12/22/2014

SÍNDROME DE KLEENEX



¡Aah, aaah, aaaachiiis! Uff, perdón. Aquí, sentada en medio del caos, me siento como un kleenex usado y abandonado en un rincón de este frío local.
La verdad es que hoy los kleenex son parte de mi equipaje. Un equipaje cargado de estornudos, tos y congestión nasal que me esta convirtiendo en lo más parecido a una mujer piltrafa. Entre eso y que voy embutida en mil jerseys puedo afirmar que soy la viva imagen de la anti lujuria. Pero confieso que en estas circunstancias en lo que menos piensas es en comerte un rosco.

La humedad se me cala hasta los huesos y necesito con urgencia un chute de paracetamol. No he comido, excepto un magro y apresurado desayuno, del que mi desfallecido organismo ya ni se acuerda. Aunque debo añadir que un amable y desconocido operario de la construcción, me ha traído un café... que, por el peculiar sabor, no tengo claro que fuese realmente café sino algún tipo de sucedáneo, pero por lo menos estaba calentito y me ha reanimado, tanto como un boca a boca por un socorrista cachas. El mismo chico, más tarde, me ha ofrecido unas mandarinas, que he declinado por ser parte de su propia comida, a pesar de que se las he agradecido tanto como si hubiesen ido a para a mi quejumbroso estómago que protestaba indignado. Es curioso como gente que no te conoce de nada tienen un bonito detalle y para otros, por los que te desvives, eres invisible.

Me reconforta pensar que en medio de este gripazo y la obligada abstinencia, voy a convertirme en una sílfide y voy a poder embutirme en una XXS, lo que demuestra que no hay mal que por bien no venga.

Entre estornudo y estornudo, fluyendo por la corriente de aire, voy pasando la tarde, tecleando esta paranoia en la tablet y soñando con mi casa calentita y mi cómodo sillón, con aquella pequeña manta con estampado de tigre incorporada, bajo la que me arrebujo tan a gusto.
Ya lo decía mi abuela: si no te cuidas tú, nadie más lo hace por ti. Así que voy a revestirme del más puro egoísmo y en cuanto me releven me piro y corro a mi refugio para mimarme un poco, que ya me toca.

Mientras espero, soñare con que un mítico príncipe azul me trae una tisana calentita y un tenteempie rico, rico. Soñare que me da un masaje en las entumecidas cervicales y me prepara un baño caliente con sales perfumadas de eucalipto. Soñaré... en fin. eso: simplemente soñaré. Porque es bien sabido que los príncipes azules no existen sino en la mente de las soñadoras como un raro especimen, casi utópico, creado por las féminas, para sobrellevar la pura realidad.

  

12/14/2014

DULCE NAVIDAD




Pasea, por el filo de una noche sin luna, entre luces de Navidad y villancicos. Los escaparates brillan en intermitentes sucesiones luminosas y un éxodo de transeúntes se mueve de una tienda a otra cargados de bolsas. Se respira una atmósfera festiva y los niños sonríen embobados ante un Papa Noel de voluminosa barriga que reparte caramelos en medio de la calle.

Los observa, con una mirada de nostalgia, mientras cruza por entre los tenderetes que exhiben todo tipo de adornos navideños, musgo, abetos ramas de acebo y figuritas de pesebre. Todo ello la lleva a pensar en las cajas almacenadas en el sótano de su casa, repletas de bolas de colores, lazos, guirnaldas y pequeños personajes de un Belén, que hace tiempo reposan en el olvido. 

Por un instante, recuerda aquellas tardes de fin de semana, previas a la Navidad, en que el universo de su hogar se convertía en un alegre caos, en un torbellino de niñas revolucionadas ante la perspectiva de las fiestas. Eran jornadas especiales en que la casa vibraba al ritmo de ese espíritu dulzón que aúna las familias alrededor de los típicos rituales y ella disfrutaba creando esos espacios para sus hijas.
Eran tiempos felices, de hogar, de mesa llena de familia, de risas y también de compras clandestinas, celosamente guardadas en lo alto de los armarios, para ver la luz la mañana de Navidad.

Ahora, con el paso de los años, todo es diferente. Pasea sola por entre la gente, para matar el tiempo, ajena al espíritu festivo pues, para ella, esas fiestas han dejado de tener trascendencia. Son demasiadas las ausencias y lo único que desea es que los días fluyan rápidos y todo vuelva a la normalidad.
Al final de la calle otro Papa Noel toca una campanita para atraer a los niños. Bajo el disfraz se adivina un chico joven. La prominente barriga de atrezo no conjuga con las notas juveniles de su voz. Al pasar a su lado le sonríe y ella le devuelve la sonrisa.

La mujer, sigue su camino, a paso lento, como intentando ralentizar la llegada a la casa que la recibe entre silencios.

Un silencio que acecha tras la puerta y se expande por las estancias como un mantra de soledad. Mientras sube la escalera, camino de la habitación, apela a todo su escepticismo para convencerse a sí misma de que ha dejado de creer en la magia y los milagros, pero una voz interior, casi un inaudible susurro, vibra en algún punto de su alma, conjugando un contrapunto de esperanza.


12/10/2014

VIVENCIAS





El camino que serpentea entre los pinos desciende suavemente hacia la playa, el fresco rocío matutino ha rizado la hierba que lo bordea, haciendo que esta se incline a mi paso. Como en un suspiro la aurora desnuda la noche, sombra a sombra la despoja de sus velos, en un vuelo de luces que vienen de la nada y del todo, lentas pero impasibles, con toda la magia que les confiere su eternidad. Tras el quieto horizonte una mano invisible desgarra imágenes latentes, apresadas ya en la sábana de los sueños. El día presagia nuevas batallas acechando tras los recodos del sendero de la vida. Un vuelo de golondrinas y las ramas que se agitan revelan la urgencia de la mañana por desterrar oscuridades.

