1/26/2015

VOLAR SIN MIEDO




Rodeada de luna respiro la noche mientras veo como se aleja aquel sueño tan deseado, perfilado con hilos de locura. Atada por lo absurdo de la lógica terrenal, siento que no puedo volar tras él. 

Me pregunto donde irá a parar y cual será el lugar donde se queden suspendidos todos aquellos sueños cedidos a la vida, perdidos en los recodos del camino o hechos añicos por la propia estupidez. Tal vez levitarán eternamente, como pequeñas estrellas, ocultas tras la otra cara de la luna o simplemente se convertirán en aquel cometa errantes que pasa dejando un efímero destello de luz, para desvanecerse en la oscuridad del vacío.

El plenilunio me envuelve y atrapada en su magia, me resisto a perder mi sueño. En pleno acto de rebeldía, alargo la mano intentando retener su estela azul. Esta noche me siento capaz de elevarme y volar sin ataduras y sin medir el riesgo de la caída.

Cada sensación, cada deseo, es un suspiro de vida y resistirse a su llamada produce un letargo anímico. Así que me elevaré y seguiré volando sin miedos, hasta donde el corazón me lleve y si me caigo en pleno vuelo, tendré que curarme las heridas, pero cuando mire atrás, lo haré con la satisfacción de haber vivido.



1/19/2015

AMANTES



Las arterias luminosas de la ciudad
perfilan un arabesco en la penumbra.
Una pulsación obscena y embriagadora
que vibra al compás de nuestra erótica danza.
Hace horas que se han borrado los colores
y la urbana noche perfora los oscuros suburbios
con su pálida marea de lunas de neón.
Sensual, como el suspiro de una ninfa,
la música reverbera en la estancia
y en su cadencioso fluir aviva el deseo.
Es el inicio de un juego secreto y sin límites
donde se va gestando el gran banquete.
Somos comensales de un festín de placeres,
gestados en el crisol de la pasión.
Un festín que eclipsará la llegada del alba
con su pincel de realidades.
No podemos cambiar la evidencia
que la luz del nuevo día proclama,
pero si asumir la plenitud total
antes de volver a ser esclavos de la añoranza
y del zigzaguear punzante y paranoico
que traza la serpiente de la culpabilidad


1/13/2015

LA MAGIA DE LA LAGUNA



Había una vez una niña que nació ciega a lo banal, a lo ficticio. Su mirada traspasaba las barreras que imponen lo preestablecido y buscaban la esencia, pues ella intuía que era lo que le daba valor a las cosas. A veces se perdía en ensoñaciones de colores y creaba sus propios espacios. Su cielo era de un radiante azul cian y en él las nubes no eran blancas si no que en su piel mutante se fundían los pigmentos del Arco Iris y el mar, del que estaba enamorada, era para ella como un calidoscopio que contenía todos los matices porque en su inmenso espejo se reflejaban las metamorfosis del universo.
Así pasó su infancia, navegando solitaria en su pequeño velero y mirando de lejos el despreocupado bullicio de los demás niños, pues su alma, responsable y solidaria, precozmente adulta,  no encontraba un lugar entre ellos.

Pasaron los años y siguió ruta por su mar de incertidumbres, sintiéndose ajena a todo, habitante de ningún lugar y a la vez amante de las cosas sencillas. Pronto empezaron a perfilarse las playas de la adolescencia y las recorría sin decidirse a desembarcar en ninguna. Sin embargo, en contadas ocasiones, tentada por la llamada del rebaño, hizo alguna pequeña incursión a tierra firme, pero enseguida se daba cuenta de que ella no era como las demás ovejas, ni tampoco quería serlo. Así pues, navego buscando su lugar a través de un mar pintado de azul índigo donde a veces diluía naranjas, rojos y magentas para vestirle de placida aurora o de apasionado ocaso. A lo lejos perfilaba el resto del paisaje con su paleta de verdes salpicados de ocres, sienas y tostados sintiéndose feliz ante tanta belleza, deseosa de aprender a plasmarla en la tela.

Un día se abrió ante sus ojos un nuevo horizonte, un espejismo de piedras y agua que parecía emerger de las cenizas oníricas de la noche. El alba bañaba esa laguna de ensueño y ella supo con seguridad que por fin había descubierto su refugio.
Esta vez amarró bien su barca pues sabia que no seria un desembarco efímero sino que allí debía cumplir una etapa importante de su vida. La muchacha sonrió a la ciudad que le devolvió una nostálgica sonrisa y enseguida ambas se reconocieron y respetaron. Como una madre le abrió sus brazos y le permitió gozar de su magia. Ella a su vez le devolvía ese regalo recreándola en sus grabados, creando surrealistas dibujos de sus calles, de sus desconchadas fachadas, de sus canales y rincones más sencillos. Atrapó su esencia y la trasladó a la noche para fundirse en ella. Amó el silencio de las piedras, cada grieta, cada mancha de humedad, los viejos tejados, las airosas altanas, el equilibrio funambulesco de los campanarios, la geometría imposible de sus casas, el laberinto de sus calles y los murmullos de la laguna. Se enamoró de su neblina y de su melancolía y estuvo segura de que allí era donde debía estar.

