12/05/2013

¡UN TIGRE EN MI COCINA!


Hoy me he despertado sumida en una especie de letárgica pereza. Fuera, cantaba un ruiseñor y la dulce cadencia de ese canto melodioso traspasaba la somnolencia de mi mente. Como una sonámbula, me he arrastrado fuera de la cama, he cogido una bata al vuelo y me la he puesto mientras bajaba las escaleras con la intención de tomarme un café. Al entrar en la cocina me he quedado parada en el umbral de la puerta, sin dar crédito a lo que veían mis ojos ¡Allí había un desconocido lavando una manzana!

Al oírme se ha girado y me ha lanzado un: ¡Buenos días, perezosa! Luego se ha sentado tranquilamente y ha empezado a mordisquear la fruta. Se le veía cómodo, como si estuviese en su casa y su indumentaria era de lo más curiosa: un albornoz con un simpático estampado de tigre, en color azul. A pesar de estar aún medio dormida, no me ha pasado por alto que era lo que yo llamo en catalán: un tros d’home y cuando se ha sentado y el albornoz -que le venía pequeño- se ha abierto, dejando a la vista una buena parte de su anatomía, mi mente se ha despejado del todo. Una especie de hormigueo se ha desatado por el filo de mi piel y mis manos se han vuelto torpes intentando, sin éxito, anudar correctamente el cinturón de la bata. Estaba allí plantada, como si hubiese echado raíces y sin poder moverme, cuando él me ha preguntado, al tiempo que atacaba una tajada de melón: ¿No desayunas? yo estoy muerto de hambre.

Haciendo un esfuerzo para salir de mi aturdimiento he iniciado una especie de maratón de un lado a otro de la cocina, llenando la cafetera, sacando la leche de la nevera y preparando unas tostadas.

El hombre tigre iba por la segunda tajada de melón y me observaba con una sonrisa pícara bailándole en la mirada. ¡Dios! las piernas me temblaban y no podía articular palabra. Aquel desconocido semidesnudo me tenía fascinada, pero lo peor es que no tenía conciencia de dónde puñetas había salido. ¿Estaría volviéndome loca?

_ Pon un par de tostadas para mí también -me dijo- necesitamos reponer fuerzas después de la noche pasada… y va, y me guiña un ojo.

En ese momento mis neuronas se han puesto en alerta, procesando lo que implicaban esas palabras y generando un aluvión de preguntas.

¿Noche? ¿Juntos? ¿Eso significa que nos hemos liado?

Pensar que me había acostado con aquel Tigre Azul y no lo recordaba me ha hecho sentir estúpida. Yo no bebo, así que no podía haber sucedido en un lapsus de pleno estado etílico. ¿O sí? Estaba hecha un lío y con el estomago lleno de mariposas. La culpa la tenían aquellos ojos que no paraban de mirarme como si me desnudasen.

Necesitaba saber, así que me decidí a preguntarle cómo había llegado a mi casa, aún a raíz de parecerle una iluminada, pero antes de que pudiese abrir la boca, el Tigre se ha levantado, se ha acercado a mí, me ha rodeado con sus brazos y.....

Justo en ese momento, ha sonado el despertador.


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