4/18/2016

UN TOQUE DE SANA LOCURA


No sé en qué momento, ni la razón, pero lo cierto es que un buen día, algo cambió en mi. Fue una metamorfosis lenta y sutil provocada por el especial cosquilleo de la sana locura, esa que nos incita al deseo de romper moldes. Tal vez fue consecuencia de atravesar el ecuador de la vida, con toda la carga de experiencia que eso conlleva, o que algún travieso y nómada viento, en forma de persona o de hecho, que me hizo dar un paso más en mi evolución personal. El caso es que fui asumiendo conciencia de pequeñas cosas y del placer de saborearlas, compartiendo momentos y creando los míos propios.
Realmente poco importa el origen de mi cambio, pero lo cierto es que ese día inicié una paulatina y sana liberación. Empecé a sacudirme el rancio polvillo de los convencionalismos, me cuestioné muchas normas y tabúes y aprendí a trasgredir las reglas. Como consecuencia de todo ello, afloró a la superficie mi yo más autentico y, poco a poco, fui soltando todo el lastre que me tenía atrapada en los puertos del pasado. Dejé atrás los caminos ya trillados, por donde anda el rebaño y me puse a explorar mis propias rutas, avanzando, tropezando a veces, rectificando otras, superando miedos y llegando a asumir fantásticos retos. 
Sumida en esa maravillosa terapia de constante renovación, vivo siguiendo los dictados de mi corazón. He aprendido muchas cosas, entre ellas a relativizar lo que piensen los demás... y cuando digo "los demás" me refiero a esas personas exentas de vida propia que se dedican a juzgar la de otros y viven tan apoltronados en su reducido mundo, que no saben apreciar la belleza y la diversidad que se esconde detrás de cada nuevo horizonte. 

Si, ese soplo de sana locura que me alcanzó me dio alas y las he aprovechado para explorar la maravilla del vivir. Con cada nuevo vuelo gano en riqueza interior y aprendo un poco más de las tantas cosas que aún no sé. 

4/07/2016

DÉJÀ VU



Diversas veces, a lo largo de mi vida, he sentido esa sensación de déjà vu. La percepción de momentos ya vividos en los que el presente se entrecruza, por un instante, con un distante pasado, conjugando una inquietante simbiosis. Es como si se encendiese una luz en el desván de la memoria para desvelar el fugaz recuerdo de una vida anterior, de la que eramos parte. En el espejo del retorno se perfilan esbozos de otros seres que fuimos y laten dentro del universo como una esencia sin final.

En ocasiones me han sorprendido ciertos encuentros. Encuentros con seres que han confluido conmigo en el cruce del camino, despertándome una inmediata sensación de familiaridad. Son encuentros cómplices a los que siempre otorgo una razón de ser, que tarde o temprano se manifiesta. En mi trayecto de vida, me he encontrado con alguna persona que, casi sin apenas conocerla, ha pasado a ser importante. En ese momento las sensaciones fluyen, partiendo de algo intangible. Una especie de hilo invisible, parece tensarse con el encuentro y sientes como las auras vibran en perfecta armonía.

"Las almas tienden a encontrarse" según escribió Brian Weiss, psiquiatra famoso por sus creencias en la reencarnación, regresión de vidas pasadas y progresión en vidas futuras. Otros rostros, distinto rol, nuevas vidas, pero siempre movidos por ese nexo, esa búsqueda de calor humano que nos une con los seres queridos que fueron, son y serán.

Tal vez sea cierto y seamos reencarnada materia en continua evolución. Quizás yo soy alguien que fue y llevo en mi el legado de otros cuerpos y el tacto antiguo de otras pieles. Un ser en tránsito, que vibra bajo el constante latido de la luz y se hace eco de tantas voces ya extinguidas. Un efímero receptáculo de sensaciones y sueños en el fluir de una esencia infinita.