2/29/2016

ALAS DE FUGA


Anoche, subí al acantilado de los sueños a escuchar el susurro de las conchas marinas. En las redes de la luna hay un revoloteo de peces y mil pájaros azules nadan en el océano del cielo. Convoco estrellas errantes para pedir deseos que luego se pierden en el lago del olvido.
Unas cuantas utopías me cosquillean la nariz y al estornudar todas se disuelven en lluvia de rocío.
Un rebaño de nubes juegan a las metamorfosis y me fusiono en ellas, convertida en luna de papel. Eolo, al verme, se vuelve juguetón y sopla con fuerza haciéndome volar por el firmamento a caballo de su aliento.
Planeando, aterrizo sobre el desierto de las soledades y me paseo entre dunas de ausencia hasta que me deslumbra el espejismo de la posibilidad. 
La imaginación me perfila un oasis. Un reposo en la tierra de los nómadas. En ese pequeño paraíso me siento bajo las palmeras, junto al pequeño lago de aguas turquesa, a dialogar con El Principito que, casualmente, pasaba por allí. Charlamos largo rato, llenando la atmósfera de sueños y vivencias. Más tarde, al despedirse, me regaló su rosa y me fui a deshojarla al mar.
Al amanecer, cada pétalo engendró otra rosa, hasta convertir el inmenso prado de agua salada en un cálido tapiz. Atraída por la belleza del instante, me desnudé de todo lastre sumergiéndome en el azul de fuego. Las olas se volvieron caricias de acuáticas mariposas sobre el filo de mi piel. Sobre el lecho marino, Poseidón bailaba con las sirenas y a galope del viento navegaban, raudas, las barcas de las ilusiones. El mundo emergía de los velos de la noche.

Esta mañana, subida al acantilado de los sueños, el sol me ha anudado a la tierra con sus hilos de luz. Feliz y renovada, me he despertado sobre un arenal de sábanas de ámbar.
Más allá de la puerta del aire, desde algún lugar de la galaxia El Principito me ha lanzado un guiño. Un gesto cómplice que me ha dado alas de fuga. Ahora, con ellas sobrevuelo mares de cristal, hacia un horizonte desconocido donde palpita de nuevo la vida.

2/22/2016

SOMBRA ENTRE LAS SOMBRAS



Sentada en un tren de cercanías emprende un incierto trayecto, mientras va desenredando la madeja de sus pensamientos. Sumida en la letargia de la hora bruja, deja vagar la mente por los limbos de lo absurdo. Más allá de la ventanilla, el vaivén lunar acompasa su latido en un adagio de nostalgias. Últimamente se siente como una barca anclada en dique seco, inmóvil al fluir de las mareas. Nota como se adormecen sus sentidos y, poco a poco, se van apagando sus colores, hasta ser apenas un difumino, un esbozo de sí misma.

La noche engulle el tren en su túnel de oscuridades, lo envuelve, lo devora. En el cerrado habitáculo la atmósfera se vuelve densa y un silencio letal flota en el vagón, casi vacío. Sabe que la vida se le va disolviendo en cada trayecto. Ha perdido su mochila de emociones y en el devenir de los días ya no encuentra su equipaje. Vive o no vive, a caballo entre dos ámbitos, sin tiempo para disfrutar de las flores azules de sus sueños. 
Degotan los minutos del reloj y casi ya no quedan pasajeros, el tren avanza raudo y piensa que se quedaría en él eternamente como una minúscula parte de mil trayectos, sin destino a ninguna parte. 

Inmersa en el plácido traqueteo se le vuela el tiempo y un retal de vida se columpia en los átomos de la nada, hasta perderse en la bajamar.

Pero, como en todo, siempre hay un final de trayecto y entonces, por un breve instante, la estación se convierte en su refugio. Un oasis de paso para las almas errantes.

Hace mucho frío y anda apresurada, calle arriba, huyendo de sus propios fantasmas. El viento helado le azota el rostro y un escalofrío la recorre. En un jardín cercano se agitan las hojas del ciprés y un gato solitario maulla desde alguna parte. El universo enmudece bajo retales de nubes.

El pueblo parece desierto, sólo los ojos iluminados de las fachadas observan su paso. Ella, sombra entre las sombras, se disuelve en el entorno, como la niebla. Los dedos de la noche la van borrando, hasta convertirla en partícula de asfalto. En su deambular ya no hay destino. Sólo es un huésped en casa ajena, fluctuando en la tierra de los nómadas.

