No sé en qué momento, ni la razón, pero lo cierto es que un buen día, algo cambió en mi. Fue una metamorfosis lenta y sutil provocada por el especial cosquilleo de la sana locura, esa que nos incita al deseo de romper moldes. Tal vez fue consecuencia de atravesar el ecuador de la vida, con toda la carga de experiencia que eso conlleva, o que algún travieso y nómada viento, en forma de persona o de hecho, que me hizo dar un paso más en mi evolución personal. El caso es que fui asumiendo conciencia de pequeñas cosas y del placer de saborearlas, compartiendo momentos y creando los míos propios.
Realmente poco importa el origen de mi cambio, pero lo cierto es que ese día inicié una paulatina y sana liberación. Empecé a sacudirme el rancio polvillo de los convencionalismos, me cuestioné muchas normas y tabúes y aprendí a trasgredir las reglas. Como consecuencia de todo ello, afloró a la superficie mi yo más autentico y, poco a poco, fui soltando todo el lastre que me tenía atrapada en los puertos del pasado. Dejé atrás los caminos ya trillados, por donde anda el rebaño y me puse a explorar mis propias rutas, avanzando, tropezando a veces, rectificando otras, superando miedos y llegando a asumir fantásticos retos.
Realmente poco importa el origen de mi cambio, pero lo cierto es que ese día inicié una paulatina y sana liberación. Empecé a sacudirme el rancio polvillo de los convencionalismos, me cuestioné muchas normas y tabúes y aprendí a trasgredir las reglas. Como consecuencia de todo ello, afloró a la superficie mi yo más autentico y, poco a poco, fui soltando todo el lastre que me tenía atrapada en los puertos del pasado. Dejé atrás los caminos ya trillados, por donde anda el rebaño y me puse a explorar mis propias rutas, avanzando, tropezando a veces, rectificando otras, superando miedos y llegando a asumir fantásticos retos.
Sumida en esa maravillosa terapia de constante renovación, vivo siguiendo los dictados de mi corazón. He aprendido muchas cosas, entre ellas a relativizar lo que piensen los demás... y cuando digo "los demás" me refiero a esas personas exentas de vida propia que se dedican a juzgar la de otros y viven tan apoltronados en su reducido mundo, que no saben apreciar la belleza y la diversidad que se esconde detrás de cada nuevo horizonte.
Si, ese soplo de sana locura que me alcanzó me dio alas y las he aprovechado para explorar la maravilla del vivir. Con cada nuevo vuelo gano en riqueza interior y aprendo un poco más de las tantas cosas que aún no sé.