Alargo la mano hacia la rugosa corteza del solitario árbol que reposa en la arena y siento su esencia vegetal y arcana latiendo bajo la leñosa piel que ha tejido el tiempo. Reposo en él mi frente y me transformo en hiedra trepadora, elevándome entre la cúpula que trenza el ramaje, colgando allí metáforas de palabras que llenan el espacio de susurros y luz. Las transformo en utópica armonía para dibujar un mar de sueño sobre el blanco evocador del papel y dejo fluir el instante, saboreando la alquimia de las pequeñas cosas..

Doblo cuidadosamente los colores, la playa y un retal de vida perfumada de amor, para guardarlos en los cajones de mi pequeña historia, con el tomillo de la añoranza.

Los versos  que dibujo en el paisaje, son una especie de catarsis de todo lo que hierve en mi interior, edificados al margen de la soledad que cada noche reclama requiebros de amor al alma nostálgica.

En su cíclico y eterno viaje, el sol estalla sobre las aguas, conmocionando mis sentidos y me cuelgo de la loca veleta que todos los vientos agitan, pero sin perder de vista el refugio que me acoge en este pequeño planeta de color esmeralda y luna intensamente azul.  

12/07/2014

TIEMPO INSOMNE




A pesar de haber cerrado ventanas y puertas, pasada la medianoche se presentó de nuevo. Entró como siempre, sin ella esperarlo y se sentó en el sofá, con aire indolente, dispuesto a pasar la noche. 

Ella intentó ignorarlo, pero el indeseable huésped se sabía todos sus trucos y no estaba dispuesto a dejar su cómodo espacio en el sofá, que tan familiar le era.

Resignada al fin, decidió que lo mejor era sentarse frente a él y fluir en la compañía de esa extraña pareja, porque cuanto más intentaba eludirla, más intensa se hacía su presencia.

Llevaba mucho tiempo apareciendo en sus noches. No sabría decir cuánto, ni siquiera cómo fue que apareció la primera vez, pero era de lo más inoportuno.

Hoy era uno de tantos días en los que se colaba en su casa y ella sabía que no sería el último. Había aprendido que en esos casos lo mejor era adaptarse y no luchar. En la lejanía oyó sonar el campanario de la iglesia. Contó una tras otra las horas. Eran las tres de la madrugada.

El tiempo parecía no tener fin y cada minuto se le hacía eterno. Llegados a ese estadio de cosas, ya no estaban sólo ella y él, sino que en la sala se habían congregado otros personajes. La reunión era variopinta. Daba la impresión de que no tenían nada en común, sin embargo todos tenían relación. Su existencia estaba enlazada a los hilos de su vida y cada uno  era consecuencia del otro.

Los observó moverse a su alrededor, con sus máscaras intemporales congeladas en la expresión de una sonrisa irónica. Se sentían a sus anchas, pululando por su noctámbulo espacio, como si no se resignasen a pasar página y dejarla seguir su vida en paz. 

La situación era del todo surrealista. Los viejos fantasmas del pasado y su insomnio allí juntos, en aparente armonía y en medio de todos ella, tumbada en la cama, mientras la absurda reunión cobraba visos de aquelarre. Una inquietante orgía de personajes, danzando por los salones de su mente, de modo incontrolado, mientras iban cayendo las horas.


12/01/2014

DOS LUNAS



Esta noche de lluvia y silencios,
 somos la metáfora de dos lunas colgadas
de la celeste bóveda del universo,
compartiendo el insomnio del deseo.
Envueltos en oleajes de plata
volamos libres, ejecutando un vals
por las azules estancias del aire.
Acoplados, dibujándonos los cuerpos,
interludio de labios y tacto que se confunden
en busca de un mítico horizonte.
Hay un conjuro de palabras
y tu voz se diluye en el teclado de mi piel
ejecutando esa melodía suave
escrita en el pentagrama de los sentidos
El placer es fuego entre dos oscuridades
y se multiplica en cada poro
con el cárdeno eco de la pasión.
Sumergidos en un artificio de colores
el tiempo cálido y violento se diluye
y la ternura reconduce la marea
en un abrazo que se alarga, sin fin,
por el ensueño de palabras susurradas
unidas por hilos de caricias.

El volátil paisaje de la noche
se cierra sobre la estancia
moteado de luces y sombras
y yo reposo en el goce de tu latido
enlazado a la cadencia del mio

11/27/2014

DESCALZA




Descalza, camino por rutas marinas
entre los besos de este mar de Otoño
que ciñen de sal mis tobillos.
Observo las desnudas olas
y la perfección del espacio
perfilada por hilos de nubes.
Sedienta de horizontes,
escucho la orquesta del viento
percutiendo entre los mástiles
y la romanza de las aguas
latiendo en el liquido paisaje.
Arendí que nunca hay un retorno
ni ningún hecho es definitivo.
Sé que soy pasajera de mis días,
frágil partícula rodando por el mundo
habitante de albas y crepúsculos.
Por esa razón aprovecho el gesto fugaz
que me regala esta mañana de Noviembre
y lo atrapo, en un rincón del alma
para mantener viva la cúpula de mis sueños.