En el crisol de la mágica isla se gestó una catarsis que la convirtió en un alma abierta a los demás y su aura se llenó de luz y colores de modo que todos los que se acercaban quedaban fascinados por una sensación de placida serenidad. Vendía sus dibujos a los habitantes de la laguna que veían en ellos el verdadero corazón de su ciudad y así pronto empezó a su vez a conquistar los corazones de estos habitantes que la acogieron como una veneciana más.

La muchacha de la mirada melancólica aún sigue en Venecia y si pasas por el campo de San Cassian quizá la encuentres sentada sobre el pozo, con su larga melena y su sonrisa abierta a los paseantes, a la luz y a la vida, expresando con su arte mil sensaciones, envuelta en la fina seda de la inspiración, trazando dibujos y plasmando en ellos su onírica mirada de la ciudad. Sí, la verás allí como una etérea ninfa surgida de las aguas rozando los perfiles de un sueño. 

1/12/2015

SOLTANDO LASTRE






El mar es una inmensa sábana donde laten todos los azules sobre un lecho de arena. Al filo de la orilla me detengo a escuchar la salmodia de murmullos de agua que compone la melodía de sus días y sus noches. Esta mañana la brisa es suave y parece fluir del vuelo perezoso de las gaviotas que pasan rozando la piel salada. Camino despacio, ajustando mi rumbo al arenoso asfalto del rompiente, con la mirada navegando sobre la lenta cadencia de las olas y el corazón prendido en ninguna parte.

Es la hora quieta, aquella que flota entre el eclipse de las sombras y el inicio del nuevo día. La atmósfera me envuelve en un ronroneo gatuno de puro placer de vida. Me siento parte del cosmos en que miles de astros anónimos se ocultan en los desvanes del aire. En un suspiro, el gesto fugaz del alba me impulsa ha reciclarme. Abro las puertas y ventanas de mi yo y dejo que un nuevo aliento barra todas mis estancias. Viejos lastres y rutinas se van desprendiendo, convertidos en un polvillo de banalidades que es arrastrado por el rompiente. Pensamientos negativos, miedos y carencias se pierden entre girones de espuma, lejanos en el tiempo. Bajo la piel, siento como empiezan a agitarse todos los yo que forman mi esencia, dejo atrás naufragios y tormentas y me entrego a la luz. El sol rasga el horizonte tiñendo el mar de rojo. Una vibración de cristales rotos flota sobre las aguas. La aurora esculpe llamas en el mapa del aire y percibo el vértigo del mundo girando a mi alrededor.

Me aferro a las voces del instante, olvidando el antes y el después. Me besa la luz y en su cálido gesto escalo quimeras para regresar a la casa de los sueños. Es un buen momento para renacer y ponerme a sembrar un nuevo campo de amapolas.

1/06/2015

COMO PEZ EN EL AGUA




No sé cómo empezó todo. Seguramente tal y como empiezan las cosas especiales, esas que marcan importantes cambios de vida.

El caso es que yo tenía bien definidas mis rutas y de repente un viento inesperado agitó todas las hojas del camino y este se deshilachó, entre los recodos del tiempo marcando, en el revuelo, un nuevo sendero. 

Cómo buena piscis, ese revuelo agitó a su vez las aguas de mi cómoda pecera, tentándome a saltar a una nueva. Un pequeño cosmos dotado de inciertas corrientes, donde debo aprender a moverme con cautela, pero sin miedos, hasta conseguir sentirme como pez en el agua.

Ahora ando entre vinos y copas y voy a tener que ejercitarme en el oficio de tabernera, aunque con el toque chic que le aporta la cata y el tapeo. Sé que aquellos que me conocen, piensan que estoy loca al embarcarme en esta aventura. Si he de ser sincera, yo misma apuesto por mi locura, pero ¿qué sería la vida sin un punto de maravillosa locura? Todo creativo o emprendedor está loco de remate, porque poner rumbo a lo desconocido siempre tiene sus riesgos y necesita el valor de los buenos visionarios..

Son esos locos los que, con sus proyectos e ilusiones, hacen avanzar al mundo. Soñadores, caminantes de utopías, ampliando horizontes, dibujando un grafiti de retos e imposibles, con el pincel que marca las pautas de la posibilidad.