10/27/2015

CULTIVOS DE VIDA Y SUEÑOS


Aquel día, aparentemente igual a cualquier otro, ella se detuvo en el camino, sentándose bajo el viejo roble y miró a su alrededor. A lo largo del sendero se extendían sus campos, aquellos que, en uno u otro momento de su vida empezó a cultivar.

Los observó detenidamente, deteniéndose a analizar los resultados. Se lo tomó con calma, pues ese análisis era una buena manera de poder corregir esfuerzos inútiles y dedicarse a lo realmente importante.

Algunos de sus campos aparecían yermos, se habían secado por una voluntaria falta de cuidados. Eran campos que hacía tiempo había desestimado, debido a una mezcla de decepción y cansancio. Otros, en cambio, se mostraban fértiles y llenos de vida, eran sus mejores logros. A lo lejos, en la ladera de la colina se perfilaba aquel terreno, situado en un pequeño terraplén. Era una zona de difícil acceso, apartado y complicado de mantener. regarlo le representaba un gran esfuerzo. un trabajo constante y en solitario que llevaba tiempo ejecutando, sin éxito aparente. Cierto es que el cultivo iba creciendo despacio y apuntaba muchas cualidades para dar una cosecha de calidad. Reconoció que, a veces se sentía agotada. Subir cada día la cuesta, sin ayuda ninguna, era todo un reto.

Meditó, sentada bajo el viejo roble, sobre la posibilidad de abandonarlo, pero una insistente voz interior la animaba a seguir. En el fondo era consciente de que lo que requiere más esfuerzo es lo que proporciona mayor satisfacción cuando lo consigues. Está claro que también sabia de la posibilidad del fracaso, pero eso era un riesgo, como otros muchos que se presentan el fluir de la vida.

Así que se fue directa al pozo de sus sueños, cargó dos grandes cubos y empezó a subir la ladera para regar el campo. Más abajo los fértiles sembrados se agitaban suavemente en la brisa otoñal, componiendo una hermosa acuarela y esa visión de lo ya logrado ponía alas en sus pies y daba fuerza a su espíritu.

Llena de ilusiones, repartió sus dos grandes cubos de sueños sobre el terreno y los dejó allí, dándoles oportunidad y tiempo para germinar.

10/22/2015

LOS MATICES DEL SILENCIO


La vida es un sendero incierto poblado de silencios. Las palabras se pierden por los recodos, a veces por miedo, otras por vergüenza o por la falta de costumbre de dejar hablar al corazón.

El silencio tiene muchas facetas, puede ser dulce o cruel y escucharlo puede enseñarnos a descubrir sus razones. Vivido en la soledad impuesta por la ausencia puede ser muy duro.

Personalmente me gusta el silencio que busco, me relaja y me abraza, pero a la vez disfruto de las palabras enlazadas en buena compañía y de la riqueza que me aportan.

El placer de la comunicación verbal está en desuso y la gente prefiere publicar sus vidas en las redes sociales y teclear mensajes como posesos, que dedicar tiempo al tú a tú real. Iconos, signos y abreviaturas conforman el nuevo vocabulario virtual. Un: "te quiero" se substituye por un corazoncito rosa y un beso nos viene dibujado por el trazo de unos labios rojo pasión. No digo que estos elementos no sean útiles en un momento puntual, como una especie de gráficos mensajeros acortando la distancia, pero a veces me pongo a pensar si el "te quiero" de viva voz no pasará a ser un bien escaso por la falta de costumbre de expresarlo, mirando a los ojos.

No os penséis que no me gusta el silencio, lo considero algo necesario y relajante para detenernos a escuchar nuestra voz interior. Lo aprecio porque a la vez me prepara para disfrutar de las palabras enlazadas en buena compañía y de la riqueza que estas me aportan.

El silencio no tiene un único significado, hay silencios neutros, muertos, incómodos, ignorantes, vacíos, nocturnos e insomnes... En cambio hay otros que son cómplices y con alma, son esos que dialogan con el gesto, la mirada y la calidez. Son silencios que se gestan en el crisol del dialogo y el conocimiento mutuo y que siempre han ido precedidos de la magia de las palabras.

Si, la vida es un sendero incierto poblado de silencios, pero unos habitan en la luz y otros en las sombras, unos navegan un frío mar de invierno y otros surcan doradas olas a caballo de coloridas velas.

Hoy, el silencio es mi amigo y con el hago mutis por el foro y me voy a pasear orillas de sal y susurros de mar. De su mano apreciaré mejor cada minúsculo sonido que contienen los pequeños instantes de vida.

10/13/2015

ESENCIA DE GRAFITO


El estudio estaba sumido en la cálida luz que destilaba una luna de otoño. Como tantas noches él estaba allí, quieto, prisionero de su esencia y acariciando sueños. La entreabierta ventana era una llamada, una imposible tentación que sugería el poder volar en libertad. Su vida era un despropósito, habitante de la nada y del todo, héroe de mil batallas, un explorador de secretos lugares famoso y admirado. Sin embargo, era sólo el protagonista de una vida de ficción, que estaba atrapado en la brevedad de un folio.

Suspiró, mirando la esplendida luna que se enmarcaba en la ventana y un ligero polvillo se desprendió de su alma de grafito.

Sus noches, ausentes de sueño, fluían en la nostalgia. Estaba cansado de ser reinventado día tras día, de ser un dibujo de vidas prestadas, por el lápiz de su creador. Esa inconcreta permanencia, ese no pertenecer, era un lastre de tristeza.

La ciudad que latía más allá de la ventana le atraía como un imán. Nunca la había visto, pero la intuía. Intuía su belleza, hecha de desgastadas piedras y murmullos de agua. Intuía su vida y sus gentes a través de los sonidos que que le llegaban, como un canto de vida, fluyendo por las horas. Su sueño era llegar a ver esa ciudad mágica, salir de aquellas cuatro paredes y saborear, aunque sólo fuesen unos minutos de libertad.

Todo era monotonía en su entorno pero, aquella noche, sentía un cosquilleo especial, como si algo inesperado fuese a suceder... y sucedió.

Eolo estaba algo aburrido y con insomnio y contemplando las ninfas de la noche, se le ocurrió la travesura de agitar sus faldas y empezó a soplar. Cuanto más fuerte soplaba, más se levantaban las faldas y las ninfas corrían a refugiarse, huyendo del travieso torbellino.

En pleno festejo eólico, una gran ráfaga abrió de par en par en ventanal y se dio un paseo por la estancia. En su loco revoloteo desperdigó todos los folios de la mesa y entonces él, como un improvisado surfista, salió volando por la ventana. Montado en la ola del viento sobrevoló una Venecia durmiente. Rebasó campaniles y altanas, admiró el reflejo de las luces en los canales y el vaivén de las oscuras góndolas y se enamoró perdidamente de la inverosímil ciudad. 

El viento lo llevaba por aquel espacio de ensueño, tanto tiempo imaginado y por primera vez se sintió feliz y en paz.

Pero todo sueño tiene un precio y su frágil esencia de grafito se iba difuminando poco a poco. Su latido se iba apagando con cada partícula de su trazo que se desprendía. Sus ojos ya casi no podían ver, pero no habría cambiado aquel momento por nada.

Entonces, Eolo, cansado de jugar, dejó de soplar y el folio que contenía el esfumino de su cuerpo fue planeando, hasta caer en medio de San Marco donde, antes que fuese recogido por un barrendero, aún pudo gozar de la caricia del alba en la majestuosidad de la gran "Piazza" 

Pero no temáis, este no es un triste final. Un dibujo no muere mientras su creador lo reinvente.