  

11/24/2014

HIELO Y FUEGO


Eran muy diferentes. Sus encuentros generaban esferas en el aire, latiendo entre pasiones y olvidos. Él se protegía tras u muro de hielo y ella bailaba alrededor del fuego. Su esencia era la razón y la locura conjugando la complicidad del despropósito. Aunque podían parecer agua y aceite, alguna especie de sortilegio estelar tejía los hilos de su unión y así permanecían, juntos pero no revueltos, explorando sensaciones.


En horas quietas compartían silencios exentos de incomodidad. En horas locas se sumergían en paraísos perdidos de risa y travesuras. En horas intimas dialogaban, piel contra piel, componiendo una salmodia de sensuales susurros, mientras en un punto de su universo, se encendía una estrella fugaz.

Se abrigaban en abrazos, sin atarse mutuamente, porque ambos sabían del placer de la libertad y el respeto.

Eran mar y cielo ópticamente unidos en el horizonte, dibujando la indiscutible verdad de un espejismo de realidades, Un espejismo rendido en el halo de una luz tránsfuga, como un simulacro en la sombra.

Solitarios peregrinos, herrando por sendas paralelas que a veces se entrecruzan. A veces lejanos, a veces próximos, viven la vida, acoplándose sin tiempo ni espacio en los insólitos paisajes de su diversidad.

11/16/2014

DEL SOFÁ A LOS MARES DEL SUR





Había decidido dedicar el día al dolce far niente. Estaba sentada en su sillón preferido, arrebujada en su manta de cuadros y con una taza de té sobre la mesita auxiliar y acompañada por el murmullo de la televisión. Por la pantalla desfilaban las escenas de uno de esos films típicos y previsibles de una tarde de domingo, que parecen clonarse en todas las cadenas. Realmente no la miraba, era más el deseo de romper el silencio lo que la había llevado a sintonizar una película al azar, que el interés por seguirla. De hecho, estaba sumida en una especie de somnolienta letargia que mantenía su mente en otro estadio.

Poco a poco, el sonido de fondo de la salmodia televisiva se fue apagando a la vez que crecía otro muy distinto, de olas y brisa. Del blanco techo se derramó una orgía de azules y sol que envolvieron su piel desnuda. Desaparecieron las frías baldosas y el suelo se transformó en un dorado arenal, donde parecía fundirse todos los matices del ámbar. Ya no había butaca, ni muebles, sólo la playa, sombreada de palmeras y el inmenso océano salpicado de cristales de luz. Casi rozando el horizonte, un par de veleros rasgaban la salada piel de las aguas, dejando tras de sí una efímera estela de encaje. Un vuelo de gaviotas tatuó fugazmente el cielo y sus chillidos se mezclaron con el susurro de las olas. Dio un sorbo al cóctel de exótico sabor que sostenía en su mano y se recreó en la contemplación del paisaje. Estar allí era como ser parte de una pintura de Gauguin. La belleza de los colores y la luz de los mares del sur latían en cada partícula de vida. Saboreó el instante, feliz de ser parte de aquel paraíso de calma y cerró los ojos para concentrarse en la suave melodía del mar.

Un estruendo rompió el plácido sosiego y le hizo abrir los ojos, sobresaltada. El caribeño espejismo había desaparecido y en la pantalla de la televisión se sucedían las escenas del caos tras una gran explosión. El té se le había enfriado sobre la mesita y la penumbra, típica de las breves tardes de invierno, invadía la estancia.
Bajó el volumen, dejando que las imágenes desfilaran en silencio y se arropó bien con la manta, refugiándose de nuevo en un placentero sopor.

A veces es más fácil cerrar los ojos y soñar con lo que realmente deseamos que apostar por hacerlo realidad. Así, poco a poco, se convierte en una quimera que visualizamos lejana e inaccesible, suspendida en un mundo al que sólo tenemos acceso con la llave de la fantasía.

¿En qué momento dejamos de luchar para lograr vivir nuestros sueños?


11/15/2014

MAREA DE SAL Y ÁMBAR



La piel de las olas es un cristalino espejo donde se refleja el cielo. Un tapiz de nubes cubre el horizonte y tras sus rendijas de algodón el sol naciente juega al escondite mostrando, de vez en cuando, tímidos rayos de luz.

El tren se desliza, casi perezoso, por la línea de la costa y me abstraigo en la contemplación del líquido paisaje que va mutando tras las ventanas. Se encadena en secuencias que me recuerdan el paso de una película a cámara rápida. Una muestra visual que al llegar a las estaciones se ralentiza, hasta quedar detenida en un fotograma. Con ese estático telón de fondo los viajeros van y vienen, en un incesante fluctuar de  personajes, como en el rol de una película muda.

Luego el tren reanuda su marcha y el paisaje vuelve a fluir, cada vez más deprisa ante mis ojos. Es en uno de esos instantes en que el telón de nubes se rasga y una herida de luz, anaranjada y brillante se perfila al horizonte. Su fuego parece calcinar el manto grisáceo que cubre el cielo hasta derramarse como lava líquida sobre la mar. En un suspiro, un reflejo incandescente recorre el latido de las olas, cabalgando al filo de sus crestas. Lo veo avanzar, igual que una marea de sal y ámbar, hasta romper en la orilla, entre un revoltijo de espumas.

El instante es mágico, rico en sensaciones, pero como toda magia no se detiene. El tren va dejando atrás la línea de la costa y ahora se desplaza sobre un escenario neutro, exento de belleza. Discurre, en su rutinario deambular, hacia las entrañas de la gran ciudad, donde se sumerge de lleno en las sombras. Ahora, en las oscuras ventanillas, sólo se dibuja mi imagen rodeada de un difumino de rostros somnolientos con quienes comparto un trayecto por el subterráneos laberinto de la vida urbana.

