Cuando, sin previo aviso, apareces en mi mente paseándote a tus anchas por los sentidos, constato que desde alturas estelares, desde tu complejidad
urbana, desde donde respiras, habitas en mi piel y en mis sueños. A veces
ausente, incorpóreo, centro huidizo de todo y de nada, pero nunca indiferente. Incluso entre
el silencio eres un eco lejano, un
suspiro que regresa, me enlaza, me incita y cosquillea.
Con pigmentos de palabras dibujo instantes especiales y el pincel de mis poemas te perfila como una ráfaga de luz evocando pasiones. En la acuarela de la vida tu trazo es un destello que se acerca a mí entre lunas y soles, mares y
estrellas, asfalto e islas de ensueño. Cuando estoy contigo me envuelve una atmósfera azul, hecha de
sensaciones y ritmos, de cómplices sonrisas, de palabras enlazadas alrededor de una copa de vino y del apetito de los cuerpos conjugando el deseo al filo de la medianoche.
Abrazado o perdido. Tal vez hallado. Enciendes en mi memoria el cárdeno reflejo de
escenas paganas, de bacantes y faunos celebrando el placer en un
espacio sin veda ni tiempo. Por lejos que estés tu viento agita la veleta de mis
sentidos y hasta cuando crees que te olvido, diluida en nubes de silencios, estoy
continuamente escribiéndote en el papiro de mis emociones. Si, ahí en el espacio donde nacen mis locos versos y mis lunáticos cuentos.
No sé en qué momento tendrá fin esta extraña fusión que nos lleva y nos trae por el parque temático de la existencia. De hecho no quiero saberlo, sólo sé que me has hechizado, hasta el punto de pensar que en otra vida compartimos la asombrosa pasión de una noche perfecta y eso me convirtió en un ser errante que hace mucho se desglosó de un átomo de tu esencia y he viajado por mis vidas eternamente buscándote.
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