Él era pasión y
calma, calor y hielo.
Le recordaba al
sabor de la canela,
a tardes de
otoño junto a la chimenea,
a manzanas
asadas y arroz con leche,
prendidos en un
tiempo sosegado y feliz.
Era puro ritmo
conjugado entre silencios,
ola en calma, latiendo en remotas orillas
y aquel
crepúsculo que enamora el alma.
****
Se dejó, una vez
más, seducir por su recuerdo
y la tarde de
verano se meció entre las góndolas.
Venecia,
intemporal y etérea, ardía bajo el ocaso.
El pájaro azul
de la nostalgia, se agitó en el horizonte
perfilando en su
piel en íntimo trazo de un deseo.
Un deseo
envuelto en manzanas y canela,
fundiéndose en
el cénit del atardecer de fuego
que agonizaba en
el lindar del olvido.
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