12/08/2013

MI GUITARRA Y VOS (basado en la canción de Jorge Drexler)

De adolescente había tocado la guitarra y cantado con los amigos a la sombra del limonero que presidia el jardín de mi casa. Soñaba, soñaba con la felicidad, con el amor y el futuro, como sueñan todos los mortales.  Nunca deseé lujos ni dinero y creía firmemente en la gente. Nada sabía y mucho esperaba.

Ahora ya hace cinco décadas que paseo por la vida. Cinco décadas cargadas de segundos y minutos, cargadas de alegrías y desengaños. Arrimada al perfil de mis utopías, observando el fluir cotidiano de las cosas sencillas, cada vez más incrédula y sin embargo esperando.

Puedo sustituir el limonero por una parra y los amigos por un invisible compañero, ausente, presente, lejano, próximo, mirifico, real -eso no importa- He tenido, he perdido y poco busco o tal vez mucho. He aprendido a no atar, a no desear cambiar a nadie y a dar sin esperar nada a cambio, pues cortar las alas a los que amas es castrarlos en beneficio de un particular egoísmo. El mundo es un gran bazar de ofertas irresistibles. Un gran espacio donde puedes comprar de todo, excepto una cosa: amor.

Yo aún espero, con mi infinita paciencia y la cuerda certeza de que puede resultar una eterna espera. Contemplo, sin telescopio, como se apaga la última estrella y miro una fotografía que no está sobre la pared sino atrapada en la tecnología. Veo como las ruedas de los coches labran las autopistas y los arados y el molino se pierden en el olvido. Atesoro quien reinventa y escribe palabras y las tecleo junto con las mías. Me asusta que la máquina llegue a vencer al hombre. Que este, en su soberbia, mate sus horizontes, las montañas, los valles y ahogue el agua de ríos y mares.

Aunque tal vez entonces, todo recomenzaría y tendríamos tiempo para tocar la guitarra bajo la parra y decirle a alguien que su presencia nos basta.


Cinco décadas de vida y espero. A veces aún creo en algo o en alguien -llamadme ilusa- Voy haciendo ruta, esperando que un día un ser especial rasgue su guitarra y enredada en el aire, su voz me susurre: ¡Hay tantas cosas! pero yo sólo preciso dos: mi guitarra y vos.

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