Se aquieta la tarde y con ella retorna el tumulto de los pensamientos que se abren paso al recuerdo. Quisiera poder guardar toda la luz de este
maravilloso crepúsculo en la mirada para regalártela en una noche especial. Una
de esas noches en que se adormecen las horas mientras agotamos sus límites en el retozar del juego erótico. Pensando en ti construyo poemas bajo la sombra de un sueño y la tarde
declina, trazando a poniente un sendero de sensualidad felina, por donde se
pasean los deseos. Me recreo en la lluvia de ámbar que cae sobre el mar como partículas
de fuego.
Ya antes, desde la niebla que rodea lo desconocido, te había presentido
cada día, cada noche. Una presencia sin rostro señalando mis puntos cardinales.
Danzan las silabas en el viento y me sonríen. Su irisación desvela las imágenes
de mis sueños y les conceden el perfume de los versos. Se estremecen sobre el
papel, son como las aguas de un río donde fluyen mil voces cristalinas, cada
una es un sentimiento que corre por mi cuerpo y me estalla a flor de piel
derramando sensaciones.
La noche se pasea desnuda y oscurece mi cuaderno, mientras las palabras se adormecen entre el silencio y la nostalgia de este
embarcadero urbano, donde guardo las soledades del alma. Traspaso la línea de un
nuevo ecuador y me refugio en el inconsciente del sueño. Allí somos gotas de un
imaginario océano unidos en una mágica simbiosis de pasiones. Un océano donde
se nutren las palabras que modelan el poema.
Un cosquilleo lunar me hace vibrar rodeandome de cálidas
auroras. Cada vez es más intensa la oscuridad, la noche se hace densa al compás de los planetas y yo voy
tañendo la cuerda de los versos, inmersa en la fiebre de andar por las palabras
que sin ti no existirían. Los dejo fluir en oleajes sobre la azul metáfora que
alumbra mis sentidos. Sólo deseo hacer de ellos una canción eterna que me pueble este insomnio de estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario