3/16/2014

TIGRESA AZUL


Desde el día en que la envolvió aquel destello azul, vivía sumida en una especie de dulce amnesia. Ya no recordaba su vida anterior.  Sus trazos estaban encerrados, a cal y canto, dentro de la caja de seguridad del olvido. Eso la eximia de todo recuerdo, de toda mirada al pasado.
Se había comprado unas nuevas sandalias rojas y a menudo vestía de rojo, haciendo de ese color una celebración a la pasión. Nada esperaba, salvo la magia de los instantes que el destino le regalaba y poder gozar de ellos como si fuesen la concreción del más preciado sueño. Dejó de ser, para ser ella misma descubriendo, en ese ejercicio de libertad, el verdadero valor de la existencia.
 
Había roto con todo, hasta el punto de que la consideraban desaparecida de la faz de la tierra, pero ella vivía. Vivía en un lugar sin nombre, suspendida entre dos mundos. El destello azul era una constante en su espíritu y un sensual fluctuar en su vida. Cuando aparecía, ella se transformaba en una felina, como él. Una tigresa excitante y sinuosa paseándose por el filo del erotismo, escalando sus cimas. Era una licenciosa y complaciente amante, en íntima fusión azul, deleitándose con el festín de los cuerpos. Convertida su piel en el alambique donde se gestaba el deseo, dejando que el látigo del placer azotase sus sentidos.
 
Luego, tras el paso del destello, volvía a ese lugar sin nombre donde se había refugiado a vivir la espera. Sumida en una vorágine creativa, modelaba vivencias con las palabras, haciendo de cada sensación una huella perdurable. Hilos azules tejían versos y relatos que luego colgaba en el cielo nocturno, como una insomne poetisa, vestida de rojo, esperando un plenilunio de canela que le devolviese su esencia felina.

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