Quien me iba a decir esta mañana que, a lo largo de mi paseo matutino, rozando casi la orilla, me iba a encontrar aquel objeto semi enterrado. Lucia, entre la arena dorada, con brillantes destellos, bajo los primeros rayos del sol que parecían enviarme guiños desde su pulida superficie. Me he agachado a desenterrarlo, movida por la curiosidad, y ante mi atónita mirada se ha manifestado una lámpara. Si, como esa de las historias de Aladino que pueblan los cuentos infantiles.
He pensado que la habría perdido algún vendedor ambulante, porque un objeto como ese no es habitual por estas tierras.
Era bonita y la he frotado con la mano para liberarla de los restos de arena. Al hacerlo me ha parecido notar una especie de vibración en su interior, algo tan imperceptible que he creído que era producto de mi imaginación. Pero entonces me ha envuelto una especie de neblina azul que difuminaba la luz del sol y situaba el paisaje que me rodeaba en otra dimensión. Me ha recorrido un escalofrío y he dejado caer la lámpara, como si estuviese maldita.
_ ¡Un poco de cuidado, esas no son maneras de tratar mi humilde morada!
El comentario venia de alguien situado a mi espalda y al girarme me he encontrado, cara a cara, con un hombre alto, muy atractivo, de mirada azul y risueña que vestía un chándal, también de color azul y calzaba unas zapatillas de un estrepitoso color naranja.
He pensado que era un paseante matutino que andaba a la zaga de alguna panoli para tomarle el pelo.
_Muy gracioso -he respondido en plan irónico- no sabía que los genios eran tan deportivos. La imagen que tengo de ellos es de unos orondos personajes azules que parecen levitar.
_ Bueno, todo evoluciona, los tiempos cambian y hay que renovar la imagen. Yo personalmente, no me veo con babuchas.
_ Debo confesar que has ganado mucho con la renovación.
_ Gracias eres muy amable
_ Ahora toca aquello de los tres deseos ¿verdad? -he puntualizado con sorna-
_ Me acabas de quitar las palabras de la boca. Es tu día de suerte, medita y pide, tienes diez minutos y la cuenta atrás empieza ¡ya!
Aquello se estaba poniendo interesante. Si más no, mi interlocutor o falso genio era un actor de primera, dotado de una gran imaginación. Así que me he dejado llevar por esa azul atmósfera que seguía rodeándonos y mi máquina de fabricar deseos se ha puesto en funcionamiento a toda velocidad. En unos segundos se me ha liado un caos mental que no veas. ¿Qué pedir? Ser más alta, más guapa, más joven, con más curvas, ser rica, tener poder, alcanzar el éxito, ser una celebridad. El cóctel de deseos se agitaba en la coctelera de mis pensamientos hasta que se han sedimentado y ha imperado la razón. ¿Qué ganaría con todo ello? Pues muy problablemente asegurarme la rendida admiración del hombre de mis sueños y también la de los no soñados y la envidia de las mujeres. Mirado así, en frío, no diré que no resultase atractivo, pero ¿realmente deseaba ser apreciada por todas esas frivolidades, o prefería ser querida por mi misma? Mi espíritu quijotesco se ha impuesto y lo he tenido claro. Mis tres deseos estaban ahí, agitando sus pompones, y esperando a ser formulados. Eran mucho más utópicos que todos los anteriormente expuestos y por supuesto a años luz de ser alcanzados.
_ ¿Debo decirlos en voz alta? -he preguntado-
_ No, has de susurrármelos al oído.
Me he acercado al supuesto genio -que en las distancias tan cortas era aún más tentador- y le he confesado mis tres deseos. Al terminar me ha mirado sorprendido y ha estallado en sonoras carcajadas.
_ Si llego a saber que te ibas a cachondear de mi, mantengo la boca cerrada
_ Perdona no he podido contenerme, Desde luego eres una tía original.
_ Soñar es gratis
_ Soñar es de humanos, los sueños son vuestra debilidad, por eso prefiero ser genio. Ahora debo dejarte, hoy tengo una agenda muy apretada.
Vaya, he pensado, hasta los genios van de culo en estos tiempos.
El vuelo rasante de una gaviota me ha distraído por unos momentos. Ha aterrizado muy cerca de mí y se ha quedado observándome.
_ ¿Piensan las gaviotas?
He hecho la pregunta sin dejar de mirarla, pero al volver la cabeza, del genio no quedaba la menor señal, nada, ni siquiera sus huellas en la arena. La atmósfera azul se había disuelto y a mí alrededor el sol volvía a lucir de nuevo.
Me he sentado un rato en la orilla, mirando el mar y meditando sobre el extraño personaje, sin saber muy bien cómo definir la situación vivida.
El vuelo rasante de una gaviota me ha distraído por unos momentos. Ha aterrizado muy cerca de mí y se ha quedado observándome.
_ ¿Piensan las gaviotas?
He hecho la pregunta sin dejar de mirarla, pero al volver la cabeza, del genio no quedaba la menor señal, nada, ni siquiera sus huellas en la arena. La atmósfera azul se había disuelto y a mí alrededor el sol volvía a lucir de nuevo.
Me he sentado un rato en la orilla, mirando el mar y meditando sobre el extraño personaje, sin saber muy bien cómo definir la situación vivida.
Envuelta en estas cavilaciones, algo ha llamado mi atención, aunque supongo que habrá sido un espejismo creado por el juego de luces, pero allí a lo lejos, sobre las olas, me ha parecido ver levitar una silueta azul que se alejaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario