No sé muy bien como lo encontraste, pero lo hiciste. Desde entonces has ido
aprendiendo a recorrer todas aquellas rutas marinas que marcaba el mapa de mi piel. Soy
como la mar latiendo entre tus manos y me gusta como diriges la nave pirata que
aborda mi cuerpo para hacerse con el botín de cada uno de mis poros. En el
fragor de esa sensual contienda cada roce tuyo aviva la hoguera donde queman todas
mis pasiones.
Siento tus manos, que tanto me gustan, destilando el elixir de las caricias,
como un ron añejo y embriagador. Las observo deslizarse como intrépidas navegantes,
modelando en mi, acantilados, playas y calas, cuevas ocultas. Soy tu prisionera
y me dejo llevar por la marea que generan esas manos tuyas, de escultor del
deseo. Noto su roce sutil sobre mi espalda y ese gesto me genera un
estremecimiento sublime y azul.
Cierro los ojos y en ti me pierdo, bogando juntos hacia una erótica isla,
bañada por olas de placer. Un lugar donde la piel es la última frontera entre
nuestros cuerpos y tus manos son dos cinceles labrando sobre mi arena una
pulsación lasciva y febril que levita sobre la cima del orgasmo.
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