9/28/2011

LA CARICIA DE TU RECUERDO (Carta a un poeta de sensaciones)

La noche es un cristal volcánico, una oscura sábana de jade que cubre el firmamento más allá de la ventana. Entre las sombras se desfibran en octavas los violines del recuerdo. Frágil, me adentro por los bosques de los sueños, rodeada de un silencio azul, lleno de músicas. Todavía te llevo en la piel y en mis dedos persiste el recuerdo de la sensual caricia que nace en ellos cuando estás conmigo. No se extingue fácilmente el anhelo, ni la imborrable armonía de tu gesto, ni el erótico juego bailando en la callada intimidad de tu mirada.
Lento, siempre pianísimo, sin sordina, suena el primer tiempo del Claro de Luna. En esta hora suavísima busco el contorno, la línea justa de las palabras que definan tu brisa y tu luz, aquellas que habitan en la transparencia de mi corazón. A veces se esconden como pétalos antes de abrirse y su presencia en el poema será un silencio que habla. Insiste la melodía, siempre el mismo tiempo, constante, invariable, perdiéndose en los últimos acordes de un alargado crescendo, hasta extinguirse…
Me voy a dormir, pero tú seguirás presente en el paisaje de luz tamizada que perfila los sueños, como las notas desnudas y etéreas de Las Gnosiènnes de Erik Satie.
Esta noche la música clásica te ha devuelto a mí,  manifestándose ente estas líneas. Buenas noches poeta de sensaciones. Mil besos.

9/26/2011

BANQUETE DE SENSACIONES

Pasear por los sentidos es como asistir a una cata de sensaciones buscando el maridaje perfecto entre ellas y todo aquello que desea nuestra esencia, embriagándonos de todo aquello que nos hace vibrar y apreciar el valor de la existencia. Cada sentido nos proporciona un amplio abanico de ellas. Es como abrir una puerta tras la cual siempre hay algo nuevo esperando para sorprendernos. Aromas, sabores, texturas, colores… sí, realmente una fascinante cata, en la que cada sentido nos ofrece destapar y saborear esas vivencias y percepciones que nos acarician el alma, el cuerpo y la mente. Esas que al final del camino y al mirar hacia atrás nos llevan a murmurar con una sonrisa: ¡He vivido!

No hay que apresurarse en esa degustación sino dejar fluir y gozar, porque es así cómo seremos más conscientes de todos sus matices. Tampoco hay que dejarla pasar, pues el instante se ofrece, es único y efímero y aunque mañana se presente otro, ya no será el mismo y sus sensaciones tendrán otros matices.
Cierto es que la intensidad con que se aprecian varia de una persona a otra, pues todo depende de lo capaces que seamos para profundizar y absorber, pero lo que sí es cierto, es que el ser humano las necesita para sentirse vivo y no perecer en las rutinas. No hay mejor antídoto contra ellas que un buen banquete de sensaciones y para que podamos disfrutarlo hay que estar receptivo y atento a cada nueva luz despuntando en nuestro horizonte.
Màbel