Soy
frágil y mutable. Mi cuerpo a veces se licua y luego se concentra, es blanco
como el velo de una virgen y emana el sensual perfume de una diosa. Presido
momentos de seducción, preliminares y pasiones que fluyen y se engendran a la
luz de mi llama. Comparto espacios de cava y rosas, de ritmos y caricias
conjugadas entre besos y susurros. Soy la magia que aporta su halo de calidez a
la atmósfera que envuelve a los amantes y me fundo en su piel bajo el tacto
sinuoso del cortejo. Soy efímera pero intensa, habitante de otras vidas
perfiladas con lujuria, donde el tiempo se quema en los relojes del deseo.
Formo parte de la mecánica prodigiosa que excita los sentidos mientras me deshago
en aromas. Danzo, como una odalisca, trazando pinceladas doradas en la trémula
piel de los amantes. Soy voyeur de pasiones, de encuentros eróticos y cuerpos
desnudos devorándose enteros, de juegos prohibidos y orgasmos cabalgando en las
alcobas. Vivo para ser parte de la seducción y muero, en un último suspiro de
luz, agónica y ardiente, mientras se eleva un gemido de placer desde un lecho
de raso y ella se agita como una mariposa, rozando el éxtasis, inmersa en el
vaivén primitivo de su amante.
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