Sumida en una especie de vacío creativo,
vago entre planetas, persiguiendo la barca de las palabras. En ese incierto
pulular por el cosmos, hago un paréntesis en la casa de la luna y me pongo a
remendar estrellas, más que nada para pasar el rato mientras espero, por si
suena la flauta. Desde aquí el paisaje es un apunte surrealista, poblado por los
seres de la noche. A mis pies se extiende la ciudad y sobre sus tejados repta
la niebla de los deseos prohibidos, las ocultas pasiones y el cosquilleo del
pecado.
Un grupo de matronas, hipócritas y
convencionales, bailan desnudas alrededor de las chimeneas, mientras Baco llena
las copas de sus instintos ocultos. Un par de políticos, disfrazados de ladrones,
planean su próximo golpe (eso sí, en bien del partido) Un rico banquero, vestido
de harapos, murmura una triste salmodia de mentiras, esperando unas monedas,
fruto de la compasión de los transeúntes. Un ejecutivo, de aire vampiresco,
chupa la sangre a su rubia secretaria, que se derrite entre risitas tontas. Un
charlatán, vestido de payaso, llena la noche de letanías, para atraer adictos
al rebaño. Otro charlatán, rodeado de locura y alevosía, incita al Carpe Diem y
el despelote.
En un apartado tejado los fantasmas del
pasado conspiran contra los del presente. Estos, a su vez, pasan de todo y
proyectan crear un grupo de rock, para el que han fichado ya un par de zombis
muy sexis. Las monjas de un convento, van como locas tras las rebajas de
lencería. En el terrado del geriátrico, los abuelos se montan una fiesta
pijama, con botellón y conga incluida. Un grupo de adolescentes tiran sus
móviles al vacío en bien del retorno a la comunicación directa, mientras unos
personajes de videojuegos están siendo atacados, con tirachinas, por una
pandilla de niños. Los protagonistas de “la prensa rosa” firman pactos de
silencio y discreción, retirándose a unas jornadas de ejercicios espirituales y
varias amas de casa, airean sus trapos sucios y los de sus maridos, a cambio de
un suculento pellizco.
Yo sigo remendando estrellas, fascinada
por todo ese mundo al revés, como una voyeur de lo absurdo, hasta que de
repente: ¡ha sonado la flauta! Seducida por Venus, la barca de las palabras ha
despistado su rumbo, encallando en la orilla de la luna y derramando sobre la
plateada arena, todo su contenido verbal.
Atraída por esa marea de vocablos, he
dejado de remendar estrellas y, equipada con un gran cubo, me he puesto a
recolectarlos, como si estuviese marisqueando en las Rías Gallegas.
Ahora os dejo que, con ellas, voy a
componer el puzzle de una historia de lunas, banqueros, fantasmas y barcas.
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