Se había levantado de buen humor, dispuesta a aprovechar cada minuto de su día libre. La mañana era soleada y una brisa fresca flotaba en la antesala del otoño. Abrió las puertas del amplio ventanal que daba al jardín aspirando el olor a tierra húmeda, a plantas recién regadas y a flores tardías, mezclado con los efluvios del cercano mar. Recordó la noche pasada que había sido una gran ventana oscura, abierta al eclipse de luna. Bajo la bóveda celeste, ella se había quedado contemplando la metamorfosis lunar, sentada en el balcón de su insomnio. La certeza de no tener que madrugar al día siguiente la hizo relajarse y disfrutar del espectáculo nocturno. Se fue finalmente a dormir, envuelta en los misterios del cosmos, hasta que el alba había borrado todo indicio de esa noche al abrigo de la luna.
Hoy el silencio reinante en la casa era su amigo. Él ponía ritmo a su pequeño oasis, permitiendo a la música, que flotaba ligera, ser la protagonista absoluta. Se preparó un café y salió al jardín, percibiendo el sutil aleteo de la naturaleza. Más allá de la verja la pineda se descolgaba en pendiente, hasta inclinarse sobre el acantilado, donde batía el mar. La luz dorada de la mañana se filtraba por el entramado de las ramas, creando una ambarina serigrafía sobre la incipiente alfombra de hojas secas.
Dando pequeños sorbos al café se acercó al muro de piedra que delimitaba el terreno de la casa. Desde allí podía ver el mar entre los pinos. Un mar en calma, un remanso dorado que, el suave vaivén de cada ola, desglosaba en un aluvión de rutilantes pepitas de oro.
Respiró la vida, la sintió fluir en medio de ese quieto oasis donde no contaba el tiempo y pensó que, en ese estadio, todo parecía fácil, ligero, carente de rémoras y despropósitos, solidario y armónico.
Luego, abrió el buzón de la verja y sacó la prensa del día. Desplegó sobre la mesa de la terraza las hojas del periódico y se puso a ojearlo. Los titulares la asaltaron, como una agresión emocional, rompiendo la delicada burbuja de su paz interior. La realidad del mundo estaba allí, proclamada en cada artículo: Crisis económica, conflictos sociales, atentados, accidentes, guerras, políticos corruptos, agresiones, pobreza, dolor… Busco y rebuscó, en vano, una noticia positiva. Al no encontrarla, dejó la prensa a un lado y regresó al lindar del jardín, intentando recuperar las sensaciones de su pequeño oasis, pero fue en vano, la marea de la realidad había arrastrado tras de si toda partícula de magia.