2/15/2016

ESE GRAN CAMPO DE CULTIVO LLAMADO: AMOR


Ayer, día de San Valentín, todo estaba impregnado de color rosa dulzón y del típico corazoncito. Pastelerías, tiendas de regalos y todo lo que se pudiese relacionar con el amor estaba expuesto al consumismo. Reflexionando sobre el tema me pregunto si puede sólo un día festejar el amor y creo que mal va esa filosofía. El amor hay que homenajearlo cada día, cuidarlo y alimentarlo, pues sólo así puede perdurar. Los detalles a la persona querida no han de tener fecha impuesta, sino que han de ser fruto de la improvisación, de la sorpresa y la espontaneidad. Dedicamos mucho esfuerzo al mundo laboral, a escalar peldaños en la sociedad, pero ¿y el cultivo del amor? Es una gran estupidez el pensar que una vez encontrado perdura para siempre, sin más. Si realmente merece la pena, hay que esforzarse en su mantenimiento. Es un campo de cultivo especial y delicado que se alimenta de complicidad, abrazos, besos, detalles, muchas sonrisas, gestos, miradas, diálogos, silencios, sensualidad, erotismo, apoyo mutuo, comprensión e incluso discusiones bien llevadas y todo ello es un abono que hay que aplicar cada día. Evidentemente requiere un esfuerzo, pues nada viene regalado, pero si el esfuerzo es compartido, el resultado merece la pena.

Cuando pasan los años se oye decir eso de que la pasión muere, de que el feeling desaparece y de que sólo queda una plácida convivencia, lo cual es sinónimo de aburrimiento o de letárgia sensorial. La verdad es que en esa rutina andan la mayoría de pare jas que cumplen años juntos y los que cambian tienen un nuevo subidón que a la larga se convertirá en más de lo mismo. En fin, que nada perdura y se mantiene vivo si no se alimenta cada día. Personalmente creo que: como cultivar el amor, debería ser una asignatura que se aprende desde niños y que sería sumamente útil para la perfecta armonía sensorial del adulto.


No sé si existe el amor para toda la vida, pero yo que soy una gran observadora, a veces veo parejas, ya mayores, que todavía se miran como hacen los amantes, que son capaces de reír juntos y conjugar complicidades. Ese hecho refuerza mi teoría del campo de cultivo y pienso que esas parejas, ya con mucha vida compartida, son unos grandes cultivadores del amor. 
Sería fantástico que esa habilidad se extendiese cada vez más. Seguramente la suma de todos esos latidos de felicidad contribuiría a mejorar el mundo en que vivimos.

2/09/2016

ANCESTRAL IDILIO



Esta mañana el viento agita las palmeras del paseo marítimo y perturba la cadencia de las olas. Nómada, como todos los vientos, está de paso y en su fluir compone con el mar una acuarela de azules y espumas que se rizan a su paso. Ambos, viento y mar, mantienen un ancestral idilio. A veces su unión es caricia, apenas sensual vaivén palpitando en la piel salada. Otras su conjunción es pura contienda, un encuentro entre dos fuerzas midiéndose mutuamente. Sentada en un banco observo ese duelo, casi erótico entre la mar y el viento. Ya no hay juego sensual entre ambos sino una primitiva pasión, un desnudarse mutuo entre girones de espuma. Abrazados se elevan y se devoran, en el ingrávido espacio, hasta caer de nuevo entre un remolino rugiente de aguas desbocadas. No se dan tregua, cabalgan el uno en la otra en una carrera salvaje hacia la orilla. Allí se rompen, enlazados, gimientes, arañados por las conchas y la arena, entre la potente percusión de los cantos rodados. Luego, el viento se aleja, planea sobre la playa dejando tras de si una nube de gotas de agua. Solitaria, la mar se arrastra, turbia de espumas, sobre el tapiz del rompiente. Se va diluyendo, desmadejada, cansada, casi vencida… pero sólo es una pequeña tregua, pues ella siempre renace y regresa al corazón de las aguas, para seguir latiendo eternamente viva, a la espera de un nuevo encuentro. 
Sabe que los nómadas vientos siempre regresan.

2/01/2016

EL COSMOS DEL ARTE



Dedicado a mi hija, Noemí

Tus dedos se deslizan sobre el papel
profanando, con el trazo del lápiz,
su virginal blancura.
Más allá de las realidades
dibujas insólitos espejismos,
-latidos de agua y piedras-
que habitan el desierto del silencio.
Subes, en el ascensor del aire,
hasta rozar las insomnes nubes
esculpidas por el soplo del viento.
En los quietos confines de la noche,
el cielo es un océano de olas y peces
y en él te sumerges en un abrazo de luna.
Tu espacio es el cosmos del arte
donde te sientes libre para desnudar tu yo
dejando volar los pájaros de tus sueños.
Equilibrista de sensibilidades,
observas la vida, más allá de las sombras,
allí, donde se engendra la esencia
que habita el mundo invisible.
En el aéreo fluir, entre el polvo del grafito,
vas perfilando tu obra,
-alquimia de luces y sombras,
del paisaje veneciano-
gestadas en el mágico crisol
donde se destila el misterioso elixir
de la creatividad.