11/10/2014

ASFALTO OTOÑAL



La luz tamizada del atardecer, moteado de nubes, perfila un asfalto otoñal, tatuado de ocres y naranjas. La fina llovizna ha dejado una brillante pátina sobre el revuelo de hojas. Ella camina, casi ausente, por el laberinto del paisaje urbano. Es un día de esos en que desearía desamarrar sus raíces ancladas en las rutinas y volar. Mira a su alrededor y se percata de que los otros transeúntes se mueven como autómatas programados, prisioneros en el lastre de las prisas, ajenos a la otoñal metamorfosis.

La brisa de Noviembre agita sus cabellos envolviéndola en un frío abrazo que se cuela por sus poros, hasta remover su esencia. En su interior se eleva un polvillo de nostalgia. Tal vez sea ese crepúsculo de otoño o la lluvia lo que genera la melancolía que la hace declararse en rebeldía. O quizás todo se debe a ese espíritu bohemio que, desde siempre, anida en su alma.

De repente, entre las nubes se dibuja el último instante cárdeno del día. Aquel en que este se apaga, tras una lenta agonía de fuego. Un destello rojizo late a su alrededor y todo lo transforma. Resuelta en él se eleva sobre una ciudad de descoloridos tejados componiendo, en el ígneo pentagrama del aire, una melodía de libertad. Se deja acariciar por las hojas que se liberan se los árboles, enlazadas en una danza aérea, rica en sensaciones, donde se disuelven los limites. Abandona pretéritos y futuros, fascinada sólo por el presente. Se reconcilia con su pasado, pone el marcador a cero y se permite soñar a tiempo completo. Soñar en colores, soñar en realidades, vivir el sueño.

Tras ese destello incandescente, la oscuridad se acerca de puntillas, como un ladrón dispuesto a robar todo vestigio de magia e ilusiones. En el universo se van encendiendo estrellas y una luna de jengibre juega a esconderse por entre el mosaico de nubes. Aparece y al momento se va, envuelta en una neblina de timidez lunar.

Ella, cruza el parque, sus pasos resuenan tenues, sobre la vegetal alfombra tejida de hojas y ramas secas. Se sienta en un banco a contemplar los guiños apagados de los astros. Su cuerpo sigue allí, anclado al terrenal pavimento, pero su espíritu sigue volando, liberado de prejuicios, por los circuitos de la noche. Tal vez con el alba regrese a asumir su rol de compromiso y cordura, o quizás se quede por siempre flotando en el limbo de lo inverosímil, donde habita la sana locura.

11/03/2014

BAJO PÉTALOS DE LUNA



Deseos y fantasías, sábanas de seda.
Aromas de otoño flotando en la brisa
que perfila el mosaico de las nubes.
Fugaz, el gesto del día se va consumiendo
entre azules latidos de mar y cielo
y tú, te deslizas como agua de silencio
por la arena de mi orilla, besándola.
Frágil, la luz sedimenta en lenta agonía
sobre la efímera acuarela del crepúsculo.
Surcamos espacios de lujurioso ensueño,
y se desata un delirio de caricias y besos.
Una orgia pasional en las estancias del aire
bajo el tacto desnudo de los cuerpos.
Pétalos de luna emergen de la oscuridad
y el tiempo vencido vacía de arena los relojes
derrotando el paso de las horas.
Todo es pura magia, lento trote felino.
Tu abrazo guía mi ruta a través de los astros
y en tu mirada se elevan dos olas traviesas
que van a romper en un océano de estrellas.
Murmullos, lenguaje ancestral de los amantes
suspendido en el pentagrama de las sombras
y el gesto fugaz del instante mágico se disuelve
deshaciéndose como lluvia sobre la piel desnuda.








10/31/2014

HABITANTE DE LO INSÓLITO





Al doblar la esquina de los sueños
me encontré con un paisaje de agua y piedras.
Recorrí sus calles, me demoré en sus plazas
y poco a poco, me enamoré de aquel espejismo
que emergía sobre las aguas de la laguna.
Dejé que me sedujera la niebla que lo abrazaba,
el susurrar de sus góndolas y el vaivén de sus mareas.
Escuché las voces antiguas atrapadas entre los muros
y reseguí, con mi retina, el perfil de los palacios.
Al llegar la noche, mi espíritu bailó con su música.
Fluía, lenta, de las cuerdas de un violín
mientras la hechicera luna se demoraba en los canales.
Cada nota se enlazó a la brisa, hasta rozar las estrellas
y Venecia, convertida en nocturna acuarela,
desnudó su pasado de cortesanas y misterios
deshojando sus fachadas de las huellas del tiempo.
Aquella melodía era el vibrante latido de la ciudad
que empezaba a cerrar sus ojos tras las ventanas.
El tañido de la media noche, conjuró el silencio.
Y yo, soñadora noctámbula, habitante de lo insólito
deambulé, por la inverosímil geografía de los puentes,
hasta doblar otra esquina, abierta a la magia de lo eterno.

10/26/2014

KILÓMETRO CERO



A veces, en el deambular por la vida, nos demoramos en el trayecto. Estamos ante una larga recta, con baches controlados y sin grandes incógnitas a la vista, así que ponemos el piloto automático y nos relajamos. Es un momento cómodo y plácido que nos lleva a aletargar la marcha para asentarnos en lo puramente establecido por la rutina. A lo lejos se vislumbra un recodo, tras el cual no podemos adivinar lo que hay. Por una parte, nuestro inquieto yo nos susurra que avancemos hasta girar por él para dejarnos sorprender por lo imprevisto; pero por otra, el miedo a lo desconocido nos paraliza. Así que preferimos seguir anclados en la previsible recta y no tentar la providencia.

