7/09/2014

APUNTES DESDE MI ORILLA



Rozando el crepúsculo me siento a escribir pensando en las pequeñas cosas que han llenado mi día. Al fin y al cabo son esas vivencias cotidianas las que ponen color a la jornada y le dan sentido.

No voy a hacer un informe detallado de cada uno de mis pasos, porque siempre se ha de guardar algo de privacidad. Aunque seguro que si lo hiciese más de uno pensaría que no ha habido nada tan fuera de lo común como para dibujarme colores.

Tal vez compartir un curso con futuros emprendedores no sea nada especial, pero sí que lo es el comprobar que hay personas que persiguen sus sueños y están dispuestas a intentar lograr sus metas, sin temor al esfuerzo. Quizás un arroz a la cubana no sea el plato estrella de un gourmet, pero compartirlo en un ambiente familiar de chicos ruidosos y alegres le pone otro acento, más allá de los ingredientes.

Cosas sencillas como un trayecto en tren, pueden convertirse en un espacio ideal de inspiración y aquel par de músicos que te sorprenden por su buena conjunción de voces y ritmo, te hacen bailar los pies. Ver el mar deslizarse tras las ventanillas y enamorarse del trazo de sus olas es una gozada.

Un gesto, una sonrisa y una cómplice armonía son un bálsamo para el espíritu, a la vez que cosquillean los sentidos. Programar un viaje con ilusión, tomarse un instante para aquello que realmente apetece, saborear el momento y cada regalo de vida. Respirar la noche que se acerca y saber que alguien nos ha acariciado el alma. Sentir palpitar el mundo y saber que la luna va camino de su plenilunio y acostarse con un deseo en el corazón.

Como veis, nada extraordinario, pero maravillosamente cotidiano y lleno de átomos de energía positiva.
Ahora os dejo, creo que saldré a bailar con los pájaros para celebrar este crepúsculo de mil colores.

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