3/01/2014

CARTA DE UN DESCONOCIDO


Buenas noches, hermosa dama de Irlanda
 
Desde mi orilla norteña, me enamoro de tus palabras y las hago mías, porque mío es también tu sentir certero y difuso de las noches estrelladas que habitamos en confines sin nombre. Confines donde caminos ilimitados dejan fluir, de ti a mi, de mi a ti, todo ese caudal de dulzura desbordada tan reconfortante, tan necesaria para nuestras almas. Tan real que, su hipnótico aroma, me acompaña hasta el sueño y la vibrante plenitud que enardece mi ser no se apaga ni con la invasión desbordante del amanecer, con su latido de luz.

Hago mío lo tuyo para saborear tu esencia. Tu ingenuidad irradiada en cada poro de tu ser, la belleza de tu sonrisa profunda y franca, tus ilusiones, tus sinsabores, tus frustraciones matizadas, tus melancolías y tu cálida sensualidad de hembra mediterránea. Todo lo usurpo con tu permiso, porque necesito entrar en ti y gozar de tu ternura para crecer, expandirme, llenarme y sobrellevarme. Eres hermosa, estrella iridiscente seduciendo al universo en la noche de lascivos planetas. Eres la musa que, en mis solitarias horas me acompaña, narrandome historias de una niña que jugaba con peces de colores en calas escondidas y vivía aventuras en faros misteriosos. Te necesito como al aire, porque con tu ser pleno de amor maduro curas mi melancolía, por no haber sido niño a tu lado.

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