11/10/2013

LA ERÓTICA DEL VINO

Se despertó, aún envuelta en la erótica atmósfera de la noche pasada. Una noche de música, vino y picante gastronomía que encendió una hoguera de pasiones. Un tiempo sin relojes, aislados del mundo, recorriendo los rápidos de un río de lava y fuego. Por unos instantes se deleitó en recordar la sensación de cada caricia sobre el filo de su piel y el latido del placer percutiendo en cada uno de sus sentidos hasta sumergirla en un vertiginoso clímax. La noche había dado paso a una mañana de sol y aroma de uvas maduras, flotando en las estancias de Septiembre.
A su lado, él todavía dormía y la luz que penetraba por las entreabiertas persianas parecía labrar, sobre su cuerpo desnudo, unos campos de viñedos repartidos por toda su anatomía. Se recostó sobre un codo contemplándolo, seducida por la magia de las partículas que brillaban como racimos de oro líquido sobre su piel.
Aquel espejismo óptico, de repente se convirtió en un ensueño. Cerró los ojos he inició un onírico viaje por la esencia de sus viñas. Cada parcela cultivaba una variedad de uva distinta que formaba parte de él, de su atractivo y personalidad, de todo aquello que lo hacía tan especial a su mirada. Se tumbó entre las cepas, sobre la tierra húmeda de rocío, envuelta en una oleada de sensaciones. Las dejó sedimentar y reposar en la cava de los sentidos, abrazadas por barricas de roble, macerando un vino inigualable, con casta, redondo, largo en boca y con una fascinante riqueza en aromas. Un vino seductor, embriagador y único, con cuerpo de amante… su amante.
El día se abría paso a golpes de olores afrutados, matices de uvas maduras y deseo. Ella, la mujer que soñaba entre las viñas, abrió de nuevo los ojos, regresando de su paseo de ensueño. Se abrazó al cuerpo de su amante, besó y paladeó su piel, sin prisas, hilvanando el preludio del juego sensual. La estancia volvió a impregnarse de la erótica atmósfera de la noche pasada. Él era el mejor vino de la añada, creado para paladares exigentes, cómplice e inolvidable en el tiempo y ella, prisionera de su alquimia, se dispuso a gozar al máximo de aquella privilegiada cata, como si fuese la última.




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