Leí una vez, unos versos de Matthias
Claudius que decían: “ ¿Veis la luna que está ahí? / Sólo se ve la mitad / pero
es redonda y hermosa”.
Eso me dio a pensar en que los seres
humanos solamente tendemos a encontrar relevantes todo aquello que vemos. Los avances tecnológicos y las prisas nos han vuelto tan visuales que muchas
veces nos olvidamos de esa otra mitad de la luna que existe, pero que nos resulta invisible.
Pasamos por la vida raudos, sin detenernos a observar a nuestro alrededor, sin
intentar sumergirnos en el interior oculto de las personas. Si lo hiciésemos, seguro que muchas veces nos sorprenderíamos
con ese ejercicio de profundo conocimiento.
Cada desconocido que se cruza en nuestra vida es
un tesoro por descubrir. Su riqueza interior no siempre aflora, ya sea por
timidez o precaución a mostrar sus vulnerabilidades, pero está ahí, esperando que nos tomemos un tiempo, sin
prisas, para conocer y mostrarnos a la vez
El ser más inverosímil, puede
enamorarnos el alma cuando se permite abrirnos sus puertas. Si somos receptivos y sabemos
mirar más allá de lo puramente visual, notaremos ese cosquilleo, esas pequeñas
vibraciones que nos llegan de otra piel invitándonos a traspasar la fachada, para
acogernos en su lado oculto de la luna.
No resulta fácil conseguirlo. Requiere tiempo, esfuerzo y confianza, pero cuando se da, esa otra persona pasa a ser parte importante en nuestra vida y nos deja para siempre su huella en el arenal del corazón.
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