Hoy me he despertado sumida en una
especie de letárgica pereza. Fuera, cantaba un ruiseñor y la dulce cadencia de ese
canto melodioso traspasaba la somnolencia de mi mente. Como una sonámbula, me
he arrastrado fuera de la cama, he cogido una bata al vuelo y me la he puesto
mientras bajaba las escaleras con la intención de tomarme un café. Al entrar en
la cocina me he quedado parada en el umbral de la puerta, sin dar crédito a lo
que veían mis ojos ¡Allí había un desconocido lavando una manzana!
Al oírme se ha girado y me ha lanzado
un: ¡Buenos días, perezosa! Luego se ha sentado tranquilamente y ha empezado a
mordisquear la fruta. Se le veía cómodo, como si estuviese en su casa y su
indumentaria era de lo más curiosa: un albornoz con un simpático estampado de
tigre, en color azul. A pesar de estar aún medio dormida, no me ha pasado por
alto que era lo que yo llamo en catalán: un
tros d’home y cuando se ha sentado y el albornoz -que le venía pequeño- se
ha abierto, dejando a la vista una buena parte de su anatomía, mi mente se ha
despejado del todo. Una especie de hormigueo se ha desatado por el filo de mi
piel y mis manos se han vuelto torpes intentando, sin éxito, anudar
correctamente el cinturón de la bata. Estaba allí plantada, como si hubiese
echado raíces y sin poder moverme, cuando él me ha preguntado, al tiempo que
atacaba una tajada de melón: ¿No desayunas? yo estoy muerto de hambre.
Haciendo un esfuerzo para salir de mi
aturdimiento he iniciado una especie de maratón de un lado a otro de la cocina,
llenando la cafetera, sacando la leche de la nevera y preparando unas tostadas.
El hombre tigre iba por la segunda
tajada de melón y me observaba con una sonrisa pícara bailándole en la mirada.
¡Dios! las piernas me temblaban y no podía articular palabra. Aquel desconocido
semidesnudo me tenía fascinada, pero lo peor es que no tenía conciencia de
dónde puñetas había salido. ¿Estaría volviéndome loca?
_ Pon un par de tostadas para mí también
-me dijo- necesitamos reponer fuerzas después de la noche pasada… y va, y me
guiña un ojo.
En ese momento mis neuronas se han puesto
en alerta, procesando lo que implicaban esas palabras y generando un aluvión de preguntas.
¿Noche? ¿Juntos? ¿Eso significa que nos
hemos liado?
Pensar que me había acostado con aquel Tigre
Azul y no lo recordaba me ha hecho sentir estúpida. Yo no bebo, así que no
podía haber sucedido en un lapsus de pleno estado etílico. ¿O sí? Estaba hecha
un lío y con el estomago lleno de mariposas. La culpa la tenían aquellos ojos
que no paraban de mirarme como si me desnudasen.
Necesitaba saber, así que me decidí a
preguntarle cómo había llegado a mi casa, aún a raíz de parecerle una iluminada,
pero antes de que pudiese abrir la boca, el Tigre se ha levantado, se ha acercado
a mí, me ha rodeado con sus brazos y.....
Justo en ese momento, ha sonado el
despertador.
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