Pero como no hay nada escrito, ni podemos controlarlo todo, a veces un terremoto arrasa la tranquilidad del camino, modificando toda su orografía. Sacudidos por el caos nos damos cuenta de que ya no estamos en un espacio cómodo y seguro, sino en un intransitable pedregal por donde moverse es desconcertante. Nuestros cimientos se ven perturbados y de repente, la necesidad nos empuja a avanzar, a cambiar, tal vez a perseguir aquel sueño aparcado durante largo tiempo, por considerarlo una locura. Cuando se rompe la placidez reaccionamos buscando nuevas salidas y quizás, en una de ellas, este esperándonos alguien, que nos ayude a seguir evolucionando y a quien le apetezca compartir nuestro sueño. No hay duda de que un sueño compartido puede ser aún mejor que vivido en solitario.

Hoy, soy parte activa de un sueño que yo no forjé, pero del que alguien me habló en su día. Alguien, a quien le debo muchas  vivencias especiales, y que me ha contagiado su entusiasmo por el proyecto. Tanto es así que juntos vamos a emprender un nuevo camino profesional. Hay ilusión, muchas ganas y la complicidad de poder planificar ese sueño en buena armonía, aportando cada uno sus capacidades. Por otra parte, como sucede ante todo lo nuevo, acecha el vértigo de la incertidumbre, el peligro del fracaso; pero como la unión hace la fuerza, vamos a saltar todos los obstáculos y llegar a la meta. La carrera ha empezado, partimos del kilómetro cero, la fuerza interior nos empuja y vamos a apostarlo todo a esa carta, porque creemos en ella.



10/20/2014

DESNUDAR EL ALMA




Estaba allí, sentada frente a él. No era, ni mucho menos, la primera vez que se encontraban. Ante él se había desnudado muchas veces, conjugando un idilio de transparencias. De hecho, era quien conseguía sacar todo lo que llevaba dentro. Era en quien podía desgranar sus múltiples yos sin temor al reproche o a ser juzgada, ya que él siempre la dejaba expresarse libremente. Era su cómplice, el silencioso receptáculo de sus pensamientos y sensaciones y pese a haber compartido tanto, aún a veces, un muro se interponía entre ellos.

Aquel día, mientras el crepúsculo se descolgaba más allá de las montañas, permanecía ante él, dubitativa y dispersa, temerosa de desnudarse, contraria a mostrar sus vulnerabilidades. Él, siempre tan discreto, permanecía a la espera, impasible, inmerso en su mutismo virtual. Un folio en blanco ocupando la pantalla del portátil, sumido en una quietud expectante, esperando que ella lo llenase de trazos, a su aire y sin prisas. Sin embargo ese atardecer, las palabras parecían congeladas en su mente. Eran como mil apuntes dando vueltas sin concretarse, en el neutro vacío del espacio en blanco, callado, paciente, aguardando a ser partícipe de la magia de la inspiración.

La tarde declinaba con gesto perezoso. Aquí y allá se iban perfilando las sombras de la noche. Un titilar de luces empezaba a iluminar la ciudad y los transeúntes se apresuraban para descansar en el refugio de sus casas.

Ella observó una vez más la pantalla en blanco, sus dedos se movieron sobre el teclado, primero muy despacio, como tímidos ejecutores de palabras muy meditadas, aún prisioneras, contenidas. Luego fueron agilizándose, moviéndose cada vez más rápidos y seguros. El invisible dique de contención fue cediendo, abrió sus compuertas y el texto fue expandiéndose, como una locuaz marea, hasta cubrir toda la pantalla. Con cada palabra, la escritora, iba deshojando pétalos de su esencia y desnudando su alma a los lectores.

En el mágico espacio del universo de la inspiración, una musa sonreía.

10/15/2014

UN PASEO POR LA VIDA




Soy habitante del mundo, pasajera de un viaje
recorriendo, días y noches, el asfalto de la vida.
Por este universo cambiante me muevo y adapto.
Soy a ratos navegante y otras soy náufrago
aferrada a la promesa de nuevos horizontes..
A pie plano o en pendiente me defiendo
y espero encontrar la magia tras las esquinas.
En cada recodo anida el factor sorpresa
y es, a veces, sonrisas o sabor a lágrimas.
Aprendí a nadar y guardar la ropa y a querer
a los compañeros de viaje que dejan huella.
Todo es un incesante fluir de cosas sencillas.
Gestos borrando los estigmas de la soledad.
Océanos de sueños para navegar, sin rumbo.
Crepúsculos sangrantes, noches de seda
y el aroma del silencio en armonía con el viento.
Entre trayecto y trayecto, me enamoro,
de la geografía de las estrellas, de los desiertos.
Soy parte de los paisajes de cemento y piedra,
de musgo y arena, de agua y tierra, de sol y luna.
Vivo, embriagada de libros, de letras y sensaciones.
latidos, rostros amados, deseos, pasiones en la piel
Todo es efímero, todo es vida, beso de aurora, anhelo.
Ser parte de algo, de alguien, huir del tiempo, renacer.
Soy habitante del mundo y aprendí a no pedir nada,
sólo que al girar una esquina, me sorprenda la magia

