Hombre de brisa y largos silencios, de ti escribo en el
folio de mis sentidos, hasta agotar el lápiz de mis dedos y secar todos los
tinteros. A ti te dibujo con el pincel del deseo, en aviones de papel, que
luego lanzo al viento, esperando su regreso. En la historia de mi vida eres sonrisa,
nostalgia, ternura, lujuria, pasión, caricia, refugio, fuego, cielo... Una
amalgama de sentires que me abrigan y desnudan en azul o cárdena sucesión,
hasta quitarme el aliento.
Estás sin estar, presente en mis circuitos urbanos, en mis soles y lunas, en
las arterias luminosas que perfilan el asfalto de mi ruta. Tengo el grafiti de
tus huellas gravado en el muro del corazón. Una cadencia de huellas azules que
sacude mi eje de simetría, dejando paso a la más afrodisíaca locura.
Sin tú volar me elevas en un cósmico vuelo y ya no sé si soy parte del aire o
la cola de tu cometa, ondeando a ras de estrellas... hasta que sueltes la
cuerda.
Me duermo, sin dormir, en el anillo de tus brazos y me deleito en un voluntario
insomnio, por no perderme ni una gota de tu añada, ni tu respirar nocturno, ni
el durmiente perfil de tu piel en mi piel borrándome el paso de las horas.
Bailo, en tierra de nadie, sola o con tu recuerdo, hasta que tu esencia se hace
mirada y tacto, latido real enlazado a mí latido. Entonces, aterrizo en la
tierra de los nómadas, planto mi pequeña jaima y me sumerjo en tu oasis para
saciar mi sed de vida y sueños en el sensual manantial de tu
cuerpo.