Hoy, que tengo la piel de cristal
me desestructuro para volverme a estructurar.
Quemaré la memoria y dejaré que la noche
desdibuje el efímero esbozo de mis locuras
y todo aquello que provoca insomnio o desvarío.
Ya no hay excusas ni salida de emergencias
pondré el marcador a cero, me calzaré las botas
saltaré al terreno de juego, a por todas,
persiguiendo el balón por toda el área.
Abandonaré antiguas técnicas ya caducadas
pondré en práctica otras nuevas, recién aprendidas.
Despistaré al adversario hasta meter un gol.
Ganaré el partido o dejo de ser yo.
Antes, volveré a recubrirme de cemento,
porque la piel de cristal es demasiado frágil
para las contiendas cuerpo a cuerpo.
Demasiado frágil para el ataque del contrario
y sus posibles efectos secundarios.
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