencios.

Un silencio que acecha tras la puerta y se expande por las estancias como un mantra de soledad. Mientras sube la escalera, camino de la habitación, apela a todo su escepticismo para convencerse a sí misma de que ha dejado de creer en la magia y los milagros, pero una voz interior, casi un inaudible susurro, vibra en algún punto de su alma, conjugando un contrapunto de esperanza.


12/10/2014

VIVENCIAS





El camino que serpentea entre los pinos desciende suavemente hacia la playa, el fresco rocío matutino ha rizado la hierba que lo bordea, haciendo que esta se incline a mi paso. Como en un suspiro la aurora desnuda la noche, sombra a sombra la despoja de sus velos, en un vuelo de luces que vienen de la nada y del todo, lentas pero impasibles, con toda la magia que les confiere su eternidad. Tras el quieto horizonte una mano invisible desgarra imágenes latentes, apresadas ya en la sábana de los sueños. El día presagia nuevas batallas acechando tras los recodos del sendero de la vida. Un vuelo de golondrinas y las ramas que se agitan revelan la urgencia de la mañana por desterrar oscuridades.

Alargo la mano hacia la rugosa corteza del solitario árbol que reposa en la arena y siento su esencia vegetal y arcana latiendo bajo la leñosa piel que ha tejido el tiempo. Reposo en él mi frente y me transformo en hiedra trepadora, elevándome entre la cúpula que trenza el ramaje, colgando allí metáforas de palabras que llenan el espacio de susurros y luz. Las transformo en utópica armonía para dibujar un mar de sueño sobre el blanco evocador del papel y dejo fluir el instante, saboreando la alquimia de las pequeñas cosas..

Doblo cuidadosamente los colores, la playa y un retal de vida perfumada de amor, para guardarlos en los cajones de mi pequeña historia, con el tomillo de la añoranza.

Los versos  que dibujo en el paisaje, son una especie de catarsis de todo lo que hierve en mi interior, edificados al margen de la soledad que cada noche reclama requiebros de amor al alma nostálgica.

En su cíclico y eterno viaje, el sol estalla sobre las aguas, conmocionando mis sentidos y me cuelgo de la loca veleta que todos los vientos agitan, pero sin perder de vista el refugio que me acoge en este pequeño planeta de color esmeralda y luna intensamente azul.  

12/07/2014

TIEMPO INSOMNE




A pesar de haber cerrado ventanas y puertas, pasada la medianoche se presentó de nuevo. Entró como siempre, sin ella esperarlo y se sentó en el sofá, con aire indolente, dispuesto a pasar la noche. 

Ella intentó ignorarlo, pero el indeseable huésped se sabía todos sus trucos y no estaba dispuesto a dejar su cómodo espacio en el sofá, que tan familiar le era.

Resignada al fin, decidió que lo mejor era sentarse frente a él y fluir en la compañía de esa extraña pareja, porque cuanto más intentaba eludirla, más intensa se hacía su presencia.

Llevaba mucho tiempo apareciendo en sus noches. No sabría decir cuánto, ni siquiera cómo fue que apareció la primera vez, pero era de lo más inoportuno.

Hoy era uno de tantos días en los que se colaba en su casa y ella sabía que no sería el último. Había aprendido que en esos casos lo mejor era adaptarse y no luchar. En la lejanía oyó sonar el campanario de la iglesia. Contó una tras otra las horas. Eran las tres de la madrugada.

El tiempo parecía no tener fin y cada minuto se le hacía eterno. Llegados a ese estadio de cosas, ya no estaban sólo ella y él, sino que en la sala se habían congregado otros personajes. La reunión era variopinta. Daba la impresión de que no tenían nada en común, sin embargo todos tenían relación. Su existencia estaba enlazada a los hilos de su vida y cada uno  era consecuencia del otro.

Los observó moverse a su alrededor, con sus máscaras intemporales congeladas en la expresión de una sonrisa irónica. Se sentían a sus anchas, pululando por su noctámbulo espacio, como si no se resignasen a pasar página y dejarla seguir su vida en paz. 

La situación era del todo surrealista. Los viejos fantasmas del pasado y su insomnio allí juntos, en aparente armonía y en medio de todos ella, tumbada en la cama, mientras la absurda reunión cobraba visos de aquelarre. Una inquietante orgía de personajes, danzando por los salones de su mente, de modo incontrolado, mientras iban cayendo las horas.


12/01/2014

DOS LUNAS



Esta noche de lluvia y silencios,
 somos la metáfora de dos lunas colgadas
de la celeste bóveda del universo,
compartiendo el insomnio del deseo.
Envueltos en oleajes de plata
volamos libres, ejecutando un vals
por las azules estancias del aire.
Acoplados, dibujándonos los cuerpos,
interludio de labios y tacto que se confunden
en busca de un mítico horizonte.
Hay un conjuro de palabras
y tu voz se diluye en el teclado de mi piel
ejecutando esa melodía suave
escrita en el pentagrama de los sentidos
El placer es fuego entre dos oscuridades
y se multiplica en cada poro
con el cárdeno eco de la pasión.
Sumergidos en un artificio de colores
el tiempo cálido y violento se diluye
y la ternura reconduce la marea
en un abrazo que se alarga, sin fin,
por el ensueño de palabras susurradas
unidas por hilos de caricias.

El volátil paisaje de la noche
se cierra sobre la estancia
moteado de luces y sombras
y yo reposo en el goce de tu latido
enlazado a la cadencia del mio