12/03/2013

AZUL, BLAU, BLUE, BLEU, AZZURRO

Hoy me he levantado desmotivada y gris -una también tiene sus días- Tenía dos opciones: o bien seguir sin colores o ponerle azul a la jornada.  Así que, tras un esfuerzo anímico, he optado por lo segundo ¡total para dos días que vivimos no hay que amargarse!
Lo que tenía bien claro es que si esperaba que alguien viniese a azularme el día lo tenía muy crudo. Era como pedir peras al olmo, que los tigres volasen y en los mares floreciesen amapolas. Era como esperar una sorpresa azul, un susurro en la distancia, un golpecito amigable en la espalda o una locura azul. No, no estoy loca, ni tengo una fijación con los Pitufos, simplemente es la metáfora de mi color sensorial, el nirvana hecho matiz... una que tiene sus peculiaridades.

De entrada, y una vez sentada en el tren camino de Barcelona, un músico me ha regalado una melodía azul. Ya sé que para muchos la música no tiene colores, pero para mí sí y eso me lo he tomado como una señal y mientras Lady in Red sonaba, con mayor o menor fortuna, yo me he sumergido en el instante perfecto.

Nada más bajar en Plaza de Cataluña un risueño Papa Noel me ha dado un abrazo azul, sin previo aviso. Como la protagonista de un cuento de Navidad y bajo el tímido sol de diciembre, allí estaba yo, abrazada a un chico joven, con relleno y blanca barba de por medio, mientras los dos nos partíamos de la risa… ¡a saber por qué! Hemos terminado nuestro pícaro interludio con un sonoro beso, con sabor a pelillos sintéticos, un guiño cómplice y un caramelo de fresa ¿Magia navideña? No, ya no creo en ella, más bien un cruce entre chiflados con ganas de dibujar sonrisas.

He seguido deambulando entre citas de trabajo y conversaciones neutras, hasta que ha aparecido aquel hombre. Me ha abordado en plena Plaza Universidad para hacerme una encuesta sobre aromas de suavizantes. El tema me ha parecido tan surrealista como el que tras él, una jovencita fuese provista de un carrito con diferentes botellas sin etiquetar, que se supone yo debía de oler. Me lo he quedado mirando, con la risa a punto de estallar y en un momento ambos nos carcajeábamos a mandíbula batiente, ante la atónita mirada de la jovencita y de los transeúntes. El hombre, atractivo, de poco más de 50 años y bien plantado me ha contado que después de quedarse en el paro, tras 25 años de jefe comercial de una empresa, está como quien dice: con el agua al cuello y en esas circunstancias cualquier trabajo, por ridículo que sea, es bienvenido. No me preguntéis cómo, pero hemos terminado enredados en una conversación sobre filosofía -de la cual se me ha confesado un enamorado- mientras la jovencita bostezaba ostensiblemente recostada en el carrito de los suavizantes. Al final no los he olido, aunque sí que le he dicho que soy de aromas florales, pero su instante azul ha sido glorioso en mi mañana. Desde estas lineas le saludo.

Un menú en “Els 4 Gats” rápido y con connotaciones de nostálgico azul ha marcado un paréntesis en la jornada. Más tarde, el café con un cliente ha perfilado futuros y exitosos proyectos laborales, por supuesto azules. Y para terminar, ya de retiro, alguien que conozco me ha sorprendido con un “De repente me acordé de ti ¿Qué tal tu vida?” Tal vez os parezca una tontería, pero ha sido un cosquilleante whatsapp azul de una persona que, sin ser gran amigo -o eso creía- se ha interesado por saber si había vida al otro lado de mi móvil. Desde aquí le mando un beso.

El regreso en tren ha sido de aquellos al estilo sardinas en lata, pero mi jornada ya estaba teñida de azul y nada, ni el enlatado, ni la cháchara de la mujer de al lado, bien pegadita a mí y hablando, o mejor gritando a pleno pulmón, vía móvil, con su amiga Trini -que deduzco sorda- poniendo verde a “La Paqui” me la iba a desteñir…. A pesar de sus más de 30 minutos de duración.


Ahora, ya en casa, sigo sin cambiar de gama cromática, por lo menos por fuera pues llevo mi albornoz de estampado de tigre, de un bonito y sugerente azul. Creo que por hoy ya he llenado el cupo de ese color, aunque quien sabe si de aquí a la noche, hasta que apague las luces y me arrebuje bajo las sábanas algún fauno travieso, me regala una fugaz y sorprendente pincelada de intenso y pasional azul, de esas que agitan todos los sentidos. ¿Peras al olmo… y por qué no?

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