10/13/2014

LATIDOS OPUESTOS



Viene y se va,
entre latidos de vida.
Se acerca un poco,
pero no se queda.
Le abraza y se aparta,
aunque le desea.
Le toca y quiere más
pero no es el momento.
Es ángel y demonio,
 vibración y letargo.
Está y no está,
desglosada en átomos
de incertidumbre.
Le quiere y le ignora,
sin aparcar sentimientos.
Le besa fugazmente
y se abrigaría en el beso.
A ratos entra y otros sale.
Es ella hecha metáfora,
apenas una rima
desencadenada y libre.
Le recuerda y le olvida,
sin caer en el olvido.
Fluye en sus vaivenes.
Le siente y deja de ser,
para enamorarse de nuevo.
Es sol, es luna, es universo
sobre su piel de viñedo.
Lo dibuja y lo borra,
jugando a cara y cruz,
con el impredecible destino.
Es día, es noche, luz y sombras
surcando sus silencios.
Se mece en su abrazo de agua,
para perderlo luego.
Lejos, cerca, fluctuando,
es amante, caricia y anhelo.
Se le esfuma en la distancia,
y le reencuentra sin tiempo.
Es mar, es fuego, ola y llama.
Deja de ser, olvida su yo
y por no ser zozobra
al filo del despropósito.
Tras ella quedan los pétalos
de las mujeres que es y fue,
flotando en la brisa incandescente,
de todos sus crepúsculos.



10/08/2014

EL HOMBRE DE LAS DUNAS




Le conoció una tarde de Septiembre, cuando en la viña percutía el latido de las uvas maduras y el aire olía chocolate y jengibre. Fue un paso fugaz, donde le dibujó un pequeño esbozo de sí mismo. Lo suficiente para despertar su curiosidad.

Poco después de ese encuentro, empezó a llamarle “El hombre de las dunas” No fue una elección al azar, sino producto de unas sensaciones que fluían entre ambos, de la mano de trazos de palabras. Él era como las cambiantes dunas, empujadas por el viento. El viento que le movía era el soplo de los sentidos en eterna discordia con la voz de la razón. A veces, el soplo de los sentidos se acentuaba, cogía fuerza y lo aproximaba a su orilla, pero enseguida la razón tomaba nuevas energías, para contrarrestar ese instante de ilógica humanidad y volver a dominar su espíritu.

El hombre de las dunas fluctuaba en un incierto vaivén, librando una eterna batalla con sus deseos y lo políticamente correcto. Todo ello le impedía dejarse ir y ser él mismo. Ella le observaba deambular por el filo de las pasiones, sin decidirse a vivirlas. Sólo el mundo virtual le proporcionaba un espacio de evasión y también el placer de modelar, con todo aquello que le cosquilleaba los sentidos, un mundo de palabras que perfilaban sus sueños e inquietudes.

Sentada en la orilla de su playa, le veía moverse entre las cambiantes formas de las dunas. A veces era un destello, una sonrisa, un gesto, una sensación. Otras, una invisible presencia, oculta tras su muro de contradicciones.

No sé si con el tiempo él se dejará vencer por la voz de los sentidos y tal vez sea mejor dejar ese punto en el misterio. A ella la veo a veces, siempre cerca del mar. Cuando la conocí ya supe que era mujer de agua y fuego. Su viento hace tiempo anuló lo absurdo de la razón y desde entonces celebra cada día de vida con la intensidad que se merece. Su lema es no ser esclava del pasado ni del futuro, pues sólo cuenta el presente y las pequeñas o grandes cosas, que trae consigo.

Hoy me la imagino, en la cálida hora crepuscular, paseando por la orilla y sonriendo al hombre de las dunas que la observa, refugiado en la neutralidad de la distancia, invitándolo a sumergirse en el océano de las pasiones.

10/06/2014

HORA PUNTA



Me gusta viajar en tren, pero debo admitir que hacerlo en horas punta resulta toda una aventura. Hace un par de días, sin ir más lejos, estaba sentada en uno de los asientos de la plataforma de un vagón atestado de gente. A medida que se sucedían las estaciones el volumen de pasajeros iba en aumento, de modo que los que estábamos sentados teníamos, a escasos centímetros, las posaderas de alguno de los que se iban apelotonando donde buenamente podían.

Generalmente acostumbro a aprovechar los trayectos en tren para leer o escuchar música, pero para ello necesito que no me aprieten el aura y ese día la tenía como metida en una lata de sardinas. Así que, en plan voyeur, me puse a observar a mis anónimos compañeros de trayecto, algo muy útil para la inspiración literaria. A pesar de ese lleno hasta los topes, nadie hablaba… bueno, me refiero que no hablaban entre ellos, pero sí que mantenían un flirteo con su móvil. El ambiente estaba lleno de sonidos virtuales de diverso tono e intensidad, que fluían entro lo clásico y lo original. El único sonido humano eran toses y estornudos, producto del caprichoso vaivén meteorológico del otoño. En un alarde de imaginación, pude ver flotando a un ejército de traviesos microbios a la caza de los pasajeros no contaminados. Recé para que mis defensas presentaran batalla y me distraje mirando a una jovencita, a la que le había dado por afeitarse media cabeza. El resto de la melena le colgaba, en forma de trenza, sobre un hombro, dándole un curioso aspecto mezcla de chica dura y romántica Julieta. El dueño del trasero pegado a mí, movía los hombros como un zombi al ritmo de una música estridente que transcendía más allá de sus auriculares. Iba calzado con unas contundentes botas militares que me hacían mantener los pies en alerta roja, por si en algún momento aterrizaban sobre ellos. El hombre que ocupaba el asiento contiguo al mío, ya ancho de por sí, se removía inquieto, tratando de expandir aún más su generosa anatomía. Yo, mientras tanto, trataba de fundirme contra la pared del vagón, en un intento vano de evitar su codo, clavado en mis costillas. Para colmo, a la altura de Badalona, cuando ya perecía no caber nadie más, apareció un chico blandiendo una bicicleta y consiguió hacerla entrar a golpes de manillar y ruedas. Mientras ejecutaba tal misión imposible, una serie de miradas, como dardos asesinos, se clavaron en él, pero no sé si por educación o por no perderse un minuto de interludio virtual, nadie dijo nada. En medio del comprimido silencio, un abuelo atendió una llamada de su móvil y doy por sentado de que padecía algo de sordera, pues su voz, elevada a varios decibelios, se expandió por todo el vagón.

