En esa edad en que ya uno ha encontrado su lugar, ella
deambula por el desierto de la vida buscando un oasis. Va recorriendo ese solitario desierto de un extremo a otro, perdida entre sus dunas, beduina en tierra de
nadie.
A veces cree ver una señal a lo lejos, el destello de una
mirada que tal vez sólo existe en su imaginación, un engañoso espejismo.
Como un femenino Quijote se enfrenta a molinos de viento y
traza sueños para eludir realidades. A estas alturas sabe que la línea que
delimita realidades y sueños es una barrera construida por uno mismo para crear
cómodas rutinas. La persecución de un sueño puede ser larga y fatigosa, llena
de obstáculos y resulta más fácil refugiarse en lo establecido, simplemente dejándose llevar. Sin embargo
ella no lo ha hecho, no se ha apoltronado en la rutina. Utópica soñadora, no se conforma con una línea plana, sino
que sigue buscando lo que el corazón le pide.
Cierto es que quizás nunca lo encuentre y que siga pululando
por ese desierto sin encontrar su oasis. Tal vez un día se canse de los falsos
destellos de los espejismos y decida asentar su vida en un tranquilo y
solitario refugio. Tal vez se canse de habitar esa tierra de nadie y esa
sensación de no pertenecer termine por vencerla. Tal vez las realidades que
convirtió en sueños terminen por evaporarse o acabe saturada de tantos falsos destellos y de los ídolos con
pies de barro.
Sí, no hay nada escrito, sino que va improvisando y tal vez un día decida romper con todo, pero de momento
sigue explorando rutas, de un extremo a otro del desierto, movida por el motor de las
ilusiones, apostando por el murmullo de su voz interior… y así, hasta que esta se
quede muda de tanto susurrar en vano.
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