A veces pienso que estamos inmersos en
un mundo que nos empuja a la individualidad. Cada uno va a su bola y aquella
cualidad denominada empatía parece estar en peligro de extinción. Nadie tiene
tiempo para escuchar y apoyar a un amigo
y lo peor es que a veces ni para escuchar a los que se tienen más próximos. ¿Cuantas
señales de SOS se pierden en el vacio del silencio?
Cuando, desde alguna parte, nos lanzan
un torpedo nos quedamos tocados, en mayor o menor medida. Si el boquete es
grande, el efecto secundario puede ser el hundimiento. Esa falta de empatía que
flota en el ambiente nos lleva a padecer
en solitario esa herida, pero es un gran error pues, suponiendo que
cicatrice, queda allí como una tara, un punto débil por donde es fácil derrumbarse
con cualquier pequeño embate de la vida.
En esos momentos la experiencia me ha
enseñado que no hay que guardarse nada dentro, pues termina pudriéndose y
afectando el entorno y nuestro propio yo. El dilema es: ¿Quién me escucha? ¿Quién
me puede dar un abrazo que le salga del alma? La verdad es que resulta
complicado y ahí es donde te das verdadera cuenta de los que están y de los que
se desentienden. De hecho es una buena manera de medir los grados de amistad.
Si algo he descubierto es que te puedes llevar muchas sorpresas y un gran
número de desengaños. Quien menos te lo esperas te alarga una mano, te da un
abrazo y simplemente te hace saber que le importas y está a tu lado. Otros, en
quienes confiabas y por los que habrías dado cualquier cosa, se dan un rodeo
para no coincidir y esperar que el temporal pase.
Conocidos puede haber muchos, pero amigos
de verdad hay muy pocos y cuando se encuentra uno, que merece la pena, hay que
cuidarlo como un tesoro. No somos islas,
aunque a veces la estresante locura del día a día nos lleve al aislamiento. No
hay nada peor que la soledad anímica en medio de la multitud. Así que, merece
la pena guardarse un tiempo para uno mismo y sobre todo, para sacar nuestro lado más humano,
cuidando y ofreciendo un gesto de calidez y apoyo a aquellos que nos importan. Si
empezamos por ahí ser solidarios con el resto nos será mucho más fácil.
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