En una atmósfera tan comprimida, el tren parecía circular a paso de tortuga y para mi asombro en ese receptáculo ya atiborrado de por sí, aún se acoplaron tres pasajeros más y sus correspondientes maletas.

Por suerte en El Clot se inició la marea del descenso y, poco a poco, mi aura fue emergiendo de la lata de sardinas donde estaba atrapada. Mi expansivo vecino bajó en Plaza de Cataluña y mis costillas lo agradecieron. Mis pies bajaron la guardia cuando desaparecieron las amenazadoras botas militares y la chica de la cabeza medio rapada, mitad galáctica, mitad Julieta, desapareció andén abajo. Me relajé unos minutos, antes de que llegase mi parada, mientras trazaba un esbozo mental de este post que ahora redacto.


Y es que el teatro de la vida es la mejor musa.

10/03/2014

BARCOS DE PAPEL



De niña, el ser hija única, la había convertido en una soñadora. En sus juegos solitarios esculpía con la arcilla de las fantasías un misterioso universo, donde la magia y los colores eran los protagonistas. Inmersa en su espíritu creativo, fue creciendo y modelando las ilusiones de su íntimo yo. Al llegar a la adolescencia tenía el alma y las manos llenas de sueños. Sueños que imaginaba convertir en realidad, hasta hacerlos parte tangible de su vida. 

Pero a veces, suele ocurrir que el destino depara otros planes y un día, al llegar a la edad adulta, fue consciente de que debía aparcar sus proyectos en beneficio de diversas responsabilidades que reclamaban su atención. Sin embargo se resistía a dejarlos olvidados en el desván de los recuerdos, porque sabía que allí, poco a poco se irían aletargando, hasta consumirse en la nada. Entonces tuvo una idea: cogió folios de colores y en ellos fue escribiendo cada uno de esos deseos, trazados en las nubes de esperanza que genera la inocencia. Los plasmó con el pincel de las palabras y luego, con cada folio hizo un barco de papel. Llenó  con ellos una gran mochila y cargada con ese utópico equipaje se fue al mar. Allí, sentada sobre una roca en esa hora de miel y canela en que despunta el día, fue depositando los barcos sobre la piel salada y los vio alejarse, entre dorados reflejos, empujados por la suave brisa.


Se quedó observándolos, con un punto de nostalgia, hasta que el último desapareció de su vista. Luego, cuando el calor del sol empezó a ruborizarle las mejillas, emprendió el regreso a casa, para seguir fluyendo en las rutinas. Bajo un cielo sin nubes, mecidos por la euritmia de las olas, sus sueños se dispersaban. Simplemente no era el momento de vivirlos, pero ella sabía que llegado ese momento, de un modo u otro el mar se los devolvería. Mientras, los dejaría navegar por playas remotas para que no perdiesen la magia de su esencia.

9/29/2014

NÁUFRAGO DE VIDA



Habitante de ninguna parte, solitario y anónimo, camina sin rumbo. Su hogar es la calle y su familia la nada. Se mueve, dando tumbos, por el laberinto urbano, como un autómata colgado de los hilos del vacío. Su equipaje son harapos, unos cuantos cartones y una botella de alcohol barato. Un día dejó de ser quien era huyendo de su mundo para sumergirse en la vorágine de la indigencia. Ahora ya nadie se pregunta quién es, en qué momento naufragó o cuales fueron las causas de su declive. Tiene el alma huérfana de abrazos y la mirada empañada por tantos crepúsculos de fuego y lágrimas. Ya no piensa, sólo fluye en la corriente, anestesiando su mente, huyendo del ser y el vivir. Los transeúntes se cruzan en su camino ignorándolo, porque la ignorancia es una forma de eludir la realidad que nos asusta.

Él se arrastra, por esa tierra de nadie, hacia aquel banco escondido del parque, donde se acuesta cada noche. Bajo un universo de silencio contempla las estrellas y tal vez en la fracción de un segundo, despunte un destello en su mirada. Pero será sólo eso, un efímero destello. Luego sangran los recuerdos y empieza a beber para narcotizar los sentidos. Justo antes de caer en el letargo etílico que le sumerge en el sueño, le parece sentir la calidez de una piel y la caricia de unas manos que hace mucho tiempo le amaron.

9/28/2014

CREPÚSCULO DE SOLES ROTOS



Sobre el gris asfalto llueve un crepúsculo de soles rotos. Licuados en rojo y ámbar, resbalan por las fachadas, antes de ser devorados por las sombras. Las calles son un gran arenal donde se sobreponen mil huellas impresas en hormigón. Huellas rodantes del intenso tráfico que inunda las rutas urbanas. No hay horizontes, sólo edificios haciendo guardia, como estáticos centinelas observando fluir la vida. Es la hora quieta en la que se apaga el canto de los pájaros y sobre los tejados pasean los gatos solitarios, acechando el espacio nocturno.

