Sentada en las gradas le observa, prendida
en un vuelo de mariposas a flor de piel. Él se mueve por el campo de la vida, a
veces indolente, envuelto en sus íntimos silencios, como un gatazo refugiado
en su bien delimitado territorio, tal vez perdido, tal vez soñando. Otras,
cuando le llega el balón, se convierte en un ser motivado y sonriente, chispeante,
sandunguero y saleroso. Irresistible y pecador, como una deliciosa trufa bañada
en licor de naranja. Entonces, en plena transformación mediática, se lanza a la
carrera, conduciendo el esférico por toda el área, convirtiéndose en el rey del
partido. La temperatura sube, el graderío se enardece y ella le vitorea y se
deja seducir por su sonrisa llena de picardía, que es una clara invitación
a que salte al campo -cosa imposible de rechazar- Desde un lateral le pasa la
pelota y así, compartiendo pases y alguna mirada tórrida -de esas que funden el
asfalto- cruzan el césped, ajenos a todo, totalmente cómplices en la sensual contienda.
No hay prisas, el balón va de él a ella y viceversa e incluso se permiten
algunas seductoras florituras. El ambiente se va caldeando, a su alrededor flota un
sensual erotismo -de repente están hambrientos de deseo- Avanzan hacia la portería de las sensaciones y
ella se pierde por un instante en la contemplación de sus musculosas piernas y
justo en ese momento de despiste, él lanza un pepinazo potente, inmejorable,
metiendo un golazo de campeonato, justo en el centro de… ¿la red? Si, si, ¡Gooool!
gritan los hinchas desgañitándose, puestos todos en pie y agitando insignias y
banderolas…
Aún suspendida el filo del placer, va
regresando a la vida, después de elevarse a los cielos. Él reposa sobre su
cuerpo, aún palpitante, descendiendo a su vez, muy despacio, del limbo del
orgasmo… ¿carnal o futbolero? El techo de la habitación es una orgia multicolor
de fuegos de artificio bailando con volutas de pasión.
En el campo, la afición comienza a
desfilar satisfecha. Ha marcado el gol de la victoria, por un tiempo, es su héroe y le adoran.
Entre las revueltas sábanas, enlazados los cuerpos, siente como se adormece entre sus
brazos mientras el magnífico gol todavía percute en su piel en sus sentidos y por
supuesto en el centro de la portería. Ha sido todo un partidazo. Sonríe y se
deleita pensando en lo excitante que será, cuando él despierte, ver i celebrar juntos la
repetición de la jugada.