9/29/2015

PEQUEÑO OASIS


Se había levantado de buen humor, dispuesta a aprovechar cada minuto de su día libre. La mañana era soleada y una brisa fresca flotaba en la antesala del otoño. Abrió las puertas del amplio ventanal que daba al jardín aspirando el olor a tierra húmeda, a plantas recién regadas y a flores tardías, mezclado con los efluvios del cercano mar. Recordó la noche pasada que había sido una gran ventana oscura, abierta al eclipse de luna. Bajo la bóveda celeste, ella se había quedado contemplando la metamorfosis lunar, sentada en el balcón de su insomnio. La certeza de no tener que madrugar al día siguiente la hizo relajarse y disfrutar del espectáculo nocturno. Se fue finalmente a dormir, envuelta en los misterios del cosmos, hasta que el alba había borrado todo indicio de esa noche al abrigo de la luna.

Hoy el silencio reinante en la casa era su amigo. Él ponía ritmo a su pequeño oasis, permitiendo a la música, que flotaba ligera, ser la protagonista absoluta. Se preparó un café y salió al jardín, percibiendo el sutil aleteo de la naturaleza. Más allá de la verja la pineda se descolgaba en pendiente, hasta inclinarse sobre el acantilado, donde batía el mar. La luz dorada de la mañana se filtraba por el entramado de las ramas, creando una ambarina serigrafía sobre la incipiente alfombra de hojas secas.

Dando pequeños sorbos al café se acercó al muro de piedra que delimitaba el terreno de la casa. Desde allí podía ver el mar entre los pinos. Un mar en calma, un remanso dorado que, el suave vaivén de cada ola, desglosaba en un aluvión de rutilantes pepitas de oro.

Respiró la vida, la sintió fluir en medio de ese quieto oasis donde no contaba el tiempo y pensó que, en ese estadio, todo parecía fácil, ligero, carente de rémoras y despropósitos, solidario y armónico.

Luego, abrió el buzón de la verja y sacó la prensa del día. Desplegó sobre la mesa de la terraza las hojas del periódico y se puso a ojearlo. Los titulares la asaltaron, como una agresión emocional, rompiendo la delicada burbuja de su paz interior. La realidad del mundo estaba allí, proclamada en cada artículo: Crisis económica, conflictos sociales, atentados, accidentes, guerras, políticos corruptos, agresiones, pobreza, dolor… Busco y rebuscó, en vano, una noticia positiva. Al no encontrarla, dejó la prensa a un lado y regresó al lindar del jardín, intentando recuperar las sensaciones de su pequeño oasis, pero fue en vano, la marea de la realidad había arrastrado tras de si toda partícula de magia.

9/21/2015

TREN DE MEDIANOCHE



Sentada en un vagón de cercanías miraba pasar la noche, sin ver. La oscuridad era densa. Un lienzo en negro, apenas salpicado de efímeras luces.
Las estaciones se iban sucediendo al compás cansino de aquel solitario tren de la medianoche y ella, sumida en una especie de letargo veía desfilar la oscura silueta de los pueblos, ya casi dormidos.

No eran buenos tiempos los que vivía, sino un rompecabezas de luces y sombras. A veces, las luces parecían perderse entre la arrolladora densidad de las sombras, proclamando la oscuridad total. Otras, un fugaz destello la hacía avanzar, casi a tientas. sin alcanzar meta alguna.

Lo peor de aquellos trayectos nocturnos era el imparable fluir de la mente que se desbocaba, empeñándose en recorrer los circuitos del pasado, haciendo incapié en lo que no fue, en los instantes perdidos, en las personas ausentes, en los sueños cedidos y en la soledad...

Sí, la eterna soledad anímica. La que no se combate con multitudes, ni con vanas compañías, sino con la magia de esa indefinible esencia que, presente o ausente, lo llena todo.

Con la mirada perdida en el negro paisaje, donde sabía que latía el corazón de la mar, fue consumiendo el trayecto. La próxima estación era ya la suya. Cogió el bolso con la intención de prepararse para bajar, pero una especie de pereza la envolvió ¡Se estaba tan bien en aquel vagón solitario! Un espacio neutro, tierra de nadie, justo lo que necesitaba para no sentirse una extraña en tierra ajena.

Dejó de nuevo el boldo en el asiento y vio cerrarse las puertas, tras el rojo parpadeo luminoso. Su estación quedó atrás. De hecho allí nadie la esperaba, salvo el silencio. Prefería el ronroneo suave que producía el traqueteo de aquel tren de la medianoche, llevándola hacia no importaba dónde.

Se sintió relajada y feliz, libre de lastres. Habitante de la nada podía viajar días y noches por rutas sin mapa, existiendo en la luz clara del alba y en el cárdeno abrazo del ocaso. Sumergida en aquel oasis de paz, cerró los ojos, dejándose llevar.

