La vi sólo una vez, de eso hace unos cinco meses. Entró en la
vinoteca casi a la hora de cerrar. Una mujer anónima que iba completamente vestida de negro y cargaba
una guitarra. Pese a su andar algo inseguro, todavía conservaba un toque de elegancia.
La ropa le quedaba holgada y bajo ella se intuía un cuerpo flaco, que en otro
tiempo debía de ser atlético. Iba sin maquillar y en su rostro se dibujaban los
estragos del alcohol y las drogas. Debía de tener no más de cuarenta años o tal
vez menos, pero era difícil de determinar, debido a su estado de decadencia
física. Tras esa decadencia, aún podía vislumbrarse la chica que fue. Alta,
delgada, con clase y, como pude constatar después, culta.
Se acerco al mostrador y me pidió una copa de tinto que
empezó a beber a pequeños sorbos.
En un principio pensé que se dedicaba a la música, por lo de
la guitarra, pero cuando se lo pregunté, me respondió que era de su hija. Ese
fue el detonante que la llevó a hablarme de su vida. Estaba inmersa en un
divorcio reciente que definió como tormentoso. Su ex marido y ella andaban a la greña
y en medio estaba su hija de diez años.
Mientras ella hilvanaba su historia, a veces saltando de un
punto a otro sin seguir una coherencia, me paré a pensar si su estado era
consecuencia de ese divorcio o más bien lo había provocado. Me comentó que su
ex no quería que viese a su hija y, dadas las circunstancias, pude entenderlo,
pues no se veía una persona estable sino necesitada de terapia y cuidados. Ella
misma era consciente de que bebía en exceso y que a esto se sumaba el hecho de
tomar alguna otra sustancia que no especificó, pero aseguró que no pensaba ir a
ningún centro, ni ver a ningún médico. Su creencia, como la de muchos que caen
en esa espiral, era que podía controlarlo por sí misma. Estaba sola, o se
empeñaba en estarlo y esa soledad anímica aún la hundía más en el caos.
Me habló de que había pasado la noche con un hombre del que
no sabía ni como se llamaba, incluso se insinuó a mi socio, que estaba presente
en la conversación. Un cliente rezagado que entró a comprar una botella de vino
también fue objeto de sus insinuaciones. No sé si buscaba sexo o un poco de
calidez humana para compensar su norte perdido.
En un momento dado se fijó en el pañuelo que yo llevaba
anudado al cuello y me pidió permiso para arreglármelo. La dejé hacer, mientras
con manos temblorosas recomponía un anudado artístico alrededor de mi cuello. Le
costó, por su torpeza de movimientos, pero al final consiguió que se viese
original y elegante.
Fuimos demorando la hora de cerrar, mientras ella hablaba sin parar, casi como si lo hiciese consigo misma, pero finalmente tuvimos
que indicarle que nos íbamos a comer. Aún le quedaba vino en la copa y me pidió
que se lo pusiera en un vaso de plástico… "para el camino" -me dijo- Aunque ni
ella misma sabía cuál era ese camino.
Cogió el vaso y la guitarra y con ella pegada a su cuerpo salió
a paso vacilante.
Justo mientras cerrábamos el local la vimos perder el
equilibrio al intentar cruzar la calle. Unos viandantes la ayudaron a sentarse en el
borde de la acera y nos acercamos para preguntarle si quería que avisáramos
a alguien.
_No hay nadie a quien avisar-respondió- me arreglo sola, solamente necesito descansar un rato.
_Pues llamamos a una ambulancia… no puedes quedarte aquí, necesitas es atención
medica.
Llegados a ese punto se puso casi violenta, negándose en
redondo a que hiciésemos ninguna llamada. Su estado era preocupante, no podía ni
levantarse, así que mi socio se alejó un poco y solicitó ayuda.
Poco después llegó la ambulancia.
_No teníais que haber llamado -me dijo, con tono de reproche- no quiero estar encerrada.
La subieron a la ambulancia con la guitarra fuertemente
abrazada, como si esta fuese la esencia de esa hija de la que hablaba con tanta añoranza. Esa fue la última visión que tuve de ella. Esa y su mirada, color
canela, apagada, dolida, triste.
A pesar de los meses transcurridos, a veces aún me viene a la
memoria y me pregunto dónde estará ahora la anónima mujer de la guitarra y si estará en
camino de recuperar su norte.