El lento agonizar del día parece quemar el tiempo en los relojes, hasta detener su paso apresurado. La misteriosa noche avanza despacio sobre la ciudad para cubrirlo todo con su manto de silencio.

Seres anónimos se entrecruzan, apurando la rutina de las prisas. Almas ávidas de reposo, esclavas del reloj y de los retos que habitan un mundo  de metas cambiantes y frágiles, que a veces nunca se alcanzan.

La oscura marea avanza inexorable sobre los últimos pétalos de luz. A su paso tiemblan y se van apagando, hasta consumirse del todo al filo de las primeras sombras.
Pronto resurgirá el reino de los sueños y los muros serán negros fantasmas exhibiendo retazos de intimidad a través de sus ventanas. Una galería de pequeñas telas realistas perfiladas tras los cristales, conjugando un efímero collage de instantes de vida.

Al filo de la medianoche, la soledad se paseará a sus anchas por calles y plazas y las farolas harán guiños a la luna bajo la que se besan los amantes clandestinos.


El interruptor de la vida se aletarga, se hace el silencio tras las fachadas, baja el telón, la ciudad duerme.

9/22/2014

HUELLAS


Poema de mi libro "Huellas de Tigre Azul"


Huellas de tigre azul.
Trazos sobre la arena de mis días
enlazados a una espiral de sueños
que plantan cara a la cordura.
Cadencia de pasos que van y vienen,
como los espejismos o las utopías.
Cometas errantes que me elevan
hasta tocar la piel de las nubes
y mueren en valles de melancolía.
Música de ti sobre mi cuerpo
preñada de silencios y de besos.
Azul, como la lluvia de otoño
que susurra a la tierra tu nombre.
Azul, como la ola en calma
que besa las playas de la noche.
Mi amante, arquitecto del deseo,
compañero de vuelos y reposo
que vistes de soles mis lunas.
Así son tus huellas, imborrables,
perennes en el árbol de los sentidos
enlazadas por siempre a mi alma,
como el reflejo de mi sombra
sobre las dunas de la vida.

       

9/17/2014

NUEVAS HUELLAS




Después de unos días de inquieta y solitaria espera, sentada en los peldaños de la nada, el Dios Eolo se ha dignado a escuchar su petición y con el soplo de su aliento a disipado la niebla. Poco a poco la luz ha penetrado en su bosque de dudas aportándole la claridad necesaria para decidir. Tras la densa neblina palpita un cielo de auroras de ámbar que presagia nuevos horizontes.
Camina hacia su línea ardiente, desprendiéndose de la piel de su incierto yo. El yo de hoy avanza seguro, sorteando los precipicios de las sombras, fascinado por la brisa encendida de sol. La empuja el vértigo de de un gesto anudado a su piel, de una sonrisa bailando con la suya, de una nueva esencia oculta tras el velo del misterio. Su nuevo yo está sediento de sueños convertidos en realidad. Una voz, apenas conocida, rasga la densidad del silencio y la busca, persiguiendo el instante. Ávida de vida anhela concretar esa presencia sutilmente intuida. Una presencia que es la transparencia que inunda de colores las huellas del sendero. Ya no hay dudas, sigue esas huellas, más allá del bosque, donde termina el mundo vegetal y empieza la arena de la pequeña cala. Allí, sentada en la orilla, con la mirada anudada al vaivén de las olas, se quedará esperando que él aparezca entre las dunas.

9/14/2014

DUDAS



Como una hoja de otoño a merced de la caprichosa brisa, revoloteaba perdida por un bosque de dudas. No era la primera vez, pues si algo tiene la vida es que está llena de incertidumbres. A veces pensaba que se tendría que venir al mundo con un manual de instrucciones, para no perderse en los cruces de caminos. Pero desgraciadamente no existe tal manual y un deseo o un error nos planta en este mundo, que no deja de ser una selva. Componer la propia historia no resulta fácil, toca espabilarse, andar con mil ojos y con todos las facultades alerta para sobrevivir. Pero por muy atento que estés la debilidad humana te puede y el vibrar loco e ilógico de los sentidos, nos convierte en improvisados funambulistas de emociones.

Con los años había aprendido a golpes de errores y en los naufragios sentimentales sabía cómo nadar y guardar la ropa. Tras muchos tropezones y caídas ahora podía mantenerse en precario equilibrio sobre la cuerda floja de la incertidumbre y por si acaso nunca abandonaba su paracaídas, para amortiguar posibles aterrizajes forzosos. En su mochila siempre llevaba un botiquín de primeros auxilios, por aquello de los accidentes imprevistos. Tenía tiritas contra el desamor, desinfectante contra los desengaños y vendas para cubrir las lagunas de soledad, hilo y aguja para remendar las puñaladas traperas y jarabe contra las hipocresías.

A pesar de todo lo aprendido, últimamente llevaba un tiempo deambulando por un bosque de dudas. No veía claro el horizonte, ni qué decisiones debía tomar para no estrellarse. Una espesa niebla le ocultaba los posibles caminos y andaba a tientas. La razón de esa temporal ceguera se debía a un conflicto con su corazón. De un tiempo a esta parte, este  latía con tal intensidad que le anulaba todas las señales que emitía su radar de la razón. Sólo un soplo de aire fresco podía disipar aquella niebla, así que convocó al Dios Eolo y se sentó a esperar, rezando para que su mantra de auxilio fuese escuchado.

A su alrededor la niebla seguía flotando, parecía que nada la podía disipar, pero algo en su interior le decía que muy pronto algo o alguien nuevo llegaría para aportar luz a su horizonte.