De adolescente había tocado la guitarra y
cantado con los amigos a la sombra del limonero que presidia el jardín de mi
casa. Soñaba, soñaba con la felicidad, con el amor y el futuro, como sueñan
todos los mortales. Nunca deseé lujos ni
dinero y creía firmemente en la gente. Nada sabía y mucho esperaba.
Ahora ya hace cinco décadas que paseo
por la vida. Cinco décadas cargadas de segundos y minutos, cargadas de alegrías
y desengaños. Arrimada al perfil de mis utopías, observando el fluir cotidiano
de las cosas sencillas, cada vez más incrédula y sin embargo esperando.
Puedo sustituir el limonero por una
parra y los amigos por un invisible compañero, ausente, presente, lejano,
próximo, mirifico, real -eso no importa- He tenido, he perdido y poco busco o
tal vez mucho. He aprendido a no atar, a no desear cambiar a nadie y a dar sin
esperar nada a cambio, pues cortar las alas a los que amas es castrarlos en
beneficio de un particular egoísmo. El mundo es un gran bazar de ofertas
irresistibles. Un gran espacio donde puedes comprar de todo, excepto una cosa:
amor.
Yo aún espero, con mi infinita paciencia
y la cuerda certeza de que puede resultar una eterna espera. Contemplo, sin
telescopio, como se apaga la última estrella y miro una fotografía que no está
sobre la pared sino atrapada en la tecnología. Veo como las ruedas de los
coches labran las autopistas y los arados y el molino se pierden en el olvido.
Atesoro quien reinventa y escribe palabras y las tecleo junto con las mías. Me
asusta que la máquina llegue a vencer al hombre. Que este, en su soberbia, mate
sus horizontes, las montañas, los valles y ahogue el agua de ríos y mares.
Aunque tal vez entonces, todo
recomenzaría y tendríamos tiempo para tocar la guitarra bajo la parra y decirle
a alguien que su presencia nos basta.
Cinco décadas de vida y espero. A veces
aún creo en algo o en alguien -llamadme ilusa- Voy haciendo ruta, esperando que
un día un ser especial rasgue su guitarra y enredada en el aire, su voz me
susurre: ¡Hay tantas cosas! pero yo sólo preciso dos: mi guitarra y vos.
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