9/12/2013

OVEJA NEGRA FELIZ

Hacía tiempo que no andaba por el camino señalizado, aquel que recomienda la sociedad y las buenas costumbres. No sabría decir muy bien cómo ocurrió, si fue un acto voluntario o bien en algún tramo se perdió hasta llegar donde estaba ahora, pero fuese el que fuese el nuevo paisaje le gustaba, era distinto, creativo, emocionante y lleno de colores. El sendero no discurría por un terreno fácil, a veces serpenteaba por tramos tortuosos y otras desembocaba en extensas llanuras de idílicos prados salpicados de flores, e infinitos horizontes, pero eso le otorgaba la magia de la improvisación. El no saber que sorpresa habría tras el siguiente recodo era el mejor antídoto contra las rutinas y a la vez la necesaria adrenalina para mantener vivos los sentidos. No eran muchos los viajeros que circulaban por aquel sendero. Una gran mayoría optaban por regresar al camino ya marcado y seguir fluyendo con el rebaño. No soportaban ser tildados de “diferentes” pues esa palabra abarca a todo lo que, por desconocimiento, nos da miedo y a veces genera críticas y rechazo. Es lo que tiene ser oveja negra, que conlleva momentos de soledad anímica, pero ella se los tomaba en positivo, como una terapia para conocerse mejor a sí misma. En aquel trayecto, hacia su particular Ítaca, lo más importante era el día a día, el instante presente y las huellas que este dejaba impresas en su cuaderno de Bitácora, como riqueza de vida. Al final, aquella mujer alternativa, sabe muy bien que lo que realmente importa son las pinceladas de color de las cosas sencillas y aquellas personas con las que nos entrecruza el destino y poseen el don de revolucionar nuestro universo. Si, hace tiempo que ella eligió hacer su camino por aquel sendero cargado de incógnitas, oscilando entre luces y sombras. Una mañana se despertó y decidió cambiar su forma de mirar y vivir la vida y libremente escogió ser oveja negra, pero eso sí: una oveja negra feliz

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