Desde esa noche han pasado muchos años y se cuenta que, los que ahora cogen el tren de la medianoche, la han visto. Una mujer silenciosa e intemporal, siempre sola y sentada en el mismo lugar, mirando por la ventanilla. Tal vez buscando más allá de la oscuridad total una playa amiga, que le sirva de remanso. Solitaria peregrina del trayecto, estación tras estación, ella espera.

9/14/2015

NOCHE DE LLUVIA




Noche sin luna, de andar pegados bajo las sábanas. De piel vibrando en el cosmos del deseo. Noche de sueños y duermevela tejidos al calor de tu cuerpo.
Aquí estoy, flotando en tu océano, desde aquella primera sonrisa que me robó el aliento. A partir de ese momento, perdido mi eje de gravedad, tiemblo en tus vuelos. Es un levitar incierto de vagar por las rutas urbanas sin elevar cimientos, pero rozando, a ratos, el filo de la excelencia, con cada encuentro. Busco en tu esencia la clave de todo mientras, vas y vienes en la presencia y me anticipas el vacío de la ausencia.

El silencio de la estancia es un beso sin labios, acariciado por tenue sonido de la lluvia, que va cayendo. Siento tu cuerpo en el mío, mientras reposo en el anillo de tu abrazo y me recreo en la realidad de este tiempo insomne que me devuelve la conciencia de tenerte. Tu respiración, entre el murmullo de agua es, en esta hora sin luna, la música de mis sentidos y me enamoro del instante que me brinda la noche, prodigioso laboratorio de sueños…

El sonido seco y potente del trueno, interrumpe el fluir de mis pensamientos y el susurro de la lluvia se va convirtiendo en aguacero. Intento retomar el hilo literario de mi relato y regreso mentalmente a la cama de ese amante perfecto, cuya presencia desata tsunamis en el mar de mis sentidos. Sigo haciendo del molesto insomnio un alambique de creatividad. Perfilo y busco palabras, las modelo y las enlazo, les pongo color, pasión, sensualidad, vida. Con ellas invento y reinvento a mi "Tigre azul"el perfecto protagonista de mi ensueño. Le voy creando con la imprudencia del amor y el deseo, con palabras surgidas del núcleo de los sentidos. Cárdenas, viajeras, átomos de pasiones hechos trazos, música poética que al multiplicarse parece poblarlo todo.

El aguacero persiste en esta noche sin luna de finales de verano. Fuera, mil riachuelos surcan el asfalto arrastrando, tras de sí, las horas infinitas del tiempo cálido. En la penumbra, rasgada por la luz de los relámpagos, yo sigo escribiendo en los folios de mi mente lo que mañana serán palabras compartidas en los circuitos virtuales del ciberespacio.

9/03/2015

LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON



Fue una cena maravillosa. Una auténtica sorpresa de esas que te acarician el alma y los sentidos y toda mujer celebraría. Ocurrió no hace muchas noches. Era una de esas noches en que miras la luna y se te despierta el deseo de pasear bajo su luz, con alguien especial. Sí, tal vez suene romanticón y típico, pero creo que hay cosas que, generación tras generación, siguen motivando y la magia de la luna es una de ellas.

Como decía: estaba yo contemplando el plenilunio y de paso soñando un ratito, cuando él apareció. Se quedó pegado a mi espalda, tan cerca que podía percibir el calor de su piel y sentí, una vez más, ese cosquilleo de mariposas en la mía, como siempre que le tengo cerca.
Nos quedamos así, muy juntos, mirando a la cómplice Selene y disfrutando del instante sin palabras, pero unidos por los invisibles hilos de esa química que enlaza nuestras auras.
Entonces él me susurro al oído: ¿Bajamos a la playa?

Cogidos de la mano recorrimos el breve trayecto, dejamos atrás el paseo marítimo y, descalzos,  nos adentramos en la arena. Entonces la vi. Vi aquella pequeña carpa bajo la cual había una mesa dispuesta para dos. Estaba muy cerca de la orilla y la mar rompía suavemente a poca distancia. Su música de agua parecía mecerse en la atmósfera y me sentí envuelta en su líquida cadencia.
Él, me rodeó con su abrazo invitándome a sentarme. Allí, en ese pequeño latifundio arenisco iluminado por antorchas, me sentí como una princesa. En un momento, y surgidos de no sé dónde, un par de camareros depositaron sobre la mesa una deliciosa cena. Luego, tan misteriosamente como habían aparecido desaparecieron y nos quedamos solos.

Lo último que recuerdo, antes de despertar de mi sueño, fue el estar sentados muy juntos, mirándonos a los ojos, brindando con una copa de cava rosado, mientras la mágica luna seguía su ruta, por los senderos siderales de la noche tachonada de estrellas.

Los sueños, sueños son